Por Iñigo Sáenz de Ugarte
En uno de sus últimos actos como jefe de las Fuerzas Armadas israelíes, el general Gabi Ashkenazi, ha advertido a sus compatriotas que deben prepararse para una guerra en todos los frentes.
Donde en el resto del mundo, se contempla la rebelión egipcia como una oportunidad para poner fin a décadas de autoritarismo en el mundo árabe, la élite política, militar y periodística de Israel sólo ve el prólogo de otra guerra. Parecería que lo están deseando. Y evidentemente Ashkenazi reclama más fondos públicos para los militares. Ya son la mayor potencia militar de Oriente Medio, disuasión nuclear incluida, pero eso no es suficiente. Quiere más.
La concepción estratégica de Israel se basaba simplemente en tener el frente sur cubierto por la complicidad de una dictadura. Si bien el discurso oficial lamentaba la falta de democracia en el mundo árabe (lo que justificaba la imposibilidad metafísica de firmar la paz con estos estados), la realidad es que esa ausencia de libertades era la mejor baza con la que podían contar.
El pueblo egipcio. Ese es un concepto extraño en gente para la que las relaciones internacionales son una extensión de la política de defensa. La paz sólo es un molesto periodo de espera entre dos guerras, como se vio cuando a las pocas semanas de finalizado el último ataque sobre Líbano la prensa israelí ya estaba llena de artículos donde se especulaba sobre cómo sería la siguiente.
Si al menos Omar Suleimán pudiera sofocar la revuelta y convertirse en el nuevo dictador... Sólo eso tranquilizaría a Israel.
Fuente Guera Eterna
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