domingo, 24 de agosto de 2014

Argentina: Lo que escondía Olavarría

LOS SILENCIOS DE LA CIUDAD DONDE CRIARON A GUIDO MONTOYA CARLOTTO

El caso del nieto 114 sacudió silencios y levantó el perfil de lo que eran rumores. El mes que viene comienza el juicio por los casos locales de lesa humanidad, lo que destapa complicidades y arreglos entre civiles y militares.

La casa de Carlos Aguilar, en cuyo campo vivían
 los peones que criaron al nieto de Estela de Carlotto.
Imagen: Guadalupe Lombard
Por Ailín Bullentini
“No, no, nada. Mejor no.” Palabras más, palabras menos, la idea de los habitantes de Olavarría es la misma cuando se los consulta sobre lo que ocurrió en la ciudad durante la última dictadura cívico-militar. No porque no hayan sabido de nada en aquellos tiempos ni sepan hoy el terror desatado entonces, sino porque “mejor no” hablar de eso, pese a “la pequeña revolución” desatada en el pueblo a partir de que Ignacio Hurban confirmó que es también Guido Montoya Carlotto. “Ciudad milica”, “ciudad careta”, la definen desde diferentes esquinas antes de justificar el silencio que se tendió durante décadas sobre crímenes de lesa humanidad que “aquí sucedieron como en todo el país”. La tranquilidad de un silencio elegido tal vez más por comodidad que por ideología se rompió cuando el pueblo cementero se convirtió en el destino del bebé que le arrebataron a  Laura Carlotto sólo unas horas después de su nacimiento, y entonces, algunas fichas ya no encajan.
“Dudas hay muchas y las hubo siempre, pero cuando sucede algo con un golpe de efecto tan importante como lo de Ignacio Guido se revive la cuestión, las consultas, los rumores”, advierte Carmelo Vinci, ex detenido desaparecido, víctima del centro clandestino local de Monte Peloni e integrante de la Comisión por la Memoria de la ciudad, depósito de sospechas, versiones sobre implicancias civiles y posibles casos similares a los del nieto de Carlotto.

La meca del cemento

El aire es espeso en Olavarría, un pueblo de calles anchas y prolijas, de techos bajos, verjas modestas y ritmo cansino. Despierta temprano y entonces es el género femenino el que gana las veredas, el silencio invade las siestas, cuando todo parece entrar en una pausa que dura hasta que el sol ya pega la vuelta. Entonces, son los hombres los que asoman a la vida en común: vuelta a la plaza central, café o vermú en las confiterías de moda, cena entre amigos después de “pasar la jornada laboral”. Se trata de una ciudad chica, pero quizá de las más imponentes de la zona céntrica del territorio bonaerense. Tal vez heredó la prepotencia de sus épocas doradas de canteras relucientes, cuando debido a la presencia de Loma Negra, Ladrillos Olavarría (Losa) y Fabi, fábricas ceramistas y relativos el municipio rozaba el pleno empleo. De aquello quedan sólo carteles y planteles reducidos.
Las cifras las ofrece Juan Weisz, cuyos viejos fueron desaparecidos y se crió en la ciudad de Ignacio Guido con sus padrinos: cerca de 2000 obreros vivían de esas fábricas, antes de que “la reestructuración industrial, la aplicación de la tecnología y el neoliberalismo redujera todo a cenizas”. La pujante Olavarría fue, suma Vinci, caldo de una militancia de base “interesante”. “Eramos peronistas y simpatizábamos con Montoneros”, avisa. Pero Olavarría también fue escenario militar. Es la ciudad base del área militar 124 y en donde hubo más desaparecidos de todo el centro bonaerense. Hasta ahora se contabilizan 28 olavarrienses víctimas del terrorismo de Estado durante la última dictadura cívico militar. Algunos de ellos pasaron por Monte Peloni, otros fueron a la localidad vecina de Las Flores. La Plata también fue destino.
“Durante aquella época mandaron a detener a laburantes que protestaban, que reclamaban. Incluso a algunos que no eran delegados ni nada. Llamó al Ejército para que interviniera en un conflicto que era chiquito, así que la fábrica fue cómplice.” Vinci se vale de ese episodio en Loma Negra, que tuvo a la dueña de la compañía Amalia Fortabat como protagonista ligada al Ejército, para generalizar la situación que se experimentó en las principales empresas durante el advenimiento del terrorismo de Estado. “La actitud de acudir al Ejército para marcar laburantes, advertirles del poder, limitar sus reclamos, fue común a otras empresas. En FABI gracias a la insistencia de un gerente que se creía dueño de la empresa, un grupo de trabajadores fueron detenidos y torturados en diferentes comisarías, a algunos los llevaron a Monte Peloni. En LOSA (Ladrillos Olavarría) pasó igual”, puntualiza. En Loma Negra, además, se debe recordar el asesinato del abogado laboralista Carlos Moreno.
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