Las principales corporaciones verdeamarelhas se despliegan en el mercado global a partir de la internacionalización de sus inversiones. El país oriental es un fuerte caso testigo En 2003, el ex presidente Lula Da Silva alentaba a empresarios a realizar inversiones fuera de Brasil. Les decía: “¡Por el amor de Dios, anímense a ser transnacionales! Miren quién se los dice…”, recibiendo un fervoroso aplauso en una conferencia en el Sheraton de Buenos Aires. La arenga tomó cuerpo recién con la sobrevaluación del real y la búsqueda de nuevos costos productivos a partir de 2006.
Con esta lógica, Brasil se impulsó al mundo global no sólo buscando colocar sus productos, que por cierto crecieron en la región, sino propiciando la instalación de empresas en otros países. Así, desde hace más de un lustro, las principales corporaciones brasileñas se despliegan a partir de la internacionalización de sus inversiones, avanzando en diversos rubros y países.
Tal como se comprometió Lula en ese momento, su gestión estuvo aliada a este proceso de transnacionalización, apoyando tanto a grandes como Gerdau y Ambev o a pequeñas redes como la paulista Mister Sheik. Obviamente, esta salida extraterritorial se dio esencialmente en los países del continente americano, con inversiones combinadas entre el gobierno y el sector privado, que en los últimos años superaban los 7,5 mil millones de dólares.
A través de herramientas de financiamiento con tasas subsidiadas, para inversiones de las firmas brasileñas en el exterior, fue la forma de plasmar las políticas de Estado a la expansión de las empresas. De hecho Petrobras aportó 3,8 mil millones de dólares y el Bndes (Banco Nacional de Desarrollo) otros 3 mil millones de dólares en más de 20 emprendimientos.
Como dato, el Bndes, principal ente oficial de fomento, cuenta con una oficina regional en el Uruguay, desde donde aportó capitales para la compra de Saman por parte de Camil y también a adquisiciones de Marfrig en la industria frigorífica, tal como lo ha hecho con otros negocios en el país oriental y en la región.
Este dato no es menor, porque el grupo Marfrig ya compró cuatro empresas en Uruguay (Cledinor, Tacuarembó, Colonia e Inhale). Siendo hoy la principal firma en la industria cárnica de ese país, con una capacidad de faena de 3.900 cabezas de ganado por día. A lo que se suman JBS y PUL (Minerva), marcando una hegemonía brasileña en el sector.
Si a la capacidad productiva de Marfrig, le sumamos la de JBS (de 1.100 cabezas) y la de PUL (Minerva) que realizó inversiones para alcanzar las 1.400 cabezas por día, sólo las tres empresas abarcan el 36 por ciento de la producción cárnica uruguaya, tal como lo informa el Instituto Nacional de Carnes de ese país.
La absorción de este sector de la economía uruguaya, le permite a Brasil competir en el mercado mundial de carnes, incluso con gigantes como las estadounidenses Tyson Foods y Cargill, a partir de la explotación del ganado uruguayo. Punto que no se agota en este negocio.
En el caso de la cerveza, la empresa Ambev, que surgió de la fusión de las emblemáticas Brahma y Antártica, se constituyó en un gigante de las bebidas, ubicándose en la disputa del mercado mundial. La corporación brasileña compró Norteña y Salus (y también Quilmes al grupo Bemberf en Argentina, propietario de Pilsen) acaparando el negocio maltero-cervecero del Uruguay.
Y si seguimos el monitoreo en la banda oriental, otro motor de la internacionalización brasileña es la estratégica Petrobras, que ha realizado inversiones en Bolivia, Perú y Ecuador. En el caso uruguayo, la petrolera maneja casi un centenar de estaciones de servicios y la distribución de gas.
Lejos de preocuparse, el gobierno uruguayo incentiva la radicación de inversiones brasileñas, de hecho, el presidente José Mujica propiciaba la inserción en la rama de siderurgia, para lograr que Uruguay se convierta en exportador de mineral de hierro a partir de los capitales que se radiquen allí.
Esa imagen de Gigante del Sur tiende a hacerse realidad con la presencia de inversiones brasileñas prácticamente en todos los países del continente americano, y como base para la proyección de sus productos, necesita reforzar las inversiones en los agronegocios, tal como se ve en Uruguay.
A su vez, los acuerdos recientes con Argentina, en infraestructura y energía, refuerzan el abastecimiento a las empresas brasileñas, a fin de garantizarles costos medios más bajos. Todo un proceso que avanza y es un desafío comprender y darse estrategias compensatorias ante esa tendencia de la séptima economía mundial hacia sus países vecinos
Con esta lógica, Brasil se impulsó al mundo global no sólo buscando colocar sus productos, que por cierto crecieron en la región, sino propiciando la instalación de empresas en otros países. Así, desde hace más de un lustro, las principales corporaciones brasileñas se despliegan a partir de la internacionalización de sus inversiones, avanzando en diversos rubros y países.
Tal como se comprometió Lula en ese momento, su gestión estuvo aliada a este proceso de transnacionalización, apoyando tanto a grandes como Gerdau y Ambev o a pequeñas redes como la paulista Mister Sheik. Obviamente, esta salida extraterritorial se dio esencialmente en los países del continente americano, con inversiones combinadas entre el gobierno y el sector privado, que en los últimos años superaban los 7,5 mil millones de dólares.
A través de herramientas de financiamiento con tasas subsidiadas, para inversiones de las firmas brasileñas en el exterior, fue la forma de plasmar las políticas de Estado a la expansión de las empresas. De hecho Petrobras aportó 3,8 mil millones de dólares y el Bndes (Banco Nacional de Desarrollo) otros 3 mil millones de dólares en más de 20 emprendimientos.
Como dato, el Bndes, principal ente oficial de fomento, cuenta con una oficina regional en el Uruguay, desde donde aportó capitales para la compra de Saman por parte de Camil y también a adquisiciones de Marfrig en la industria frigorífica, tal como lo ha hecho con otros negocios en el país oriental y en la región.
Este dato no es menor, porque el grupo Marfrig ya compró cuatro empresas en Uruguay (Cledinor, Tacuarembó, Colonia e Inhale). Siendo hoy la principal firma en la industria cárnica de ese país, con una capacidad de faena de 3.900 cabezas de ganado por día. A lo que se suman JBS y PUL (Minerva), marcando una hegemonía brasileña en el sector.
Si a la capacidad productiva de Marfrig, le sumamos la de JBS (de 1.100 cabezas) y la de PUL (Minerva) que realizó inversiones para alcanzar las 1.400 cabezas por día, sólo las tres empresas abarcan el 36 por ciento de la producción cárnica uruguaya, tal como lo informa el Instituto Nacional de Carnes de ese país.
La absorción de este sector de la economía uruguaya, le permite a Brasil competir en el mercado mundial de carnes, incluso con gigantes como las estadounidenses Tyson Foods y Cargill, a partir de la explotación del ganado uruguayo. Punto que no se agota en este negocio.
En el caso de la cerveza, la empresa Ambev, que surgió de la fusión de las emblemáticas Brahma y Antártica, se constituyó en un gigante de las bebidas, ubicándose en la disputa del mercado mundial. La corporación brasileña compró Norteña y Salus (y también Quilmes al grupo Bemberf en Argentina, propietario de Pilsen) acaparando el negocio maltero-cervecero del Uruguay.
Y si seguimos el monitoreo en la banda oriental, otro motor de la internacionalización brasileña es la estratégica Petrobras, que ha realizado inversiones en Bolivia, Perú y Ecuador. En el caso uruguayo, la petrolera maneja casi un centenar de estaciones de servicios y la distribución de gas.
Lejos de preocuparse, el gobierno uruguayo incentiva la radicación de inversiones brasileñas, de hecho, el presidente José Mujica propiciaba la inserción en la rama de siderurgia, para lograr que Uruguay se convierta en exportador de mineral de hierro a partir de los capitales que se radiquen allí.
Esa imagen de Gigante del Sur tiende a hacerse realidad con la presencia de inversiones brasileñas prácticamente en todos los países del continente americano, y como base para la proyección de sus productos, necesita reforzar las inversiones en los agronegocios, tal como se ve en Uruguay.
A su vez, los acuerdos recientes con Argentina, en infraestructura y energía, refuerzan el abastecimiento a las empresas brasileñas, a fin de garantizarles costos medios más bajos. Todo un proceso que avanza y es un desafío comprender y darse estrategias compensatorias ante esa tendencia de la séptima economía mundial hacia sus países vecinos
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