Ecoestrategia-IPS, 10 de febrero, 2010.- Trescientas organizaciones no gubernamentales que agrupan a 25 millones de miembros están llevando a cabo la campaña “Salvemos nuestras semillas” (Save our seeds), una iniciativa que lucha por mantener en Europa los cultivos convencionales y orgánicos libres de organismos genéticamente modificados (OGM).
Para tal fin, este movimiento ha presentado a la Comisión Europea (CE), órgano ejecutivo de la Unión Europea (UE), una petición para restringir el uso de organismos genéticamente modificados y evitar así la contaminación “accidental o técnicamente evitable” de semillas puras que son, según las ONG, “la base de la seguridad alimentaria y el patrimonio más antiguo de la humanidad”.
Esta petición ha sido respaldad también con la firma de otros 300 mil ciudadanos europeos que no son miembros de las organizaciones que conforman “Salvemos nuestras semillas”, como Amigos de la Tierra, Ecologistas en Acción, el Sindicato Agrario Vasco, la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos, o la Confederación de Consumidores y Usuarios, en el caso de España.
Según el ecologista alemán Benedikt Haerlin, director de la campaña global “Salvemos nuestras semillas”, la biodiversidad, ya en rápido declive a consecuencia del cambio climático y de la agricultura intensiva, padece también la amenaza de la modificación genética de semillas, dado que está al inicio de la cadena agrícola y puede propagarse por toda ella”.
Los organismos genéticamente modificados son aquellos cuyo material genético es manipulado en laboratorios donde han sido diseñados o alterados deliberadamente con el fin de otorgarle alguna característica específica. Comúnmente se los denomina transgénicos y son creados artificialmente por ingenieros genéticos.
En declaraciones a la agencia informativa IPS, el líder ambientalista afirmó que “el impacto más importante de la agricultura transgénica radica en las condiciones sociales y económicas de los cultivadores. En general, vuelve a los cultivadores dependientes del gran negocio agroquímico, y también provoca conflictos entre campesinos y propietarios de la tierra”.
Contaminación transgénica
En septiembre del año 2004, la Comisión Europea buscó la aprobación de una directiva que permitiera hasta 0,7 por ciento de organismos genéticamente modificados en las semillas de maíz y canola (planta utilizada para la elaboración de aceite vegetal y biodiesel) sin etiquetar.
Pero tras feroces protestas de agricultores orgánicos y entidades ambientalistas la Comisión Europea se vio obligada a retirar la propuesta. Desde entonces, el órgano de la UE no ha presentado ninguna recomendación nueva.
Algunos comisarios, como Stavros Dimas, que entre 2004 y 2009 estuvo a cargo del Medio Ambiente, incluso cuestionaron que fueran necesarios los topes. Aunque el mandato de la actual Comisión terminó en octubre, Dimas todavía se desempeña como comisario ambiental hasta que se aprueben nuevas autoridades.
Según Haerlin, decir que esa contaminación con transgénicos es “accidental o técnicamente inevitable” es engañoso. “Para forraje o incluso para alimentos, que la contaminación genética inferior a 0,9 por ciento no esté declarada puede ser aceptable. Por lo menos, puedo estar seguro de que esa contaminación no se extenderá a otras áreas de la vida”.
Pero no ocurre lo mismo en el caso de las semillas, explicó Haerlin. “Las semillas transgénicas pueden contaminar los cultivos de campesinos y granjeros que se oponen a ellas. Luego de la contaminación, se verán obligados a demostrar el origen de la contaminación”, señaló el ecologista.
“Los agricultores que usan lo que creen son semillas orgánicas, pero que han sido genéticamente contaminadas, continuarán usando parte del cultivo contaminado como semillas para la siguiente temporada, y multiplicarán y propagarán la contaminación”, sostuvo Benedikt Haerlin.
Acusan a las multinacionales
Haerlin, quien también trabaja en la Fundación Alemana para el Futuro de la Agricultura, acusó además a los gigantes agroquímicos que controlan el mercado de semillas transgénicas de usar “las puertas traseras y la mala legislación para colocar sus semillas en el mercado. Saben que de otro modo no venderían sus semillas”.
Advirtió que la investigación y el desarrollo en la agricultura tiene lugar “cada vez más sólo en los laboratorios químicos, y no en el campo, y se concentran en apenas un puñado de empresas”. Por esta causa, las semillas orgánicas tradicionales están desapareciendo, con unas consecuencias ambientales enormes y extremadamente peligrosas.
Según expertos en ambiente y agricultura, hace 25 años había por lo menos 7.000 productores de semillas en todo el mundo, y ninguno de ellos controlaba más de uno por ciento del mercado global. Actualmente, luego de una serie de adquisiciones, 10 importantes multinacionales de la bioquímica, entre ellas Monsanto, DuPont-Pioneer, Syngenta, Bayer Cropscience, BASF y Dow AgroSciences, controlan más de 50 por ciento del mercado de las semillas.
“A fin de mejorar sus ganancias, todas ellas aplican una estrategia para incrementar su control del mercado: imponen a los agricultores de todo el mundo la llamada integración vertical de insumos, desde semillas hasta fertilizantes y pesticidas, todos de una misma marca”, explicó Haerlin.
El objetivo final de la campaña “Salvemos nuestras semillas”, es lograr la prohibición de las semillas transgénicas.
Más información en: http://www.saveourseeds.org/int/spain
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