Isaac Newton decía:" los hombres consumimos más muros que puentes. Y hay muros que se crean por las diferentes formas de pensar". Sin duda él se refería a la falta de vínculos, a la realidad que encierra a cada uno en su mundo y lo ve perfecto desde allí. Entendible y respetable, nada más es tiempo de que comencemos a entendernos y construir puentes que nos unan y no muros que nos separen o sigan destruyendo nuestras sociedades y ríos.
Hace unos años escribí acerca de Yacyretá, haciendo referencia al lugar “donde brilla la luna”, recordando fue lugar de poesías, canciones, donde vivían pueblos originarios y donde los rápidos del Apipé dibujaron sonrisas a miles de pescadores desde siempre, entre tantas otras cosas que hacen a la vida normal de la gente del río. Hace tres décadas es parte de una triste historia donde la sumatoria de tiempo, algunos medios de prensa, funcionarios de turno y la mirada esquiva, indiferente, de una gran parte de misioneros y el resto de los argentinos, jugaron en contra del río, de la gente de allí, de sus compoblanos y sus vecinos paraguayos que sufren el calvario que toda gran represa hidroeléctrica trae consigo, transformando lo hermoso en paisaje de horror
La prensa regional y a veces la nacional, ocupó mucha tinta y papel difundiendo el proceso de la hidroeléctrica, haciendo de la noticia que fuere respecto a Yacy algo tan cotidiano como el horóscopo o los avisos fúnebres y la gente ha ido salteando páginas. Acostumbrándose a que hablar de reclamos de familias forzosamente afectadas, fraudes, corrupción, improvisaciones, daños ambientales, sea cosa de todos los días. La despreocupación de una gran parte fue tal que el gran ruidoso río fue silenciándose, transformándose en un espejo inmenso de aguas quietas, como la misma sociedad que recién cuando el agua le llegó al patio de sus casas comenzó a darse cuenta que más abajo hay una inmensa represa, generando una inquietud diferente en posadeños, los mayores afectados del lado argentino por la obra, como en pobladores aguas arriba del Paraná donde también hay afectación directa. ¿Qué sucedió para tanta indiferencia generalizada?
El rol de la prensa es importante, porque de alguna manera muestra la realidad que sucede. Periodistas destacados se han hecho eco de las “bondades” de Yacyretá, defendiéndola aún con todo lo conocido. Otros no, fueron más prudentes. Las publicidades para visitarla hicieron que en su momento no sea tan mal vista, aunque con sonroja los jóvenes guías de allí, dejan entrever el poco convencimiento en sus respuestas cuando algunos turistas la visitan. Lo que quedó bajo el agua o en las orillas pero a varios kilómetros en barrios hacinados, donde no está el fresco del río, la sombra para el mate y la siesta o los vecinos que mensualmente forman parte de las filas para retirar bolsas de ayuda y antes tenían un trabajo digno, no conmueve a muchos y es la postal diaria de la resignación de algunos, la impotencia de tantos cada vez más.
Profesionales que ya no tienen relación con la EBY (Entidad Binacional Yacyretá), entre dientes y algunos con vergüenza, hacen saber que todo allí no fue, no es como se ve... Da pena y bronca esa complicidad nefasta que de alguna manera los hace responsables de lo que sigue sucediendo. Hasta los referentes promotores de grandes represas la ven como “lo peor, lo inaceptable, lo rechazable por donde y como sea”. Aún así, hay quienes, sosteniendo que “otro Yacyretá” es inconcebible, apuestan a la concreción de los proyectos hidroeléctricos Corpus Christi (sobre el Paraná) y el Complejo Garabí/Panambí/Roncador (sobre el río Uruguay). El cáncer es nefasto donde sea.
Con Yacyretá, el deterioro político patentado de corrupción, impunidad y autoritarismo, llevó al endeudamiento nacional, al enriquecimiento ilícito de varios, la enajenación del patrimonio nacional. La destrucción del patrimonio cultural –aquello imposible de poner precio- con la pérdida de sitios arqueológicos, de áreas de valor cultural, arquitectónico, histórico, como el deterioro ambiental, con la contaminación del río, pérdida de calidad de agua, zonas de alta calidad ambiental y productiva quedaron de por vida sepultadas bajo el agua, provocando la desaparición y muerte de especies aún desconocidas, dramática disminución de la fauna íctica y la destrucción de hábitats únicos en el mundo, son apenas parte del saldo negativo de esta obra, suficiente como para no tener motivo que festejar.
La expulsión de comunidades Mbya Guaraníes de su territorio tradicional con el sometimiento a un durísimo proceso de aculturación en lugares de reasentamiento obligatorio e involuntario, como los pobladores de Villa Blossett, El Brete y otras zonas emblemáticas de Posadas que aún siguen sin “innovar” nada en sus vidas, porque el Decreto, la Ley, los han paralizado, privado de crecer, de construir su historia en paz, su libertad de vivir el sueño de un presente siquiera, son una realidad tan dura que solo se siente estando allí. De lejos o por los medios no se logra transmitir tanta impotencia, los residuos de la ciudad, los pastos altos, las ratas e insectos más grandes, hoy pululan el lugar que los posadeños mismos generan, sacando provecho de esto los especuladores inmobiliarios, hoy “dueños” de las tierras que “valían poco” y ahora cuestan fortuna… Una deuda social más pendiente en este impiadoso modelo de “progreso”, violatorio de todo Derecho Humano.
La cuota de injusticia aumenta cada día, como los centímetros de agua. Los que en la calle manifiestan su preocupación por la realidad que los somete a cada instante, son los que encima son mal vistos por la sociedad, que también afectada, comienza a darse cuenta que es parte de ella
El río es más que agua que corre y verlo como una mercancía arremete cualquier intento de sustentabilidad. Se olvidan los gestores de progreso que viven en los pisos altos de la ciudad que no duerme, con ascensores que suben y bajan cada minuto, con acondicionadores de aire y lámparas encendidas todo el día, encerrados en sus burbujas progresistas, que la mayoría de la población que trabaja y produce para que este país crezca, ve sacrificada sus culturas, su bienes naturales, sus lugares de esparcimiento, de trabajo, para que la energía producida se use irresponsablemente en los grandes centros urbanos y mucha de esta a las grandes industrias que poca mano de obra generan, esquilman naturaleza y contaminan el agua y aire que todos necesitamos para vivir.
Con algunas suntuosas obras tratan de parchar el cáncer que es la hidroeléctrica para poblados argentinos y paraguayos. La costanera posadeña es una de ellas, la realidad más palpable que ha hecho notar aún más la indiferencia ciudadana para con el río. Esta es más la vidriera de una elite que un lugar de encuentro de toda la sociedad, como los balnearios y playitas públicas de antes. Es una obra que hasta ahora excluye. Su costo sirvió para demostrar lo que muchos no se han dado cuenta: los vecinos vivieron siempre de espaldas al río, como muchos misioneros del interior de espaldas al monte. La gente se sienta mirando a los autos que pasan, a los que hacen gimnasia o pasean sus perros, a los ciclistas, y se acuerdan del río cuando pasa alguna lancha, un velero o para arrojar sus papeles y de vez en cuando disfrutar de una puesta de sol. Ojalá pronto cambie esa mirada. La costanera no es un “regalo” de la EBY, es apenas pago a cuenta del daño ocasionado. Esa gran obra pudo concretarse con dinero del Estado Provincial y aunque ya que está, debería haber un trabajo social para que la misma sea de todos, hasta del paisaje.
Ambos gobiernos, paraguayo y argentino, han tomado la decisión de “festejar la concreción de la obra” aunque queden muchas tareas por hacer. Recién Yacyretá está comenzando a mostrar sus dientes y la población misionera, antes indiferente, percibe cuando llega a la Capital el del interior o el mismo ciudadano de allí que tenía el agua lejos y ahora en el fondo de su patio, que ya no es lo mismo que antes. Hoy somos todos afectados, salgamos del letargo, porque muy a pesar de Yacyretá cerca, la insistencia de otras grandes represas no justifica ante el hambre de energía brasileño, que vivamos otra vez todos, el calvario por Corpus Christi, Garabí, Roncador, Panambí o como se llamen las hidroeléctricas planeadas, pero no consumadas. Misiones con todo eso, no tiene nada que festejar.
Rulo Bregagnolo, coordinador campaña Mega represas Nunca más, Grupo Ecologista Cuña Pirú.
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