Una fracción de segundo. Tal vez menos tiempo que el que requiere la la lectura de las primeras cuatro palabras de este texto, basta para modificar el sentido de la ida. Y para crear una leyenda. Una mirada traída durante un acto público convierte a Ernesto Che Guevara (1928-19679 ). Un gesto de ausencia que la cámara de Alberto Díaz Gutiérrez (Korda) intercepta el personaje atrapado en la ensoñación. Una fugacidad impresa en blanco y negor destinada a una apoteosis sin antecedentes.
Pero el mito, tan admirado como defenestrado, era un hombre que sonreía y escuchaba con atención a sus interlocutores, según la británica Nicola Seyd, que hace 49 años fotografió a Guevara en un centro educativo cubano. Sus negativos, relegados al olvido en una caja que ella recuperó recientemente por casualidad, constituyen una rareza: dos de los escasísimos retratos en color que se conservan del guerrillero argentino vivo. A diferencia del clásico enfoque romántico e idealista, Seyd tiene la convicción de que sus imágenes muestran "la impresionante faceta humana" del Che Guevara.
Nadie quería perderse la euforia posrevolucionaria de la Cuba de 1960. Cinco meses después de que Korda capturase su célebre Guerrillero heroico ("El primer plano más reproducido de todos los tiempos", según el Centro Internacional de Fotografía de Nueva York), Seyd aterrizó en
La Habana para trabajar como voluntaria de la ONG londinense Cuba Solidarity Campaign. La cooperante tenía, entonces, 24 años: "No era una fotógrafa profesional, pero en aquel tiempo no había cámaras automáticas. No quedaba más opción que conocer la técnica, enfocar y medir la luz a mano", explica Seyd por teléfono desde Londres. Esos rudimentos y limitaciones eran, sin embargo, suficientes para una muchacha que se conformaba con documentar un viaje iniciático a la isla. Allí, sin embargo, le esperaban desafíos fotográficos mucho más excitantes.
Del veloz e inesperado encuentro con Guevara, en la escuela Camilo Cienfuegos, Seyd recuerda a un Che rodeado de ciudadanos que reclamaban su atención.
En medio de esa multitud, el ex comandante se las arregla para no desilusionar a ningún tertuliano. El disparo de Seyd congela la tensión de ese diálogo empático. Y la relajación de un paseo por la calle: el presidente del Banco Nacional de Cuba hace y recibe bromas, sin quitarse el habano de la boca. Seyd rebusca en su memoria y de ella extrae la descripción de un entorno festivo que vibra con el carisma cadencioso de Guevara.
Ella, sin embargo, no sabía a ciencia cierta quién era ese personaje vestido de militar. Desde luego, tampoco podía prever su posterior sacralización. La cooperante disparaba por acto reflejo, porque las escenas eran frescas y reflejaban con autenticidad el clima que había en el país.
Las fotografías inéditas de Seyd, que revelan una perspectiva desenfadada del temperamental médico argentino, sobrevivieron a un largo olvido confinadas en una caja de cartón con otros recuerdos de ese viaje a Cuba. Inmensa fue la sorpresa para la ex voluntaria británica, una señora de 73 años todavía ligada a Cuba Solidarity Campaign, cuando, este año, al abrir el recipiente, aparecieron los originales. El tiempo había pasado, qué duda cabía, aunque sin alterar la escala cromática ni deteriorar el material.
Rob Miller, director de la ONG, defiende el valor del hallazgo: "Nunca antes había visto un Guevara en color. Sabemos que existen imágenes posteriores a 1960, como las tomadas en Rusia, pero no hay certeza sobre quiénes son sus autores o de si se conservan los negativos". Miller explica que nunca antes había pensado en un Che que no fuese en blanco y negro: "¿Por qué no hay más imágenes de él en colores? Es una discusión pendiente. Quizá ahora la gente comience a desempolvar sus archivos y aparezcan más fotografías. El color, sin duda, produce una sensación distinta: lo fotografiado parece más real".
A la rara y minúscula colección de retratos policromáticos de Guevara hay que añadir el que tomó el reportero francés Roger Pic, en 1963, apuntan el fotógrafo cubano Liborio Noval y Nelson Ramírez de Arellano, especialista principal de la Fototeca de La Habana. Más allá de ese trabajo, el cadáver de Ernesto Guevara, ejecutado en Bolivia, en 1967, quedó inmortalizado en colores. También circulan archivos de origen y autenticidad dudosos, muchos de ellos pintados y teñidos a partir de un original en blanco y negro.
José Manuel Fors, colega de Noval, entiende que el color permite hacer una evaluación diferente de los rasgos físicos del revolucionario: "Aunque le reste profundidad y sombra, aparecen los tonos propios de la persona y de la época. En este caso, pueden ayudar a aclarar equívocos: mucha gente cree que el Che era moreno, pero no, su piel era más clara que la nuestra. No podía negar que venía de Argentina".
Pese a que los carretes en color aparecieron en el mercado entre 1935 y 1938, la fotografía profesional permaneció aferrada al blanco y negro cuatro o cinco décadas más. En Cuba fue y sigue siendo la ley, según el reportero Enrique de la Uz. "Imitábamos a nuestros paradigmas, Robert Frank y Eugene Smith. ¡Ni se nos ocurría disparar en color! Además, el proceso de revelado era engorroso. Tampoco nos quedaba demasiado remedio: la prensa publicaba nuestro trabajo en blanco y negro", afirma De la Uz.
El ayudante de Korda, José Alberto Figueroa, coincide: "Las frecuentes aberraciones cromáticas desanimaban a reporteros que debían perseguir los colores de la realidad. Los resultados no podían compararse a la magia del blanco y negro". Las condiciones del oficio empeoraron a partir del bloqueo comercial estadounidense, en 1961, cuando los fotógrafos cubanos se vieron obligados a reciclar los metros de película que sobraban de los rollos para largometrajes.
Los profesionales extranjeros disponían de otros recursos. El español Enrique Meneses, cuyo objetivo registró los avatares de la guerrilla en Sierra Maestra, asegura que él sí hizo fotografías en color, casi todas por encargo de Paris Match. "Pero, entonces, Guevara era un comandante más, un asmático que se movía poco. Mi enfoque estaba dirigido a Fidel Castro".
Ese segundo plano iba a desvanecerse pronto: en agosto de 1960, una ilustración del rostro del Che aparece en la portada de Time acompañado del titular "El cerebro de Castro". Desde entonces, las fotos del guerrillero han generado réditos cada vez más copiosos, advierte la cubana Cristina Vives, comisaria de Conocido / Desconocido, la última exposición de la obra de Korda. Vives anticipa que las fotografías en color son, de por sí, novedosas, pero que, para tener un sitio en la iconografía de Guevara debe quedar demostrado su valor artístico y su unicidad. Sólo tras ese análisis, las imágenes multicromáticas de Seyd podrán unirse a la mesa de fracciones de segundos inmortales del Che que encabeza la obturación de Korda.
La Habana para trabajar como voluntaria de la ONG londinense Cuba Solidarity Campaign. La cooperante tenía, entonces, 24 años: "No era una fotógrafa profesional, pero en aquel tiempo no había cámaras automáticas. No quedaba más opción que conocer la técnica, enfocar y medir la luz a mano", explica Seyd por teléfono desde Londres. Esos rudimentos y limitaciones eran, sin embargo, suficientes para una muchacha que se conformaba con documentar un viaje iniciático a la isla. Allí, sin embargo, le esperaban desafíos fotográficos mucho más excitantes.
Del veloz e inesperado encuentro con Guevara, en la escuela Camilo Cienfuegos, Seyd recuerda a un Che rodeado de ciudadanos que reclamaban su atención.
En medio de esa multitud, el ex comandante se las arregla para no desilusionar a ningún tertuliano. El disparo de Seyd congela la tensión de ese diálogo empático. Y la relajación de un paseo por la calle: el presidente del Banco Nacional de Cuba hace y recibe bromas, sin quitarse el habano de la boca. Seyd rebusca en su memoria y de ella extrae la descripción de un entorno festivo que vibra con el carisma cadencioso de Guevara.
Ella, sin embargo, no sabía a ciencia cierta quién era ese personaje vestido de militar. Desde luego, tampoco podía prever su posterior sacralización. La cooperante disparaba por acto reflejo, porque las escenas eran frescas y reflejaban con autenticidad el clima que había en el país.
Las fotografías inéditas de Seyd, que revelan una perspectiva desenfadada del temperamental médico argentino, sobrevivieron a un largo olvido confinadas en una caja de cartón con otros recuerdos de ese viaje a Cuba. Inmensa fue la sorpresa para la ex voluntaria británica, una señora de 73 años todavía ligada a Cuba Solidarity Campaign, cuando, este año, al abrir el recipiente, aparecieron los originales. El tiempo había pasado, qué duda cabía, aunque sin alterar la escala cromática ni deteriorar el material.
Rob Miller, director de la ONG, defiende el valor del hallazgo: "Nunca antes había visto un Guevara en color. Sabemos que existen imágenes posteriores a 1960, como las tomadas en Rusia, pero no hay certeza sobre quiénes son sus autores o de si se conservan los negativos". Miller explica que nunca antes había pensado en un Che que no fuese en blanco y negro: "¿Por qué no hay más imágenes de él en colores? Es una discusión pendiente. Quizá ahora la gente comience a desempolvar sus archivos y aparezcan más fotografías. El color, sin duda, produce una sensación distinta: lo fotografiado parece más real".
A la rara y minúscula colección de retratos policromáticos de Guevara hay que añadir el que tomó el reportero francés Roger Pic, en 1963, apuntan el fotógrafo cubano Liborio Noval y Nelson Ramírez de Arellano, especialista principal de la Fototeca de La Habana. Más allá de ese trabajo, el cadáver de Ernesto Guevara, ejecutado en Bolivia, en 1967, quedó inmortalizado en colores. También circulan archivos de origen y autenticidad dudosos, muchos de ellos pintados y teñidos a partir de un original en blanco y negro.
José Manuel Fors, colega de Noval, entiende que el color permite hacer una evaluación diferente de los rasgos físicos del revolucionario: "Aunque le reste profundidad y sombra, aparecen los tonos propios de la persona y de la época. En este caso, pueden ayudar a aclarar equívocos: mucha gente cree que el Che era moreno, pero no, su piel era más clara que la nuestra. No podía negar que venía de Argentina".
Pese a que los carretes en color aparecieron en el mercado entre 1935 y 1938, la fotografía profesional permaneció aferrada al blanco y negro cuatro o cinco décadas más. En Cuba fue y sigue siendo la ley, según el reportero Enrique de la Uz. "Imitábamos a nuestros paradigmas, Robert Frank y Eugene Smith. ¡Ni se nos ocurría disparar en color! Además, el proceso de revelado era engorroso. Tampoco nos quedaba demasiado remedio: la prensa publicaba nuestro trabajo en blanco y negro", afirma De la Uz.
El ayudante de Korda, José Alberto Figueroa, coincide: "Las frecuentes aberraciones cromáticas desanimaban a reporteros que debían perseguir los colores de la realidad. Los resultados no podían compararse a la magia del blanco y negro". Las condiciones del oficio empeoraron a partir del bloqueo comercial estadounidense, en 1961, cuando los fotógrafos cubanos se vieron obligados a reciclar los metros de película que sobraban de los rollos para largometrajes.
Los profesionales extranjeros disponían de otros recursos. El español Enrique Meneses, cuyo objetivo registró los avatares de la guerrilla en Sierra Maestra, asegura que él sí hizo fotografías en color, casi todas por encargo de Paris Match. "Pero, entonces, Guevara era un comandante más, un asmático que se movía poco. Mi enfoque estaba dirigido a Fidel Castro".
Ese segundo plano iba a desvanecerse pronto: en agosto de 1960, una ilustración del rostro del Che aparece en la portada de Time acompañado del titular "El cerebro de Castro". Desde entonces, las fotos del guerrillero han generado réditos cada vez más copiosos, advierte la cubana Cristina Vives, comisaria de Conocido / Desconocido, la última exposición de la obra de Korda. Vives anticipa que las fotografías en color son, de por sí, novedosas, pero que, para tener un sitio en la iconografía de Guevara debe quedar demostrado su valor artístico y su unicidad. Sólo tras ese análisis, las imágenes multicromáticas de Seyd podrán unirse a la mesa de fracciones de segundos inmortales del Che que encabeza la obturación de Korda.
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Se trata de 14 imágenes en blanco y negro captadas entre 1959 y los albores de la década de los sesenta. Han sido vendidas a distintos compradores. En concreto la imagen del Che de pesca fue adquirida por uln coleccionista privado radicado en Reino Unido, quien en total desembolsó 20 000 euros. También se ha hecho con la foto de Fidel Castro jugando golf, por la que ha pagado 3.700 euros.
Fuentes de la casa de subastas han asegurado a la BBC que la venta ha desatado mucha expectación hasta el punto de verse "inundados" de llamadas telefónicas de coleccionistas de toda Europa.
Cincuenta años de un icono
Hoy se cumplen 50 años del día en que el fotógrafo cubano tomó un primer plano del Che con su boina de guerrillero y el cabello alborotado, una de las imágenes más reproducidas, veneradas y comercializadas del siglo XX. El 5 de marzo de 1960 el Che, decretado "cubano de nacimiento" por su compañero de armas Fidel Castro, asistía con otros líderes de la revolución recién nacida al funeral de casi 100 víctimas del atentado que sufrió la víspera en el puerto de La Habana el vapor francés La Coubre, cargado de armas.
La prensa cubana recuerda hoy que era un día gris e invernal (en el Caribe significa que la máxima no pasó de 20 grados) y que Korda (1928-001) no se dio cuenta al principio de que su Leika había captado una imagen que recorrería el planeta en portadas de libros, carteles políticos, fachadas de edificios o camisetas de moda. El ahora ex presidente Fidel Castro lanzó aquel día, por primera vez, su no menos famoso "Patria o Muerte", encaramado en una tarima en la que dirigió un encendido discurso a miles de asistentes al funeral-maniestación, con el Che en segundo plano.
Cerca del argentino estaban los intelectuales franceses Jean Paul Sartre y Simone de Beauboir, a quienes perseguía Korda, fotógrafo del periódico Revolución, con el rollo de película a punto de acabarse y un lente de 90 milímetros. Según contaría después Korda, Guevara tenía una mirada tan intensa que lo turbó por unos instantes, pero no tanto como para evitar que tomara enseguida dos instantáneas, vertical una, horizontal la otra, antes de que el Che desapareciera de nuevo tras los personajes de la primera fila.
La foto "no fue concebida, fue intuida", aseguró también Korda, citado hoy por la prensa habanera, y explicó que luego redondeó en el laboratorio el trabajo para resaltar la mirada, recortando del lado izquierdo de la toma horizontal el perfil de otra persona y del derecho la inevitable palmera tropical.
Korda no cobró ni un céntimo por su más difundido retrato, aunque el empresario italiano que reprodujo aquel primer cartel vendió en pocos meses un millón de ejemplares, sin citar al fotógrafo pero si el copyright de su editorial. El colmo de la comercialización de la foto del Che llevó a su autor a demandar en 2000 a la productora de vodka Smirnoff, que la utilizó para una campaña publicitaria. Korda, que tenía entonces 72 años y murió un año después, ganó el pleito a Smirnoff y 60.000 dólares.
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