La pugna entre Rousseff y las Fuerzas Armadas de su país confirma que el olvido no es la mejor fórmula para que en un país se reconcille con su pasado
Cuándo sólo han transcurrido algo más de un par de meses desde que el 1 de enero pasado aumiera la presidencia, Dilma Rousseff ha dado un paso que sin duda someterá a una dura prueba a su naciente gestión gubernamental. Ha decidido saldar una asignatura que su país tenía pendiente con el periodo de la dictadura militar de hace 30 años y al hacerlo ha puesto en serio riesgo las buenas relaciones con las Fuerzas Armadas que hasta ahora y desde 1985 sostuvieron sus antecesores.
La decisión de Rousseff tiene una especial importancia porque Brasil es el único país de América Latina que no ha hecho hasta ahora un ajuste de cuentas con su pasado dictatorial y porque ella misma fue protagonista principal de esos tiempos de violencia, odios y resentimientos que dejaron heridas tan hondas que aún hoy están abiertas.
Como ahora resulta imprescindible recordar, Rousseff fue en sus tiempos juveniles activa militante de uno de los más radicales movimientos revolucionarios brasileños y autora de actos que serían intolerables en un Estado de derecho como el que hoy rige en su país. Fue también víctima de la ferocidad con que la dictadura militar reprimió a quienes se oponían a sus designios; fue sometida a torturas y encarcelada durante casi dos años y nunca dejó de dedicar sus mejores esfuerzos a que en su país se restablezca la vigencia de la libertad y la democracia.
Hasta ahora, y desde que en nombre de la pacificación nacional y de la conveniencia de mirar al futuro más que al pasado fue aprobada la Ley de Amnistía, que daba por perdonadas las atrocidades cometidas por ambos bandos en conflicto durante el Gobierno militar, parecía que Brasil había encontrado en el olvido la mejor fórmula para reconciliarse con su pasado. Pero como ahora se ve, las heridas no estaban del todo restañadas y todavía son tantas las voces que piden “hacer justicia a la historia” como las que insisten en tender un velo sobre ella.
Según Rousseff y quienes respaldan su iniciativa de crear una “Comisión de la Verdad”, el propósito de la iniciativa no es reavivar odios y resentimientos sino sólo esclarecer los hechos de aquel periodo para que su recuerdo sirva como un buen motivo para evitar que se repitan.
Quienes se oponen, en cambio, creen que recuperar la memoria puede ser algo peligroso
Las Fuerzas Armadas temen que dicha comisión pueda acabar pidiendo la revisión de la Ley de Amnistía hoy vigente. Sostienen que recordar el pasado "provocará tensiones y serias desavenencias al traer a discusión hechos ya superados". Para los militares, la iniciativa de Rousseff “va a abrir una herida en la conciencia nacional" y "promover revanchas políticas".
Así, por primera vez desde que 1985 se restableciera la democracia brasileña, se ha abierto la posibilidad de una confrontación entre el poder civil y el militar, lo que en sí mismo se constituye en una fehaciente prueba de lo lejos que todavía está Brasil, como todos los países latinoamericanos, de dar por superado ese capítulo de la historia. Algo similar a lo que ahora se está dando en el país, donde las Fuerzas Armadas se niegan a abrir los “archivos de las dictaduras” sin que las autoridades correspondientes hagan respetar la ley, como se lo hizo en la década de los 80, cuando nos convertimos en el primer país en encarcelar, luego de un debido proceso, a un ex dictador y sus principales colaboradores.
Fuente: Los Tiempos- Bolivia
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