La guerra no es más que un asesinato en masa, y el asesinato no es progreso. Alphonse De LamartineVICKY PELAEZ / RIA Novosti – Cuidaron especialmente que todo quede grabado para la historia, y lo transmitieron en vivo y directo, el horror segundo a segundo como si quisieran mostrar al mundo el poder de la hiena ensañándose con la victima caída, pero cuando ya no cabía nada más para el asombro, entre la horda de victimarios se escucharon los gritos de dolor, la metralla persistente y también las voces, claras y nítidas diciendo en perfecto castellano y con acento sudamericano: ¡mátenlo ya, maten ya a ese hijo’ e puta!, deja que lo fusilen!
Estaban
en el otro lado del planeta, en Libia donde la estadística de residentes hispanoamericanos es casi es nula, y allí entre la multitud de linchadores, como un muñeco desarticulado y ensangrentado el presidente Muamar Gadafi. Después se supo que un comando de la OTAN lo había herido de bala en las dos piernas y después lo entregaron al grupo de milicianos que lo golpeo y hasta violo con cuchillo, para luego matarlo de dos balazos uno en la cabeza y otro en el pecho
La reacción del mundo fue de repudio especialmente del presidente norteamericano Barack Obama y del primer ministro ruso Vladimir Putin, aunque la reacción de la secretaria de Estado norteamericano Hillary Clinton pasará a la historia diciendo visiblemente satisfecha y sonriendo: ¡Wow, wow, confirmen que ya lo capturamos! Luego diría “We came, we saw, he died”.
Muchos titulares en medios latinoamericanos decían “Los asesinos de Gadafi hablando español, ¿eran contratistas o paracos (paramilitares)? Realmente no es extraña la presencia de contratistas o mercenarios de diferentes países latinoamericanos en el Medio Oriente.
Tras la invasión a Irak y la matanza de contratistas norteamericanos en Faluya sucedió lo que se llamó la privatización de la guerra y fueron llevados ex soldados desde Chile, Perú, Hondureños, colombianos y ecuatorianos con pagas muy baratas hasta Irak y Afganistán.
Tras un escándalo en Perú por la extraña muerte de uno de ellos en Irak, (se le había generalizado un cáncer en todo el cuerpo en menos de un mes, dijeron sus familiares) se supo que a estos les pagaban mil dólares al mes mientras que los mercenarios norteamericanos cobraban 10 mil dólares por semana.
Ya el 6 de julio pasado Jaled Kaim el entonces vice canciller de Libia dijo a Prensa Asociada que el ‘gobierno libio tiene evidencias de que mercenarios colombianos financiados por el occidente y sus aliados árabes se han unido a los combatientes rebeldes que tratan de avanzar hacia Trípoli”.
La muerte de Gadafi era una muerte anunciada ya desde hace mucho. En el 2007 el general Wesleey Clark declaró en la Radio Pública “Democracy Now” en Nueva York que después del 11 de setiembre del 2001, el gobierno del presidente Bush estaba preparándose para invadir Afganistán, Irak, Libia Siria, Líbano, Somalia, Sudan e Irán
Gadafi marcó su destino desde el momento en 1969 cuando destronó al rey Idris. Tras hacerse del poder lo primero que hizo fue cerrar una de las más grandes bases norteamericanas en África Wheelus Air Base y empezó el programa del Socialismo Islámico en Libia.
Unificó a 150 tribus que siempre habían estado en guerra uno contra otro, pero nunca logró su afán de crear una Unión Panafricana. De acuerdo a informes de las Naciones Unidas, hasta ese momento, Libia vivía en el feudalismo donde solo el 20 por ciento de la población sabía leer y escribir, y la transformo en uno de los países más ricos de África con el más alto coeficiente de desarrollo humano. Salud y Educación gratuita fue su mayor logro, al momento de su caída el 25 por ciento de la población era graduados universitarios.
Gadafi pudo dar bienestar al país debido al petróleo cuyas reservas es 42 mil millones de barriles y con uno de los costos más baratos de producción: un dólar por barril. Toda la ganancia se depositaba en el Banco del Estado. También invirtió en carreteras, infraestructura pública, proyectos de irrigación y construcción de la vivienda gratuita para su pueblo.
En su política exterior se identificó en los años 1970 con la lucha del pueblo palestino y con los movimientos de liberación nacional en África. Tuvo excelentes relaciones con los países socialistas. Todo esto siempre irritó a los grandes y poderosos. Ronald Reagan lo llamó “perro rabioso de África” e hizo todo lo posible para sacarlo del poder sin éxito.
Después del derrumbe de la URSS, Gadafi decidió acercarse a los más poderosos para asegurar su supervivencia, recibiendo del presidente Bush el apodo “nuestro bastardo”. Ingenuamente creyó en sus “nuevos amigos” y sus declaraciones de apoyo. Para mostrar su buena voluntad desarmó su país quedándose inclusive sin proyectiles tierra – aire.
Recibió inclusive a los presos de al Qaeda que los aviones de la CIA llevaban a Libia para su tortura. También inició programas neoliberales abriendo Libia para las transnacionales
Lo que olvidó Gadafi fue que las potencias no tienen amigos eternos sino intereses nacionales que nunca cambian y atacan a los países desarmados. Así al final del 2009 empezó a crecer a pasos agigantados en la zona petrolera en el noroeste de Libia en la ciudad de Bengazi, el movimiento al Qaeda, perdiendo Gadafi el control de esta región en 2010. Posteriormente con el apoyo de Francia, EE.UU. Italia comenzó, lo que Barack Obama llamó, la continuación de la “revolución árabe”, orquestada por la OTAN.
Gadafi fue acusado de bombardear Bengazi, sin que esto fue nunca fuera comprobado, y las Naciones Unidas permitieron la intervención aérea para proteger a la población. Con 40.000 bombardeos mataron cerca de 70.000 personas y la ciudad natal de Gadafi, Sirte fue destruida por completo al estilo del bombardeo de Dresden por los EEUU en 1945.
Ahora el Consejo Nacional de Transición que tomó el poder está compuesto por diferentes grupos rebeldes rivales dominado por al Qaeda, apoyados por los Estados Unidos a pesar de que este movimiento fue declarado enemigo número uno de Norteamérica.
Pero “business es business” y el primer ministro inglés Cameron dijo a los empresarios a ponerse los ternos (suits) para ir a Libia. La era del saqueo del país ha sido anunciada. Pero todavía nadie sabe el desenlace final, la historia recién comienza.
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