lunes, 13 de diciembre de 2010

Río se apresta a ocupar más favelas

Las autoridades cariocas venden la ocupación de algunos suburbios como el inicio del fin del crimen organizado 

Casi 100.000 personas viven en la Rocinha, una inmensa favela que se alza desafiante sobre el morro (colina) en São Conrado, uno de los barrios más nobles de Río de Janeiro. En la Rocinha como en la vecina Vidigal, de 10.000 habitantes, siguen con tensa calma las noticias que llegan del Complexo do Alemão, el complejo de 15 favelas que fue ocupado por la policía y el ejército el pasado 28 de noviembre.

Hace unos días, las autoridades cariocas lanzaron a través de la prensa un aviso a navegantes: las fuerzas del Estado están preparadas para la ocupación de Vidigal y la Rocinha; sólo aguardan la orden. El éxito de la invasión del Alemão alienta la intervención, pero, según documentos filtrados por Wikileaks, la ocupación de estas dos favelas es una aspiracióndel Gobierno de Río anterior a la intervención que se desencadenó hace ya días como respuesta a la oleada de ataques violentos atribuidos a la facción del narcotráfico Comando Vermelho.

Mientras, el gobernador del Estado de Río, Sergio Cabral (del Partido del Movimiento Democrático Brasileño, PMDB, el principal aliado de la coalición del presidente Luiz Inácio Lula da Silva), ha anunciado su intención de que el ejército permanezca en el Complexo do Alemão como mínimo otros seis meses, el tiempo que calcula que tardará en crearse una Unidad de Policía Pacificadora (UPP) en una de las mayores favelas de la zona norte de la ciudad y supuesto reducto de los criminales del narcotráfico carioca. La puesta en marcha de estas unidades es la política de seguridad más valorada de las emprendidas por Cabral; ya han llegado a 13 favelas, la mayoría de ellas pequeñas y situadas en la zona sur de la ciudad, y si no han acabado con el tráfico de drogas, sí lo han desarmado: ya no se ven en Cidade de Deus o el Morro da Providência aquellas imágenes obscenas de adolescentes cargados con fusiles.

Abusos policiales


En el Complexo, la ocupación militar ya es un hecho, y tanto las autoridades como la prensa venden la invasión como "el día D de la victoria"; el comienzo del fin del crimen organizado en Río de Janeiro

No es la primera vez que los tanques del ejército brasileño suben los morros, pero esta vez, al contrario que en 1994, la intervención militar no ha sido apenas cuestionada; más bien al contrario, la clase media carioca parece reclamar del Estado una actuación contundente, mientras la población de las favelas se divide entre la esperanza de paz que encarnan las Unidades de Policía Pacificadoras y el miedo a la represión policial.


La intervención en las favelas se saldó además con menos derramamiento de sangre del que muchos previeron: "Parece que los abusos, esta vez, han sido la excepción y no la regla", indica a Público el antropólogo Luiz Eduardo Soares, ex secretario nacional de Seguridad. Con todo, como mínimo 45 personas murieron en los primeros días de combate. Y comienzan a hacerse públicas las denuncias de los vecinos referentes a abusos de autoridad, intimidación y robos, hasta el punto de que las autoridades han prohibido a los agentes que lleven mochilas dentro del morro, para minimizar las posibilidades de saqueo.

Quedan, además, muchos interrogantes pendientes; para empezar, el de adónde fueron los centenares de narcotraficantes que se escondían en aquellos morros y no fueron prendidos. Para seguir, cómo conseguirá Cabral hacer viable su promesa de colocar una UPP en cada uno de los morros cariocas. Las cifras no cuadran: pacificar el Complexo do Alemão requeriría de unos 2.000 agentes, tantos como ahora se emplean en las otras 13 favelas, y costaría, según la Folha de São Paulo, dos millones de reales que provendrían de donaciones privadas. ¿Cuánto dinero se requeriría para llegar a las casi mil favelas de Río de Janeiro, y no digamos para extender el sistema a todo Brasil, como ha planteado la presidente electa, Dilma Rousseff?

Milicias armadas


Durante una reciente rueda de prensa, el presidente Lula (que se mostró satisfecho con la intervención en el Complexo do Alemão), se limitó a declarar que "cuando se trata de garantizar la seguridad ciudadana, ninguna inversión es poca". Para Marcelo Freixo, diputado por el Partido Socialismo y Libertad en la Asamblea Legislativa de Río y veterano militante de derechos humanos, "las Unidades de Policía Pacificadoras no son una política de seguridad pública, sino un modelo de ciudad para dar viabilidad a una zona", en referencia al rico sur que recibirá la mayor parte de las inversiones motivadas por la celebración del Mundial de Fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016.

Lo que se juega en estos días en Río de Janeiro, más que la batalla final contra el crimen organizado, es un cambio de modelo. Según el antropólogo Soares, el viejo sistema de facciones armadas y violentas es "poco eficiente económicamente" y podría estar dando paso a la preeminencia de las milicias, grupos de paramilitares formados por policías y militares que dominan territorialmente unas 200 favelas cariocas y para quienes el narcotráfico es apenas una de sus fuentes de ingresos; otras son la extorsión para garantizar la seguridad de los habitantes de las favelas o el abastecimiento de servicios como el gas y la televisión por cable.

Para el diputado Freixo, "el crimen organizado en Río no son las facciones del narcotráfico, sino las milicias: son las que tienen una estructura de poder". En 2008, una comisión de investigación parlamentaria instigada por Freixo dio pruebas de lo que el diputado llevaba tiempo denunciando: "Milicia es mafia".

Freixo recuerda otro problema enquistado en Brasil: la proliferación de armas ilegales, estrechamente ligada a la corrupción: "Todo el mundo sabe que as bocas de fumo (los puntos de venta de droga en las favelas) funcionan a través del pago de sobornos a la policía"; el famoso arrego. Y, con la ascensión de las milicias, corrobora Luis Eduardo Soares, muchos policías han pasado de ser cómplices a protagonistas del crimen: "La prensa está presentando un falso maniqueísmo entre bien y mal: en Brasil, las fuerzas del orden son hoy las del desorden", afirma el ex secretario de Seguridad.

Publico.es






















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