El continente africano es rico en manglares, los cuales cubren más de 3,2 millones de hectáreas, desde Mauritania hasta Angola en la costa atlántica y desde Somalía hasta Sudáfrica en la costa del Océano Índico.
Los bosques de mangles tienen un enorme valor para las comunidades costeras que encuentran en ellos sus medios de vida. Si bien se las define como “pobres” en las estadísticas oficiales, las comunidades que viven en zonas de manglares en buen estado tienen lo que a muchas personas de las ciudades les falta: alimentos variados y abundantes. Los manglares suelen satisfacer muchas de sus necesidades, a menudo complementadas con otras actividades productivas como la agricultura, la cría de aves de corral, la apicultura, etc. La madera de mangle tiene muchos usos, como estacas y trampas para peces, construcción de embarcaciones y remos, cercas, tallas, madera de construcción, combustible y tantos otros.
El manglar del delta del río Rufiji es un buen ejemplo de lo antedicho. Situado en el sur de Tanzania, el delta es el más grande de África oriental y contiene el mayor manglar de estuario de la costa marina oriental del continente africano. La región del delta está habitada por más de treinta mil personas que viven, cultivan y pescan en sus fértiles tierras y ricas pesquerías. De estas últimas proviene más del 80 por ciento de las exportaciones de camarones de Tanzania, que consisten íntegramente en camarones silvestres.
La importancia de los manglares para las comunidades locales se vuelve aún más clara cuando se los degrada o desaparecen. En el caso de Senegal, entre las muchas especies que viven en el manglar de Casamance figuran ostras, camarones, tilapias, barracudas y bagres, pero ahora que el manglar se ha degradado “sólo se encuentran peces grandes, así como camarones y ostras, pero ya no se encuentran bagres ni otras variedades que había antes en abundancia”.
La disminución de las poblaciones de peces ha afectado en especial a las mujeres que venden pescado a granel: “Las mujeres están muy relacionadas con la economía pesquera de la región. Vendemos pescado, camarones y ostras en el mercado y con esto podemos ganar hasta US$ 20 por día, lo cual es muy ventajoso para nuestras familias. Ahora nos es difícil ganar incluso US$ 4 por día en los mercados de Ziguinchor, porque hay muy poco pescado para vender”.
La desaparición de los mangles también es perjudicial para los cultivos. Si hay menos mangles, hay más sal en el agua, y esto impide plantar arroz. “Ahora, cuando plantamos el arroz, éste no crece, de tanta sal que tiene el agua”.
En lo que respecta a la biodiversidad, los manglares cuentan con pocas especies de árboles (entre 6 y 10), lo cual puede llevar a pensar que son pobres en diversidad biológica. En realidad, sucede exactamente lo contrario: los manglares son un ecosistema único e irremplazable, que alberga una biodiversidad increíble y se ubica entre los ecosistemas más productivos del mundo. Las raíces aéreas de sus árboles forman una red compleja donde vive una multitud de especies animales (peces, moluscos, crustáceos), y funcionan como zonas de apareo, refugio y vivero para un gran número de otras especies. Las enormes cantidades de peces e invertebrados que viven en esas aguas costeras proveen alimento en abundancia a monos, tortugas y aves acuáticas. Los manglares son además un punto importante para muchas aves migratorias.
Numerosas especies animales utilizan las 7.200 hectáreas de manglar de Baly Bay para anidar, descansar y alimentarse. Situado en la costa occidental de Madagascar, ese manglar constituye un hábitat importante para varias especies de cangrejos y camarones.
Según algunas estimaciones, más del 60% de los peces que se capturan entre el Golfo de Guinea y Angola se crían en el cinturón de mangles del delta del Níger. Durante muchas generaciones, las comunidades que allí viven han manejado el manglar de manera sustentable. Esto ha sido posible gracias a su profundo conocimiento del ecosistema, transmitido de generación en generación.
Sin embargo, varios cambios ocurridos durante las últimas décadas han provocado la destrucción o la degradación de los manglares en muchos países. Los dos procesos que se observan son la destrucción total y la degradación, y ambos suelen estar relacionados.
En algunos casos, la destrucción total puede deberse a la urbanización, a los grandes emprendimientos turísticos, a la producción de arroz o a la erradicación del manglar para substituirlo por la cría industrial de camarones. Según la FAO, África ha perdido unas 500.000 hectáreas de manglar durante los últimos 25 años.
En otros casos, la deforestación parcial se ve agravada por la degradación del manglar (aunque la mayoría de los árboles queden en pie), debido a actividades como la explotación petrolera o la minería. La instalación de oleoductos, sistemas de exploración sísmica y minas a cielo abierto provocan deforestación, mientras que los derrames de petróleo, la quema de gases y los vertederos de desechos degradan el ecosistema en su conjunto. Otra causa importante de degradación “invisible” es el empleo de agrotóxicos en los cultivos agrícolas de las cercanías, pues dichos productos químicos terminan desembocando en el ecosistema y ocasionan graves daños a la biodiversidad del manglar y a los medios de vida de sus pobladores.
En lo referente a la degradación, ha habido grandes derrames de petróleo que devastaron los ríos, mataron los mangles y los seres vivos de la costa y afectaron la salud y la subsistencia de millones de personas. Si bien esto ha sucedido en varios países de África oriental y occidental, el caso del delta del Níger es probablemente el peor. Como lo denunció Amnesty International, las comunidades de la zona dependen de “la tierra y los cursos de agua naturales para su sustento. Ahora, deben beber, cocinar y lavar con agua contaminada y comer pescado contaminado con toxinas. Han perdido sus campos e ingresos debido a los derrames de petróleo, y el aire que respiran apesta a petróleo, a gas y a otros contaminantes”.
Otra forma de degradación del manglar proviene de la sobreexplotación de sus recursos, tanto de los propios árboles como de los peces y otros seres acuáticos que allí viven. En África, la extracción excesiva de madera de mangle ha sido relacionada con el ahumado de pescado, los materiales de construcción, el combustible y la producción de carbón.
En este contexto, habría que esforzarse por lograr el uso sostenible de los manglares existentes, la restauración de las zonas degradadas y la replantación de bosques de mangles en todos los lugares en que sea posible y viable.
Para que esto sea posible, es necesario empezar por identificar y atacar todas las causas directas y subyacentes de la desaparición y degradación de los manglares. A este respecto es importante señalar que, si bien la mayoría de las primeras ya han sido identificadas, las segundas siguen siendo objeto de debates y requieren mayor estudio. Un análisis de este tipo es fundamental para evitar caer en respuestas fáciles, como echar la culpa a “la pobreza” o al “crecimiento demográfico”, ocultando el papel que han representado los gobiernos, las instituciones internacionales y las corporaciones en la pérdida y degradación de los manglares.
Al ocuparse de los problemas existentes sería conveniente prevenir la aparición de otros. A este respecto, habría que adoptar e implementar políticas para detener la expansión de la cría industrial de camarones, que está viendo en los manglares africanos una nueva oportunidad de hacer negocios sin preocuparse mayormente del ecosistema. Los impactos ambientales y sociales de esa actividad ya han sido bien documentados en todos los países en los que se ha establecido, en especial en Latinoamérica y Asia. En un país tras otro, el resultado es que la cría industrial de camarones destruye los manglares, la biodiversidad y los medios de vida de las poblaciones locales. Los impactos de los pocos casos de cría industrial de camarones que existen en África deberían también servir de base para convencer a los gobiernos sobre este punto.
Hay que lograr que los manglares africanos sigan cumpliendo la función que siempre tuvieron: garantizar el sustento de los pobladores a través de la conservación y el uso sensato de su rica diversidad biológica.
Versión resumida de “African mangroves: their importance for people and biodiversity”, por Ricardo Carrere, editorial de “The relevance of mangrove forests to African fisheries, wildlife and water resources”, Nature & Faune, volumen 24, número 1. El artículo completo, con notas al pie, fuentes citadas y referencias, está disponible en ftp://ftp.fao.org/docrep/fao/012/ak995e/ak995e00.pdf
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