En 1967, Estados Unidos no vaciló en orquestar el derrocamiento del gobierno legítimo y mayoritario de Grecia por una camarilla militar extremadamente minoritaria para mantener así el orden liberal. Pero el objetivo de Estados Unidos no era impedir que Grecia pasara a la órbita soviética sino conservar el control de los Balcanes. Y con tal de alcanzar ese fin organizó un golpe de Estado que dice mucho sobre lo que Washington entiende por «democracia».
Bajo las órdenes del dictador fascista Benito Mussolini, las tropas italianas trataron de invadir Grecia en 1940. Pero fueron rechazadas por un masivo movimiento de resistencia popular. Al año siguiente, Hitler, descontento por la derrota del Duce, decidió enviar sus propios soldados. Estos últimos conquistaron Grecia y la pusieron bajo el control de las potencias del Eje. Pero los griegos no habían depuesto las armas y, durante todo el tiempo que duró la guerra, el ejército alemán, obligado a luchar contra una resistencia encarnizada, tuvo muchas dificultades en conservar el control del país.
En Grecia, al igual que en Italia y Francia, los movimientos de resistencia contra la ocupación fascista estaban dominados por la presencia de los comunistas. El Ejército Popular de Liberación (ELAS, siglas en griego) se había fundado por iniciativa del Partido Comunista Griego (KKE) unos meses después de la invasión alemana. En sus filas combatían partisanos provenientes de todas las sensibilidades de izquierda, mujeres y también eclesiásticos, entre los que se hallaban incluso algunos arzobispos. Los comunistas dominaban también el EAM, ala política del ELAS. De los 7 millones de habitantes que contaba Grecia en aquella época, 2 millones eran miembros del EAM y 50 000 eran combatientes activos del ELAS.
El ELAS era el enemigo número 1 de los nazis y su objetivo era, ante todo, recuperar el control del país. En la realización de sus operaciones el ELAS contaba con el respaldo del SOE (Special Operations Executive) británico cuyos oficiales aportaban sus consejos a los miembros de la resistencia griega en el terreno y les proporcionaban armas y municiones. Numerosas amistades surgieron en aquel entonces entre los combatientes del ELAS y los agentes de enlace del SOE. Pero los hermanos tuvieron que separarse bruscamente cuando el primer ministro británico Winston Churchill decidió, en marzo de 1943, suspender el respaldo al ELAS por temor a que, después de la derrota del Eje, Grecia quedara bajo el control de los comunistas. En octubre de 1943, Churchill envió secretamente su ministro de Relaciones Exteriores, Anthony Eden, a ver a Stalin para concluir el reparto de los Balcanes. El acuerdo, sellado en Yalta, dejaba el campo libre en Grecia a estadounidenses y británicos y preveía que Rumania y Bulgaria quedaran bajo control de los soviéticos.
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