En la adolecencia, Margarita Hurtado tomó decisiones que marcaron la senda por donde caminaría toda su vida: cambió las comodidades que su familia le permitía para unirse en lo que ella creía, la aventura consciente de la revolución.
Por Luis A. Molina
Margarita Hurtado Paz y Paz nació el 26 de junio de 1957 en el seno de un hogar con fuertes inclinaciones al arte y de ideas progresistas: su padre, el reconocido médico Juan José Hurtado, y su madre, Elena Paz y Paz, dedicada a la plástica. Margarita era la cuarta de cinco hermanos.
Sus primeros años de estudio transcurrieron en el colegio Monte María y tras un viaje a Estados Unidos se matriculó en el Colegio Americano. Es en este punto cuando cambia de rumbo, por decisión propia, Margarita, a los 15 años, se traslada al Instituto Nacional Centro América (INCA). Entra en contacto con organizaciones de estudiantes con fines políticos, como la Federación de Estudiantes de Secundaria. Dentro de su círculo de amigos se encontraba el conocido líder estudiantil Robin Garcia. “Margarita cambió su cuna de maderas finas por la aventura consciente de la revolución”, entiende Sergio Mendizábal, amigo cercano.
Casi al final del bachillerato, Hurtado participó en la comunidad de jesuitas de la zona 5, quienes alfabetizaban como parte de su labor social. Allí se inició en la pedagogía Freire o pedagogía del oprimido, utilizada por los seguidores de la teología de la liberación en asuntos educativos. “La aplicó más tarde durante su militancia revolucionaria, llevando ella misma educación a comunidades del occidente del país”, recuerda Enrique Corral, director general de la Fundación Guillermo Toriello.
En los años setenta ingresó a la Universidad de San Carlos donde estudió el primer año de Ciencias Políticas, pero en esa época su acercamiento a los movimientos estudiantiles la encaminó hacia la militancia armada uniéndose al Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP). En Huehuetenango se enfocó en el aspecto formativo de varias comunidades. “Esto hizo que los ‘mamines’, o guías mayas la incorporaran de lleno en su sociedad”, relata Corral.
Durante varios años vivió en la clandestinidad y en esas circunstancias nacieron sus dos hijos, Ernesto y Mónica. “Viajó por varios países, aunque por períodos cortos tuvo que separarse de ellos… es lo más duro que le puede tocar a una mujer”, cuenta su hermana Laura Hurtado, quien también participó en la vida revolucionaria.
A pesar de aquello, Margarita mantenía una actitud positiva ante las circunstancias. Una de las tantas anécdotas que tenía en su haber fue que en el campamento existían los ‘correos’, personas que entregaban la correspondencia. “Un día se le envío al grupo una caja con pollo frito, al darles las instrucciones se les indicó que era ‘su cena’, y Margarita era conocida en ese momento como Susana, por lo que tras el malentendido se le entregó la caja completa a ella, claro, ella la repartió”.
De Guatemala se trasladó a México y luego a Cuba. “Mis papás se mantenían angustiados, pero respetaban las decisiones de cada uno de sus hijos”, asegura Laura. Finalmente retornó a México donde tuvo un papel importante en las negociaciones sobre reinserción social y posterior retorno de los refugiados chapines en el vecino país con la fundación Capacitación y Desarrollo Comunitario (Cadeco). Al volver a Guatemala en 1997, inició una trayectoria profesional y académica.
Después de una larga pausa alejada de las aulas, estudia la licenciatura en Desarrollo Sostenible en la Universidad de Uraccan, Nicaragua, graduándose en 2001. Ese mismo año se integra a la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), como investigadora y docente en el área de ambiente y migración donde publicó numerosos estudios. En 2004 obtiene una maestría en Políticas Públicas en la universidad Rafael Landívar. Era candidata a doctora en Sociología Rural por la Universidad Wageningen, en Holanda. Recién había concluido su último trabajo sobre la rebelión en Huehuetenango de 1981, mas no la presentó.
Hace dos años le diagnosticaron esclerosis lateral amiotrófica, paulatinamente fue perdiendo el control de su cuerpo. Margarita Hurtado falleció la tarde del martes 5 de enero.
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