Si bien es cierto que el capitalismo ha estado presente durante todo el devenir histórico de Guatemala, la globalización ha sido la vía conductora que le facilitó su asentamiento. Por ello, el iniciar el análisis del impacto de la globalización en Guatemala arrancando desde el 1996 tiene su causa en la firma del Acuerdo de Paz firme y duradera, y el ‘supuesto’ fin de la guerra, lo cual se encuentra directamente relacionado con la total apertura al panorama internacional que vive el país desde ese momento.
Una de las estrategias que el gobierno empleo para la firma del Acuerdo de Paz firme y duradera, vino directamente relacionada con la exigencia del mercado económico internacional por invertir sus capitales en contextos de paz y seguridad. Asumiendo esta premisa el gobierno forzó la firma de los acuerdos pensando que estos asegurarían la entrada del país a la globalización, y que de este modo se estimularía el crecimiento económico expandiendo sus bienes por toda la población. Pero no solamente no ha ocurrido esto, sino que la pobreza se ha agudizado y los conflictos de base que se negociaron para la firma del Acuerdo de Paz firme y duradera han sido totalmente vulnerados, o en el mejor de los casos olvidados. Por ello en la actualidad nos encontramos con problemáticas muy latentes cuya raíz se sitúa en las demandas que marcaron el inicio de la guerra. Por lo tanto y según iremos analizando a continuación, vamos a poder comprobar como las problemáticas históricas se repiten en la actualidad pero en el nuevo marco de la globalización.
Para entender dichas problemáticas remarcaremos algunos de los principales hechos que han marcado el camino de la globalización en Guatemala. Por ello partimos de comprender la globalización como un proceso que tiene sus principios económicos en el capitalismo y sus bases políticas en el liberalismo, lo cual nos sitúa en la política económica como punto inicial de análisis.
En 1995 Guatemala entra a formar parte de la Organización Mundial del Comercio (OMC), lo cual le abre las puertas para adaptar la política económica a las demandas del mercado internacional, lo que ocasiona un auge en la privatización de las entidades propiedad del estado y el consecuente aumento de la inversión extranjera directa (IED).
En enero del 1996 asume el poder político el Partido de Avance Nacional (PAN), caracterizado por su propaganda en la que se comprometía a dar fin a la guerra y llevar el desarrollo a las áreas rurales. El cual, además, es el encargado de la firma del Acuerdo de Paz firme y duradera, y también de la mayor política de privatización de empresas de propiedad estatal.
Ya que la verdadera estrategia política del gobierno era atraer la inversión directa extranjera mediante la privatización de 56 empresas de propiedad estatal, siendo avalado por el recién creado Comisionado Presidencial para la Modernización. De esta manera, y con el consejo de algunos bancos de capital extranjero, se fueron privatizando los servicios de telecomunicaciones, de energía y de transportes. El resultado fue la entrega de estos servicios a manos de empresas de capital extranjero, con lo que se dio inicio a la etapa del expolio. Por fin, se había consolidado lo que el mercado internacional andaba buscando: el control de los recursos naturales de un país rico ambientalmente, el dominio de las vías de comunicación para el paso de mercancías en Centroamérica, y mucha mano de obra para la producción a un muy bajo coste y con pocos Derechos Laborales y muy flexibles.
Durante el período de 1996 al 2000 en Guatemala se implementaron leyes con una fuerte carga liberal, en las que prácticamente se anulaba la función del Estado en los asuntos económicos, o incluso ponía la economía al servicio de las grandes empresas, lo cual volvía a suponer una dominación para la población, esta vez de carácter imperialista. Con ello, las Inversiones Extranjeras Directas (IED) alcanzaron su máxima expresión, y se extendieron hacia nuevos sectores como el de la alimentación, la bebida, los textiles o la minería. Todo ello fue posible gracias a la adopción de la Ley de Inversión Extranjera del 1998, en la que se buscaba favorecer la entrada de IED, tal como podemos observar a continuación:
[1]
Mediante la presente ley también se pretende crear un régimen más favorable para lograr la atracción de capitales extranjeros que efectivamente coadyuven a cumplir con los propósitos mencionados en los considerandos anteriores, eliminando entonces disposiciones legales que contienen limitaciones o restricciones aplicables únicamente a las inversiones extranjeras y que ya no se consideran necesarias o justificables.
De esta manera, se da por cumplido uno de los preceptos que nos marca el proceso de globalización en lo que se refiere a la tendencia hacia la liberalización del comercio, que es la creciente internacionalización de las producciones y la concentración de los mercados interiores a manos de empresas extranjeras. Por lo que podemos concluir que este período resultó ser estratégicamente favorable para la entrada e implementación del proceso de globalización en Guatemala.
Durante el período del 2000 al 2004, gobernó el partido político del Frente Republicano Guatemalteco (FRG), con el empresario Alfonso Portillo como presidente. Tres hechos destacables marcarán esta legislatura en lo que se refiere a la protección de la IED: la creación de la Ley de libre negociación de Divisas en el 2001, la consolidación y puesta en funcionamiento de la agencia de promoción de inversiones ‘Invest In Guatemala’ propuesta en el 1997, y el Programa Nacional de Competitividad (PRONACOM).
[2]
La creación de la Ley de libre negociación de Divisas, según la agencia de promoción de inversiones
Invest In Guatemala,
[3] “establece la libre compra, transferencia, venta, cobro y pago con divisas y autoriza la tenencia y manejo de cuentas bancarias en moneda extranjera, tanto en bancos nacionales como extranjeros”.
[4]
Coyunturalmente a estos procesos vemos como a partir del 2000 hasta la actualidad, desde los diferentes gobiernos de Guatemala se han estado firmando una serie de Tratados de Libre Comercio, tanto de carácter bilateral como multilateral, que han contribuido a la configuración de una economía basada en la exportación e importación.
Además, resulta importante resaltar como a través de dichos tratados el gobierno compromete al país a salvaguardar los intereses de los capitales provenientes, en su mayoría, de los países del Norte político, sumiendo a la población a trabajar en situaciones laborales precarias. Por ello para entender el rumbo de la economía de Guatemala es importante que tengamos en cuenta los tratados de libre comercio firmados.
Por orden cronológico, los tratados de libre comercio de carácter multilateral y bilateral, son:
En el análisis de contenido de estos tratados, podemos fácilmente describirlos como un mecanismo institucional al servicio del mercado internacional, que afianza las relaciones políticas en la globalización mediante el beneplácito del poder ejecutivo. Lo cual nos lleva a replantearnos la influencia que estos tienen en el ámbito judicial, es decir, en el poder legislativo. Entonces nos encontramos con un panorama contradictorio, puesto que al tiempo que dichos tratados se presentan como reguladores del comercio internacional, también los diferentes informes de Naciones Unidas sobre Guatemala durante la última década, nos alertan de un importante aumento de la corrupción, una vulneración de los Derechos Laborales y una violación al conjunto del los Derechos Humanos. El ejemplo más esclarecedor de ello, lo encontramos en las negociaciones para la aplicación del TLC o DR-CAFTA,
[5] en las que se recoge:
El Gobierno de los Estados Unidos de América, al igual que la Comisión de Aplicación de Normas de la 98ª y 99ª Conferencia Internacional del Trabajo ha manifestado su preocupación por el reiterado deterioro de la situación de los derechos humanos laborales y sindicales en Guatemala y la falta de voluntad política del Gobierno de Guatemala para solventar esta situación. Esta falta de voluntad política se manifiesta no sólo en la ausencia de avances concretos en el combate al uso y amenazas de violencia que parecen estar relacionados al ejercicio o el intento de ejercer los derechos laborales en Guatemala, inclusive el derecho de asociación y el derecho de sindicalización y de negociación colectiva sino también con la falta de protección adecuada para las personas amenazadas por la violencia, entre otros.
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Por lo tanto, es fácil deducir que el carácter regulatorio de los tratados no tiene consecuencias positivas para la población, al contrario de lo que se ha promulgado desde los gobiernos. Puesto que las empresas transnacionales son las que mejor beneficiadas salen de dichos acuerdos, ya que les permiten, además de abrir un nuevo mercado para el consumo, abaratar los costes de producción y cultivo (en el caso de alimentos), acceder a recursos naturales no explotados y conseguir una abundante mano de obra barata a su servicio. Todo ello mediante promesas en las que comprometen sus inversiones al aumento de la economía, a promover puestos laborales para la población, y a alcanzar el ideal de desarrollo o mal desarrollo.
La consecuente apertura de nuevos mercados, ha aumentado significativamente en la ultima década, sobretodo en lo que respecta a la proliferación de grandes cadenas alimentarias, como son McDonald’s, Burger King, Taco Bell o Pollo Campero. La sociedad de consumo ha irrumpido en una Guatemala en la que la pobreza económica extrema aun es latente en las calles de las urbes y en las zonas rurales. Viviendo su cotidianidad podemos fácilmente observar como las estrategias publicitarias incitan a la diferenciación social y estereotipan un nuevo modelo social: el de una persona asentada económicamente, que vive en las zonas cerradas de las urbes, y que posee un puesto de trabajo privilegiado económicamente. Algo totalmente diferente a la situación de la mayoría de la población, la cual se concentra en las zonas rurales, dedica su tiempo a actividades agrícolas o ganaderas, trabaja precariamente en las grandes fincas, y posee un bajo nivel de consumo económico.
Lo cual se refuerza en los datos que arroja el Instituto Nacional de Estadística de Guatemala (INE), en la Encuesta Nacional de Empleo e Ingresos del 2012,
[6] que podemos ver a continuación:
Que la agricultura y la ganadería, representen la mayor actividad económica de Guatemala, indica que hay una gran parte de tierra cultivada y una inmensa cantidad de población localizada en zonas rurales. Pero contradictoriamente a esto, nos encontramos con un 29% de población ocupada en régimen de empleado privado, y solo un 10% de población ocupada en el sector agrícola que trabaja por cuenta propia. Lo cual analíticamente nos da pistas sobre la relación entre la actividad agrícola y las empresas transnacionales dedicadas al monocultivo, sobre el que fácilmente podemos deducir que existe una gran concentración en la tenencia de tierras, sobre la cual alerta el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas
[7] de la siguiente manera:
La producción a gran escala aún cubre el 70% de la tierra cultivable, la cual es controlada por el 2% de los terratenientes, mientras que los campesinos propietarios de pequeñas parcelas, principalmente indígenas, sólo acceden a un 2’5% de esta tierra
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Cabe anunciar que el porcentaje es aun mucho menor si analizamos la tenencia de tierra por parte de las mujeres.
Otro dato que nos es alarmante paralelamente a la extensión de los monocultivos, es el aumento de los índices de pobreza extrema e incluso desnutrición, tal como se recoge en el siguiente párrafo:
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Los modelos de desarrollo implementados, además de carecer por completo de planteamiento a largo plazo y poner en grave peligro al medio ambiente, han sumido a aproximadamente la mitad de la población en la pobreza, situación que se ve agravada en el medio rural, donde el 72% de la gente es pobre y el 40% se encuentra en extrema pobreza, y en las comunidades indígenas, que registran un 55% de personas en situación de pobreza.
Lo que evidencia, que la entrada de empresas transnacionales y la extensión de monocultivos, principalmente de caña de azúcar, palma africana, banano y hule, esta directamente relacionada con el aumento de la pobreza. Consecuentemente la desestructuración social provocada por la irrupción de las transnacionales ha provocado que la población rural se vea en una situación de marginación, y con unas condiciones de vida difícilmente aceptables. Por lo que su soberanía alimentaria ha sido gravemente afectada, al igual que su salud debido a los grandes índices de contaminación atmosférica y del agua.
La deforestación masiva de grandes zonas de sabana, como eran los territorios de la Costa Sur o el Petén, ha impactado en el clima, provocando una bajada de precipitaciones, lo que ha reducido considerablemente las reservas de agua. Los caudales de los ríos se han visto reducidos, y con una fuerte erosión.
El agua que se recibe en muchas de las comunidades campesinas y/o indígenas provee de los ríos o afluentes que pasan cerca de ella, esta agua se usa para el consumo y la higiene, y también para el riego de los cultivos. En general, esta agua es la base de la vida de muchas de las personas que viven en las zonas rurales.
Las reservas de agua potable en Guatemala son un recurso en grave peligro de extinción, en muchas zonas urbanas el acceso al agua esta restringido por días, y en las zonas rurales su acceso es mediante pozos y fuentes. Pero el problema de la escasez no reside en la cantidad, sino en su manejo y distribución. En Guatemala no existe una ley que regule el uso y distribución del agua, solamente encontramos el ‘Reglamento de las descargas y reúso de las aguas residuales y de la disposición de lodos’, lo que supone un paraíso para las empresas transnacionales que necesitan del agua para procesar sus productos o para regar sus monocultivos. Lo cual explica la fértil presencia de industrias transnacionales de refrescos (Coca cola, Pepsi, cerveza Gallo…), la gran cantidad de hidroeléctricas (Unión Fenosa), la proliferación de minería a cielo abierto, y la concentración de empresas dedicadas al monocultivo, procesamiento y exportación de banana, palma africana, hule, caña de azúcar, chicle, ajonjolí, café… en las zonas rurales.
El impacto en el agua que han ocasionado todas estas transnacionales en las zonas rurales, es muy alarmante, puesto que la contaminación de ríos, pozos o acuíferos, por uso de pesticidas esta ocasionando graves afecciones en la salud de las personas. Además, y tal como y como se ejemplifica en el caso de la comunidad de ‘El Caserío La Ayuda’, estas empresas utilizan motores de extracción de agua y construyen represas para desviar el caudal de los ríos para el riego de sus cultivos, lo cual ocasiona que en épocas de lluvias las comunidades colindantes se inunden y en época de verano sufran graves sequias.
Otra de las problemáticas surgidas es la proliferación de semillas mejoradas en los cultivos. En lo que respecta a este punto, la empresa de Monsanto se muestra como líder mundial en la mejora genética de semillas, con 674 patentes en biotecnología. Además en Guatemala, el propio Gobierno y algunas organizaciones han estado repartiendo semillas mejoradas dentro de los programas de desarrollo. Lo cual ha ocasionado la pérdida paulatina de muchas semillas criollas, y al contrario de contribuir al mejoramiento de la soberanía alimentaria, ha provocado un descenso en la diversidad de cultivos, reduciendo drásticamente la diversificación en los alimentos que consume la población.
En resumen, destacar que en el contexto de Guatemala, la globalización es un fenómeno fácilmente identificable, puesto que esta inmiscuida en la cotidianidad social, política, económica, y cultural. Y esto es resultado de que Guatemala constituye un país estratégico económicamente por su localización geopolítica, por ser paso de mercancías y personas entre Centroamérica y Norteamérica, por su riqueza ambiental apetecible para el expolio de recursos naturales, y por su diversidad étnica propicia para la mercantilización de la cultura. En conjunto, todos estos factores contribuyen a que Guatemala se postule internacionalmente como un país atrayente para inversiones extranjeras, que intrínsecamente necesitan de su subordinación para su beneficio.
Guatemala: una sociedad globalizada forzosamente
Tal como hemos ido viendo hasta el momento, la realidad de Guatemala se configura a partir de una serie de fenómenos sociales imbricados que sería muy difícil entender si los analizáramos de manera separada. De igual manera la diversidad de adscripciones étnicas, hacen que en el país hayan diferentes maneras de comprender la vida o cosmovisiones, que enriquecen la cotidianidad social.
Las relaciones sociales en Guatemala, tienen una fuerte carga política, que se ve influenciada por una guerra muy reciente, una postguerra nunca reconocida, y una violencia estructural. Además de ello, los mercados financieros se han expandido por todo el país, y la comunicación de masas se ha popularizado en todas las zonas tanto por lo literal como por lo hablado. Las representaciones sociales sobre las que las personas configuran sus propias realidades y que son las principales referencias, han mantenido un dinamismo atado a lo que la política del mercado publicita mediante los diferentes medios de comunicación, otorgando un significado diferente y ajeno a las realidades de las comunidades rurales e indígenas, que no se corresponde ontológicamente a su propia cosmovisión ancestral, y que han servido para configurar nuevos modelos de interacción social a favor del neocapitalismo.
Por ello es importante referirse, aunque sea de forma breve, al modo en el que las personas interactúan en su relación con el entorno. Siendo así, y a partir de la lectura de Adela Cortina,
[9] he considerado destacable recoger un resumen de las tres formas de respuestas sociales que se dan frente al proceso de globalización:
1) La primera de ellas es la reacción denominada como ‘timorata o catastrofista’: desde esta reacción la persona se muestra deseosa de hacer marcha atrás al enfrentarse con algo tan inmenso y sobre lo que no existe un control definitorio. Es una reacción derivada de una representación social de la realidad en la que los cambios se muestran como las pautas a seguir y sobre los cuales las personas se ven incapaces y asustadas por adaptarse a nuevos procesos, por lo que optan por definir la realidad de forma apocalíptica. En la forma de interactuar de la persona en sociedad se da una primacía a lo individual, y refleja ciertas actitudes de miedo o preocupación abrumadora en su relación con las demás personas. Por lo que la persona intenta reducir por todos los medios su contacto social mediante el encierro en un lugar en el que se sienta segura. En la sociedad global actual, este tipo de actitudes son muy prolíficas en determinadas comunidades en las que la globalización se ha experimentado de forma rápida, insegura y con una gran implicación en la vida cuotidiana de las personas.
2) El segundo tipo de reacción es la ‘oportunista’: de carácter más capitalista con énfasis en la acumulación de riqueza económica, este modelo que determina la forma de afrontar la realidad globalizada se presenta en perfecta armonía con el sistema capitalista de consumo, en tanto que la persona está perfectamente adaptada a los nuevos modelos de vida determinados por las transacciones pecuniarias. Existe una prioridad en el interés propio o del grupo, según las situaciones y según los beneficios que devengan de un nivel o de otro, esto se refleja en el hecho de que si formar parte de una comunidad determinada le supone un provecho personal o no. Detrás de esta forma de interacción no hay más principios morales que los del propio bienestar personal. Aunque las personas que encontramos referenciadas en este modelo no colaboran de forma directa con la proliferación o mantenimiento del proceso de globalización, si que las encontramos en la base sobre la que se sustenta. En cierto modo, es reflejo de un tipo de ‘alienación’ social desde el que si que existe un descontento hacia determinadas pautas de la globalización, pero la capacidad de acción para la transformación o cambio se ve tan pormenorizada para la persona, que esta no es capaz de afrontar ningún proceso contrario al devenir global. Podríamos determinar que es la forma en la que reaccionan la mayoría de personas en las sociedades actuales.
3) El tercer modo de reacción es la ‘ética’: en esta se encuentra reflejada una minoría de la población que si que cree en la transformación social hacia nuevas formas de interacción más relacionadas con los valores de justicia global. En relación, se da una primacía al pensamiento colectivo sobre el individual, que busca la constitución de una ‘ciudadanía social organizada’ en la que se de una alta participación e implicación en la esfera social orientada al bienestar humano y ecológico en términos globales. No va en contra del proceso de globalización, pero si busca el cambio de una globalización económica a una más social, justa e igualitaria.
Ahora bien, una vez que tenemos recogidas estas tres formas de afrontar la globalización, pasemos a un análisis más concreto de la sociedad guatemalteca. Cada una de estas reacciones la podemos encontrar en diferentes actos personales y colectivos, según sea nuestro objetivo en la investigación. Pero lo que en la presente investigación nos interesa es observar como estas respuestas se entremezclan entre ellas, y dan como resultado una respuesta colectiva organizada desde el malestar individual. Por eso es importante, destacar que estas tres formas de respuesta lejos de proponerse como ‘tipos ideales’,
[10] se alejan de ello y nos dan indicaciones que nos sirven para entender las pautas sociales manifestadas por el impacto directo de la globalización.
Según Edelberto Torres, pensador guatemalteco del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), “la sociedad guatemalteca se parece a un edificio extraño de lejos, desagradable de cerca y que produce la impresión que está a punto de implosión”.
[11] El edificio esta estructurado en 5 pisos: 3 en la superficie y 2 en la parte inferior (sótanos). Estos sótanos se encuentran casi ocultos, pero sin los cuales difícilmente se sostendría la estructura. Esta metáfora de la sociedad guatemalteca con una estructura vertical, también nos habla de jerarquías y clases sociales.
A medida que ascendemos en el edificio, nos vamos encontrando con mucha más limpieza, riqueza y lujos, pero cada vez hay menos personas y están mas alejadas de la base. Lo que nos indica que el país esta sumido en una pobreza estructural de la que difícilmente es posible salir, que es mayoritaria en cantidades de miles de personas y que realmente son las que sustentan las bases de la sociedad.
Siguiendo la clasificación que este autor hace: en los dos sótanos inferiores del edificio, con muy poca distancia nos encontraríamos con el ‘estrato bajo extremo’ y el ‘estrato bajo’, en una situación de ostracismo institucional, que a pesar de estar configurado por la mayor parte de la población, tienen muy poca o ninguna incidencia en aspectos políticos y económicos del país. Entre estos dos pisos y los siguientes encontraríamos una gran distancia, y es que en los siguientes pisos se encuentra la minoría de la población en condiciones de bienestar. El primer piso de la superficie estaría habitado por el ‘estrato medio bajo’, que mantienen una relación directa con el sistema capitalista pero que a su vez son explotados por el mismo. El segundo nivel de la superficie nos encontramos con el ‘estrato medio’ que incluyen a la ‘pequeña burguesía’, formada básicamente por profesionales liberales con un nivel educativo medio alto, que son el publico objetivo de la sociedad de consumo. Y por ultimo en el piso superior, estaría la ‘élite’ de la sociedad, que en la sociedad guatemalteca es fácilmente identificable por ser literalmente los ‘dueños del país’. Eso si, es importante destacar que en este edificio la movilidad social es muy reducida y nunca colectiva, sino individual, por eso es tan influyente la competitividad. Entre las distancias que separan los diferentes pisos, nos encontramos todos aquellos peldaños que uno a uno nos van describiendo los prejuicios que sujetan discriminaciones tanto por cuestiones culturales como económicas, las cuales son el germen del estancamiento que imposibilita la movilidad social ascendente.
Transversalmente aun se sienten los efectos de una cultura heteropatriarcal, manifestado en la sumisión de la mujer y marginación de colectivos de diversidad sexual e identitaria. Pero también del colonialismo, ejemplificado por determinadas familias que aun en la actualidad se resisten por conservar la ‘pureza de su sangre’ de origen español. Todo ello asentado en el sistema de desigualdades que a lo largo del tiempo se ha ido forjando en el interior de la sociedad, por ello:
La estratificación guatemalteca es la expresión polarizada de sus múltiples desigualdades, una de cuyas manifestaciones, la más utilizada por su valor descriptivo apunta a la dinámica de las inclusiones/exclusiones que mueve las relaciones sociales de la población [12]
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Pero sobretodo, lo que si que es importante destacar es que Guatemala es un país pobre económicamente en relación al poder económico de la mayoría de la población, pero es un país rico ambientalmente, culturalmente y organizativamente. Tantos años de resistencia y lucha que aun en la actualidad persisten son ejemplo de ello, y esto es lo vemos claramente reflejado en el papel del Comité de Unidad Campesina (CUC), que constituye un referente de lucha social y política en el país.