miércoles, 1 de febrero de 2012

Ambientalistas y Malvinas - Diego Gurvich.

No debemos olvidar que el surgimiento de los movimientos ambientalistas es el resultado de la ausencia del Estado

En el discurso del 25 de enero pasado, la Presidenta de la Nación pasó factura a los ambientalistas por no ocuparse de lo que realizan, o realizarán, los ingleses en Malvinas. Ante esta afirmación, se puede hacer la siguiente pregunta: los ambientalistas (me incluyo entre ellos), ¿debemos ocuparnos de lo que pasa en las islas?


Para muchos investigadores ambientalistas y personas con visión global, la respuesta es claramente sí. Todo problema ambiental, independientemente de la ubicación geográfica donde se desarrolla, merece ser atendido.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que la mayor parte de las agrupaciones ambientalistas tienen recursos muy limitados, por lo que deben seleccionar los problemas en los que invertir esfuerzos.
Por otro lado, un punto importante es que muchas agrupaciones surgen como respuesta a problemas ambientales que los afectan de modo directo.
El movimiento contra las pasteras en Gualeguaychú o las asambleas contra la minería a cielo abierto a lo largo de la cordillera surgieron de la misma población que vive en esos territorios, directa o potencialmente afectada por dichas actividades. Es una simple reacción de ciudadanos que ven en peligro su calidad de vida y sus derechos.


Esto no es raro: la mayor parte de los movimientos ambientales en el mundo surgieron de la misma manera. Otros puntos de análisis de los problemas ambientales son la gravedad o impacto y la extensión (entendida como área geográfica en la que están ocurriendo).

La agricultura, que produce deforestación, erosión del suelo, pérdida de biodiversidad, contaminación, y la minería a cielo abierto, que además requiere enormes cantidades de energía y compite en forma directa por el recurso agua con el hombre, son los problemas ambientales más serios de la Argentina de hoy.

Al mismo tiempo, en muchas ocasiones se desarrollan en áreas con alta densidad poblacional. Todo esto hace más que razonable que las agrupaciones ambientalistas ocupen sus esfuerzos en dichos problemas y presten menor atención a otros, quizá no tan acuciantes o que se desarrollan en otras geografías.

Finalmente, no debemos olvidar que el surgimiento de los movimientos ambientalistas es el resultado de la ausencia del Estado, que debería velar por la defensa de los recursos naturales y por la calidad de vida de la población. Si los organismos oficiales encargados de la gestión de los recursos naturales y el control de las diferentes actividades funcionaran de modo correcto, no habría existido la necesidad en la población de conformar dichos movimientos para hacer saber que sus derechos y que los recursos naturales estaban siendo violentados.

Si el Estado funcionara, si los problemas ambientales (al menos en la Argentina continental) no fuesen tan serios, tal vez las agrupaciones ambientalistas tendrían recursos de sobra y podrían dedicar tiempo a denunciar los problemas en Malvinas (*). De lo contrario, no tiene sentido criticar a las miles de personas que luchan por un país mejor.

.(*) A pesar de su bajísima población, de unos tres mil habitantes, existe una ONG ambientalista en las islas (www.falklandsconservation.com) dedicada a la preservación de los recursos marinos y terrestres del archipiélago. El primer problema ambiental de las islas fue la caza y posterior extinción del zorro malvinero, especie que sólo vivía en la isla. En su momento, sólo un ciudadano de origen inglés, Charles Darwin, se preocupó del tema tras su paso por las islas. En aquellos tiempos es probable que ningún argentino conociera la existencia de dicho animal y, con seguridad, ningún argentino era al mismo tiempo ambientalista.

*Investigador adjunto del Conicet


La Voz.ar

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