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La Cepal acaba de señalar que Uruguay invierte demasiado poco en infraestructura. En esta materia la inversión es tan reducida que ese organismo de Naciones Unidas nos ubica penúltimos en América Latina, apenas por encima de Haití. Tan modesta calificación la obtuvo nuestro país con los datos de 2009, al cabo de cuatro años de una administración beneficiada por una bonanza económica sin precedentes que determinó un espectacular aumento en los ingresos del Estado.
Por lo visto, en el gobierno de Vázquez se entendió que no había "espacio fiscal" suficiente para llevar adelante obras tan esenciales como mejorar el estado más que regular de las rutas nacionales, construir puentes necesarios en algunas zonas del interior o reacondicionar las vías férreas en tramos estratégicos para el transporte de la producción, en especial la de origen forestal.
Ni que hablar de obras de mayor envergadura como la construcción de un puerto oceánico o de una nueva represa hidroeléctrica. Para esas tareas no hubo recursos aunque sí los hubo para ensanchar el gasto estatal en otros muchos rubros, entre ellos la contratación de miles de nuevos funcionarios públicos.
El desarrollo de un país es un proyecto a largo plazo con inversión en bienes de capital, así como la concreción de grandes trabajos de infraestructura.
El dato aportado por la Cepal, que nos coloca al nivel de Haití, debería mover a reflexión al gobierno actual que viene de recortarle el presupuesto al plan de obras del ministerio de Transporte y Obras Públicas.
Gastar alegremente cuanto se recibe puede aportarle a los gobernantes una popularidad momentánea, pero a costa de hipotecar el futuro del país.
El País Digital
Hace 1 mes
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