martes, 19 de agosto de 2014

Uruguay: Batlle, ¿qué nos dice del Escuadrón de la Muerte?

De Jorge Batlle lo sabemos casi todol Inteligente, soberbio, pavoso, irónico casi cínico, reaccionario neoliberal partidario práctico de cuanta solución impopular hay en el mundo, acusado de infidencia, presidente durante la mayor crisis económica del siglo XX de la que salió gracias a su amistad con el genocida George W. Bush. Ahora está en [...]

 POR: Alberto Grille - PUBLICADO el Viernes 15 de agosto, 2014- CARAS y CARETAS

Como recordarán los memoriosos, el 17 de julio de 2003 Búsqueda publicó, en su sección Política, un artículo titulado “Un documento desclasificado por el gobierno de EEUU dice que Batlle apoyó en 1972 la idea de crear grupo ‘secreto’ para combatir al MLN”. En ese entonces, doctor, usted era el presidente de la República. No recuerdo que haya desmentido esa información, según la cual, en un documento enviado por el embajador Adair al gobierno de Estados Unidos en febrero de 1972, rotulado como “confidencial” y desclasificado treinta años después, se afirmaba que usted, en conversación personal con el diplomático, se había manifestado partidario de terminar con el problema de los tupamaros “en sus propios términos”. La idea –corríjame si me equivoco– era crear un grupo no muy numeroso, secreto, ajeno por completo a las instituciones (es decir, ilegal), que actuara mediante la violencia para combatir al MLN.

Cuando en agosto de 2008 el dirigente tupamaro Julio Marenales dio por buena esa afirmación y dijo que, aunque no tenía pruebas, sí tenía la convicción de que usted había estado entre los ideólogos de la creación de los escuadrones de la muerte, junto con el doctor Julio María Sanguinetti, usted no salió a desmentirlo, sino que le inició un juicio por difamación e injurias. En ese mismo juicio, que se celebró el martes 26 de agosto de 2008, también hizo un elegante firulete que terminó en un apretón de manos, pero no dijo que la conversación entre usted y funcionarios de la embajada de Estados Unidos, en la que se admitió la necesidad de hacer actuar a un escuadrón ilegal de cacería de tupamaros, no tuvo lugar. Usted se apresuró a aceptar las disculpas que Julio Marenales puso en condicional (“si eso es erróneo, no tengo ningún inconveniente en pedir disculpas”, dijo Marenales ante la jueza Aída Vera Barreto, y remitió a las noticias salidas en la prensa, nunca desmentidas, y a los documentos desclasificados en Estados Unidos) y se limitó a hacerle decir que no había tenido intención de ofender, pero no dijo “no, eso es mentira; mintió el embajador Adair, mintió Búsqueda y mintió toda la prensa que se hizo eco del asunto”. No dijo que no estuvo allí, con los funcionarios yanquis, tramando el modo de terminar con los tupamaros y, ya de paso, con los estudiantes rebeldes, con los trabajadores revoltosos y con todos esos insurrectos que tanto habían estado molestando en tiempos del pachecato.
Porque según el documento, doctor, usted, que ya había perdido la elección y se preparaba para el gobierno de Juan María Bordaberry, tenía sus propias ideas para combatir fuego con fuego. “Tal como en previas conversaciones con nosotros, Batlle repitió que está a favor de atacar el problema terrorista con un grupo nuevo, pequeño y secreto que lucharía contra los Tupamaros en sus propios términos. Dijo que un grupo tal tendría que ser formado fuera de las autoridades constituidas legalmente”, dice el informe confidencial del embajador Adair.
Entonces, doctor Jorge Batlle, acusador de un ex y futuro presidente de la República mundialmente reconocido no sólo por su acción de gobierno, sino también por su profesión de salvar vidas y su vocación docente: ¿fue usted o no un ideólogo del Escuadrón de la Muerte, que dejó varias muertes impunes en Uruguay, y un catalizador de la dictadura? Conteste, doctor Batlle, conteste.
Y conteste también, ya que estamos, si sabe algo de la nuera de Gelman, María Claudia García, que, según usted mismo le dijo al senador Rafael Michelini, fue asesinada por personal policial uruguayo después de haber dado a luz a Macarena. Explique cómo sabe tanto del caso, y explique por qué no dice toda la verdad.
Y si anda con tiempo libre, como dijo Fernando Amado, y tiene ganas de hablar, puede contarnos también cómo fue aquello de la infidencia que provocó una corrida bancaria de consecuencias nefastas para el país.
A la hora de aclarar, uno sabe dónde empieza, pero no dónde termina. Así que empiece nomás, que, aunque no nos sobre, tenemos tiempo.

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