Por Benjamín Castro
Ahora que visita a México el presidente brasileño Ignacio “Lula” da Silva, es necesario saber algunas cosas no tan limpias de ese mandatario. Sobre todo porque está en juego la creación de otra organización de países latinoamericanos en la cual Lula tendrá, definitivamente, mucha influencia.
Lula es uno de esos gobernantes que maneja una imagen progresista y popular y al mismo tiempo lleva a cabo una alianza con los intereses financieros mas oscuros y antipopulares del mundo. Lula es, como dicen algunos, “el padre de los trabajadores y la madre de los banqueros”.
De hecho, en este momento su gobierno esta sirviendo de flotador a los quebrados bancos británicos y europeos que se están hundiendo y gracias a Brasil y a sus sacrificios económicos pueden fingir que siguen solventes.
Lula llegó al poder en el 2003 con el apoyo de su partido el Partido de los Trabajadores (PT), pero también con el de un grupo de banqueros internacionales que querían hacer de él un “modelo” de un gobernante de izquierda que impone sus políticas financieras.
Dentro de este grupo de banqueros se destaca Banco Santander y el empresario brasileño Mario Garnero, vinculado fuertemente a los intereses de la Casa Rothschilds, de la rancia oligarquía europea y de Inglaterra. Garnero –quien es considerado “mi cuarto hijo” por Jacobo de Rothschild –, fue el encargado de conseguir la aprobación de Lula para el gobierno de George Bush Jr en Washington y fue el que arregló que el presidente “izquierdista” fuera bien visto y bien recibido en Wall Street.
A partir de entonces, el "modelo Lula" fue impuesto en muchas naciones.
Cuando en México, Andrés Manuel López Obrador tenía todo el apoyo de grupos como Televisa o algunos magnates como Carlos Slim durante una parte de su campaña electoral, fue porque estos círculos pensaban que podrían hacer de él “otro Lula”, confeccionado por Manuel Camacho.
López Obrador no se prestó al juego y todo esos intereses le voltearon la espalda y usaron todo su poder en su contra en una despiada campaña.
La política de Lula ha sido la de llevar a cabo la “reformas estructurales” que los banqueros exigen y la de convertir a su país en un paraíso para la depredación y el saqueo, al mismo tiempo en que, con el margen que le queda impulsa políticas como el desarrollo nuclear, acuerdos de infraestructura con China o Rusia, etc.
La entrega de los yacimientos petroleros a través de la privatización de Petrobras es el mejor ejemplo de la alianza de Lula con los banqueros y petroleros británicos y americanos.
Su intento de volver a nacionalizar es expresión de lo contrario.
Sin embargo, la parte mas cruel de la alianza de Lula con los intereses británicos es el “carry trade” de Brasil.
Esto es, la política de pagar intereses hasta de 16% a las inversiones extranjeras en el mercado de deuda local a los banqueros que reciben préstamos de sus gobiernos a un 1% de intereses. Además, la continua revaluación del real brasileño hace que esos banqueros obtengan ganancias hasta de un 27% por cada euro o dólar que invierten en Brasil. En pocas palabras: saqueo financiero.
Por supuesto, Lula le exprime a la población todas esas ganancias que le entrega a los banqueros mediante la reducción constante de su nivel de vida, del gasto social y el crecimiento de la economía.
A cambio de esto, los bancos como Santander o la familia Rotschild le dicen al mundo que Brasil “es la mejor economía del mundo…la última que entró en la crisis y la primera que saldrá de ella”. Es más, hasta le dieron la organización de los Juegos Olímpicos.
El problema para Lula es que hoy esos banqueros están en bancarrota.
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