El 24 de agosto de 1994, Josu Goitia se encontraba en una de las habitaciones del Hospital Filtro de Montevideo junto a Jesús Mari Lizarralde y Mikel Ibañez. Desde su habitación vio cómo un policía uruguayo golpeaba a uno de los miles de manifestantes que exigían la paralización de la extradición de los tres exiliados vascos. Hasta que no fueron introducidos en un avión rumbo a Madrid no supieron de la muerte del joven uruguayo Fernando Morroni. Un agente de la Policía española fue quien les comunicó su fallecimiento. Veinte años después, Goitia, presente en el homenaje que ayer se celebró en Donostia con motivo del vigésimo aniversario de aquellos hechos, ve a Uruguay como a una segunda patria. No tiene palabras para agradecer la solidaridad que recibieron y siguen recibiendo los exiliados y se emociona al recordar el pasillo que médicos y enfermeras les hicieron mientras los sacaban en camilla del hospital uruguayo.
Sobre las 18.00 de aquel 24 de agosto, efectivos de la Policía uruguaya comenzaron a cargar contra las miles de personas se concentraban en los alrededores del centro médico. «De improviso comenzó una fuerte carga policial con agentes que disparaban fuego real, a quemarropa», relató en su momento el periodista uruguayo Raúl Zibechi, testigo de lo ocurrido. Fernando Morroni, uno de tantos solidarios que se encontraban en el lugar, recibió entre once y doce tiros. Posteriormente, mataron a Roberto Facal saliendo de su domicilio. La versión policial dijo que «fue víctima de un apuñalamiento por motivos pasionales». Falso. De hecho, la cámara con la que fotografió todo lo ocurrido en aquellos fatídicos días desapareció.
«No tengo palabras para describir lo que vivimos. Nunca pensamos que la represión alcanzara semejantes niveles. Desde la habitación del hospital veía golpear a los manifestantes, pero hasta que no nos subieron al avión no supimos de que había habido muertos. Aquello fue terrible», narra a GARA Josu Goitia. Veinte años después sigue recordando con emoción el pasillo que médicos y enfermeras les hicieron cantando el himno de Uruguay mientras se los llevaban en camilla hacia el aeropuerto.
En 2006 Goitia regresó por primera vez a Uruguay tras salir de prisión. Fue entonces cuando conoció a Norma Morroni, la madre de Fernando. «Recuerdo que primero estuvimos haciendo una entrevista de una hora de duración en la emisora CX26 Centenario y, después, me llevaron a su casa. El corazón me dio un vuelco. Norma es una persona muy especial. Me hizo un relato pormenorizado de lo ocurrido, aunque lo primero que me dijo al conocerme fue algo que me conmovió profundamente: `A mi hijo no lo mataron los vascos; lo mató la policía'», relata Goitia. Norma le quiso obsequiar con todo el material documental que había recopilado a lo largo de esos años; carpetas repletas de recuerdos, de recortes de periódicos... «Yo le dije que lo no podía aceptar. Que su lugar debía seguir siendo el mismo que había ocupado hasta ese momento», añade.
«Operación Lagarto»
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