FERNANDO MOYANO
"Porque en Octubre el pueblo dijo 1.200.00 veces SI y ni un solo No"
Antes y después del 25 de octubre, el mal pronóstico venía desde todos los lados del espectro político. La lucha por la anulación de la ley de caducidad estaba condenada a muerte.
El diagnóstico podía ser diferente según los casos.
Para algunos se trataba de un mal congénito: El pueblo ya "laudó" este tema. En palabras menos raras, al pueblo no le importa la justicia, el tema está enterrado, ha desaparecido, y no valía la pena rescatarlo. Además el pacto de silencio que incluye al gobierno y a la máxima dirección del Frente Amplio, le pone una lápida definitiva.
Para otros que por el contrario están entre los que quieren hacer caer esa ley, el problema estaba en la elección de un método equivocado, o al menos demasiado riesgoso: el plebiscito. Pretender que fuese el pueblo el que decidiese, todo en montón indiscriminadamente incluyendo a los desinformados, los desinteresados, los planchas, era correr el peligro de un fracaso. Y un fracaso, por segunda vez además, terminaría sepultando el tema definitivamente. Muchos luchadores bien intencionados pensaron que ese camino era un error. La gran mayoría de quienes pensaron así igualmente se sumaron al trabajo por el plebiscito, aunque hubo algunos que prefirieron mantenerse al margen para cobrar dividendos del fracaso.
Esto era antes del 25 de octubre. Esa misma noche, ni bien se conoció el resultado desfavorable, hubo quienes se apuraron a firmar un certificado de defunción. En primer lugar, los candidatos triunfantes de la fórmula frenteamplista. "El soberano ha tenido un pronunciamiento muy claro" dijo inmediatamente Danilo Astori. Respiraba aliviado porque ese resultado les quitaba un problema de encima. A enterrar el muerto y a otra cosa.
Los hechos demuestran hoy que se apuraron a hablar. La marcha del 25 de junio, a seis meses del revés en las urnas paraece decir: Los muertos que vos matáis gozan de buena salud.
No solo por los más de 5000 participantes, que no son muchos pero que superan TODO lo que se ha logrado poner en la calle en los últimos tiempos de total desmovilización exceptuando por supuesto los 50 mil de la clásica marcha del 20 de mayo SOBRE EL MISMO TEMA, que ya es cosa institucionalizada. También por la enorme proporción de jóvenes entre los concurrentes. Y por la notoria ausencia de TODAS las direcciones políticas y de la dirección del PIT-CNT que fue convocante solamente en el papel. También por el silencio de los medios de comunicación ante la convocatoria, incluyendo a los que defienden la anulación de la ley.
Esta marcha fue más pequeña que hace un mes, pero comenzó un camino diferene. Esta vez, en vez de marcha del silencio, fue una marcha del tambor como la del 20 de octubre.
Se trató sin dudas de una movilización DE BASE, y debe ser medida con esos parámetros. Hace tiempo que no teníamos movilizaciones realmente de base, hechas a contrapelo de todo el sistema político, como ésta. Es decir, que no sean convocatorias a la gente para que venga a apoyar iniciativas decididas por una fracción del sistema político contra la otra para empujar a que la cosa se dirima en otra instancia, sino lo que se llama hoy día "autoconvocadas".
Para algunos se trataba de un mal congénito: El pueblo ya "laudó" este tema. En palabras menos raras, al pueblo no le importa la justicia, el tema está enterrado, ha desaparecido, y no valía la pena rescatarlo. Además el pacto de silencio que incluye al gobierno y a la máxima dirección del Frente Amplio, le pone una lápida definitiva.
Para otros que por el contrario están entre los que quieren hacer caer esa ley, el problema estaba en la elección de un método equivocado, o al menos demasiado riesgoso: el plebiscito. Pretender que fuese el pueblo el que decidiese, todo en montón indiscriminadamente incluyendo a los desinformados, los desinteresados, los planchas, era correr el peligro de un fracaso. Y un fracaso, por segunda vez además, terminaría sepultando el tema definitivamente. Muchos luchadores bien intencionados pensaron que ese camino era un error. La gran mayoría de quienes pensaron así igualmente se sumaron al trabajo por el plebiscito, aunque hubo algunos que prefirieron mantenerse al margen para cobrar dividendos del fracaso.
Esto era antes del 25 de octubre. Esa misma noche, ni bien se conoció el resultado desfavorable, hubo quienes se apuraron a firmar un certificado de defunción. En primer lugar, los candidatos triunfantes de la fórmula frenteamplista. "El soberano ha tenido un pronunciamiento muy claro" dijo inmediatamente Danilo Astori. Respiraba aliviado porque ese resultado les quitaba un problema de encima. A enterrar el muerto y a otra cosa.
Los hechos demuestran hoy que se apuraron a hablar. La marcha del 25 de junio, a seis meses del revés en las urnas paraece decir: Los muertos que vos matáis gozan de buena salud.
No solo por los más de 5000 participantes, que no son muchos pero que superan TODO lo que se ha logrado poner en la calle en los últimos tiempos de total desmovilización exceptuando por supuesto los 50 mil de la clásica marcha del 20 de mayo SOBRE EL MISMO TEMA, que ya es cosa institucionalizada. También por la enorme proporción de jóvenes entre los concurrentes. Y por la notoria ausencia de TODAS las direcciones políticas y de la dirección del PIT-CNT que fue convocante solamente en el papel. También por el silencio de los medios de comunicación ante la convocatoria, incluyendo a los que defienden la anulación de la ley.
Esta marcha fue más pequeña que hace un mes, pero comenzó un camino diferene. Esta vez, en vez de marcha del silencio, fue una marcha del tambor como la del 20 de octubre.
Se trató sin dudas de una movilización DE BASE, y debe ser medida con esos parámetros. Hace tiempo que no teníamos movilizaciones realmente de base, hechas a contrapelo de todo el sistema político, como ésta. Es decir, que no sean convocatorias a la gente para que venga a apoyar iniciativas decididas por una fracción del sistema político contra la otra para empujar a que la cosa se dirima en otra instancia, sino lo que se llama hoy día "autoconvocadas".
Es cierto que en este caso tenemos un reclamo ante el parlamento, un reclamo que se comienza a abrir paso lentamente. Pero también es muy sabido que el parlamento está vergonzosamente disciplinado a la cúpula política que ha decidido enterrar sin más el reclamo de justicia, enterrarlo sin siquiera atreverse a dar la cara.
No esperamos entonces que haya NI UN SOLO PARLAMENTARIO que rompa el disciplinamiento vertical impuesto desde el entorno presidencial. El liderazgo de Mujica se desgasta más rápidamente que el de Vázquez, pero aún es demasiado pronto. Y ya sabemos muy bien que los cuadros frenteamplistas han institucionalizado el poner el ajedrez político por sobre los principios. Esta pequeña cobardía de todos los días no desgastará solamente al liderazgo presidencial, con el tiempo desgastará a toda la estructura.
Antes de seguir, conviene que tratemos de ver a qué se debe que este resultado adverso de octubre no haya tenido las mismas consecuencias de aplastamiento que el de 1989, como muchos supusieron.
En primer lugar, el paso del tiempo juega para los dos lados. Es cierto que amortigua en algo el imperativo de justicia en la subjetividad de muchos. Pero también es cierto, y por lo mismo, que amortigua la importancia de los reveses, desdramatiza las derrotas. Y en el balance parece ser más, paradójicamente, lo que nos deja que lo que nos quita.
En segundo lugar, los resultados no fueron los mismos. En 1989 se trató verdaderamente de una derrota. Hubo una papeleta por el SÍ otra por el NO, y el NO tuvo una victoria clara más allá de todas las consideraciones -el miedo, el chantaje- que podamos hacer. Esta vez eso no ocurrió.
Antes de seguir, conviene que tratemos de ver a qué se debe que este resultado adverso de octubre no haya tenido las mismas consecuencias de aplastamiento que el de 1989, como muchos supusieron.
En primer lugar, el paso del tiempo juega para los dos lados. Es cierto que amortigua en algo el imperativo de justicia en la subjetividad de muchos. Pero también es cierto, y por lo mismo, que amortigua la importancia de los reveses, desdramatiza las derrotas. Y en el balance parece ser más, paradójicamente, lo que nos deja que lo que nos quita.
En segundo lugar, los resultados no fueron los mismos. En 1989 se trató verdaderamente de una derrota. Hubo una papeleta por el SÍ otra por el NO, y el NO tuvo una victoria clara más allá de todas las consideraciones -el miedo, el chantaje- que podamos hacer. Esta vez eso no ocurrió.
No se atrevieron a poner una papeleta por el NO entre las opciones, no quisieron arriesgarse.
Y fue así que el SI fue insuficiente, pero NO FUE DERROTADO. Por supuesto, el impacto del revés inmediato más la interpretación falaz que se le dio desde las cúpulas políticas y los medios de prensa logró provocar un desinfle de la movilización. Pero a los 5 meses el reclamo de justicia logró teñir la clásica marcha del 20 de octubre, y para que no quedasen dudas un mes más tarde ya está en condiciones de pisar la calle en forma INDEPENDIENTE.
En tercer lugar, la derrota de 1989 vino acompañada de un triunfo electoral del Partido Nacional, de los defensores DECLARADOS de la impunidad, que tenían mayoría parlamentaria y controlaban el Poder Judicial. Además, el bunker militar estaba intacto como quedó claro en el caso Berríos. En esas condiciones las denuncias y reclamos de justicia no podrían encontrar un ámbito propicio y había pocas expectativas de conseguir logros. Pero ahora, el resultado insuficiente de octubre viene con el segundo período de gobierno del FA, y con la ley de caducidad mucho más desprestigiada y debilitada por declaraciones de inconstitucionalidad y reclamos internacionales para que sea removida. Estas nuevas condiciones hacen que las expectativas de logros concretos sean mayores.
Por último, aunque la presidencia y la cúpula política trabajan abiertamente por el mantenimiento de la impunidad, ya existe el precedente de que la presión desde abajo logró vencer el veto de hecho que había impuesto al tema Tabaré Vázquez. ¿Por qué entonces ha de ser invencible ahora el veto de Mujica?
Como sabemos, el estilo burocrático de contención de la lucha consiste en ocupar la dirección del movimiento y desde allí aprovechar sus flaquezas para gestionar una política de conciliación, y llegado el caso de entrega si el contexto de ese sistema de contención lo exige. Pero para eso hay que estar adentro del movimiento.
¿Y qué van a hacer ahora? Se jugaron todos los boletos a que la lucha muriese aplastada por el fracaso vivido, y la abandonaron a su suerte. ¿Cómo van a hacer para volver? Recurriran, si pueden, a dos cosas. Por un lado VAN A TENER QUE OFRECER ALGO, alguna concesión. Por el otro, tratarán de sacar provecho de la confusión ideológica general.
Por eso creemos que hoy el obstáculo interno ya no está en una dirección burocrática del movimiento sino en sus propias debilidades. La primera de esas debilidades es la falta de debate. Eso afectará antes que nada a los VIEJOS grupos de militantes, a las viejas organizaciones. Han tenido su oportunidad de reciclarse y no la han aprovechado. No vemos tampoco ninguna disposición a hacerlo.
En la marcha del 25 se vio un amplio predominio de las nuevas generaciones. Parecería haber UN DIVORCIO entre esta nueva generación de militantes y la precedente. Pero en realidad el divorcio no es de generaciones biológicas sino políticas. Lo que está pendiente es una renovación politica profunda, y para eso es necesario una apertura mental que permita aprender de la experiencia.
La segunda etapa de la lucha contra la ley de caducidad que culminó en el plebiscito de octubre ha sido una extraordinaria experiencia. Hay que sacar de ella las conclusiones necesarias para entrar en esta nueva etapa que se inicia.
En tercer lugar, la derrota de 1989 vino acompañada de un triunfo electoral del Partido Nacional, de los defensores DECLARADOS de la impunidad, que tenían mayoría parlamentaria y controlaban el Poder Judicial. Además, el bunker militar estaba intacto como quedó claro en el caso Berríos. En esas condiciones las denuncias y reclamos de justicia no podrían encontrar un ámbito propicio y había pocas expectativas de conseguir logros. Pero ahora, el resultado insuficiente de octubre viene con el segundo período de gobierno del FA, y con la ley de caducidad mucho más desprestigiada y debilitada por declaraciones de inconstitucionalidad y reclamos internacionales para que sea removida. Estas nuevas condiciones hacen que las expectativas de logros concretos sean mayores.
Por último, aunque la presidencia y la cúpula política trabajan abiertamente por el mantenimiento de la impunidad, ya existe el precedente de que la presión desde abajo logró vencer el veto de hecho que había impuesto al tema Tabaré Vázquez. ¿Por qué entonces ha de ser invencible ahora el veto de Mujica?
Como sabemos, el estilo burocrático de contención de la lucha consiste en ocupar la dirección del movimiento y desde allí aprovechar sus flaquezas para gestionar una política de conciliación, y llegado el caso de entrega si el contexto de ese sistema de contención lo exige. Pero para eso hay que estar adentro del movimiento.
¿Y qué van a hacer ahora? Se jugaron todos los boletos a que la lucha muriese aplastada por el fracaso vivido, y la abandonaron a su suerte. ¿Cómo van a hacer para volver? Recurriran, si pueden, a dos cosas. Por un lado VAN A TENER QUE OFRECER ALGO, alguna concesión. Por el otro, tratarán de sacar provecho de la confusión ideológica general.
Por eso creemos que hoy el obstáculo interno ya no está en una dirección burocrática del movimiento sino en sus propias debilidades. La primera de esas debilidades es la falta de debate. Eso afectará antes que nada a los VIEJOS grupos de militantes, a las viejas organizaciones. Han tenido su oportunidad de reciclarse y no la han aprovechado. No vemos tampoco ninguna disposición a hacerlo.
En la marcha del 25 se vio un amplio predominio de las nuevas generaciones. Parecería haber UN DIVORCIO entre esta nueva generación de militantes y la precedente. Pero en realidad el divorcio no es de generaciones biológicas sino políticas. Lo que está pendiente es una renovación politica profunda, y para eso es necesario una apertura mental que permita aprender de la experiencia.
La segunda etapa de la lucha contra la ley de caducidad que culminó en el plebiscito de octubre ha sido una extraordinaria experiencia. Hay que sacar de ella las conclusiones necesarias para entrar en esta nueva etapa que se inicia.
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