domingo, 21 de febrero de 2010

En el desesperado Haití muchos siguen clamando por el regreso de Aristide

Pintadas en toda la capital - y hasta sobre una fosa común de víctimas del terremoto en las afueras de Puerto Pr+incipe- llaman al derrocado ex presidente, una figura muy arraigada e Haití a pesar de las denuncias de "corrupción y desviaciones mafiosas que pesaron en su contra"

Puerto Príncipe - La incendiada iglesia donde el ex presidente y ex sacerdote haitiano Jean-Bertrand Arsitide daba sermones a los pobres de Puerto Príncipe está en ruinas, pero el graffiti en sus muros de piedra es desafiante: "Titid regresa", dice, "rápido, rápido".

Aristide fue forzado a abandonar la presidencia de Haití el 29 de febrero de 2004 a raíz una insurrección del ejército y de presiones internacionales, pero con el sufrimiento causado por el devastador terremoto del 12 de enero se intensifican los llamados para su regreso.

Este clamor se debe a la frustración con el manejo de la crisis por parte del presidente René Preval, pero también por la esperanza que Aristide representa para muchos haitianos.

"Ya tendría que haber vuelto", dice Joseph Wilfred, de 48 años y padre de tres hijos que ahora duermen en la calle cerca de la iglesia de Saint Jean Bosco, donde Aristide daba encendidos sermones políticos como sacerdote católico.

"Si estuviera aquí habría manejado mejor esta catástrofe".
Aristide, otrora considerado defensor de los oprimidos y un "libertador" después de la larga dictadura del clan Duvalier, está exiliado en Sudáfrica.

Pero el primer presidente elegido democráticamente en Haití anunció estar dispuesto a regresar tras el demoledor sismo, que dejó 217.000 muertos y más de un millón de personas sin hogar.
Muchos pidieron su regreso en las protestas que estallaron desde el terremoto por la falta de alimento y refugio.

Pintadas en toda la capital - y hasta sobre una fosa común de víctimas del terremoto en las afueras de Puerto Príncipe- llaman a Aristide, una figura muy arraigada en Haití a pesar de las denuncias de corrupción y "desviaciones mafiosas" que pesaron en su contra.

"Si estuviera aquí, no estaríamos en esta situación terrible", asegura Wesline Saint-Hilaire, de 32 años, que vive con sus siete hijos en una tienda de campaña frente al convento de las monjas en Saint Jean Bosco.

Mientras habla sentada en el suelo corta un pollo cubierto de moscas y lo echa en una olla. A pocos pasos se celebra una misa bajo un toldo y un niño orina al costado de la calle.

"El presidente Preval no puede visitar los barrios pobres sin la MINUSTAH (la misión de la ONU) y la policía", dice Peter Lealis John, de 56 años.

Aristide ingresó en la política en 1985 como un joven sacerdote comprometido, partidario de la teología de la liberación y adversario frontal de la dictadura duvalierista (1957-1986).

En 1988, mientras el entonces sacerdote salesiano daba misa, su iglesia fue atacada y quemada y varias personas murieron. Tras el terremoto apenas queda la estructura del edificio.

Aristide asumió por primera vez el poder en 1991, pero fue derrocado por un golpe de Estado militar y se exilió en Venezuela y luego en Washington.

Logró volver a la Presidencia en 1994 y gobernó hasta 1996. Dominó la escena política hasta 2001, cuando regresó al poder para un segundo mandato que debía concluir en 2006.

Wim Boksebeld, un sacerdote de Saint Jean Bosco, dice admirar la lucha de Aristide por los pobres, pero no cree que debería volver.

"Los estadounidenses no quieren que regrese", afirma, de pie frente a los edificios derrumbados.

El cura recuerda la denuncia de Aristide de lo que llamó "un régimen bananero", pero piensa que el ex sacerdote iba demasiado rápido para su país.

Peter DeShazo, director del programa de las Américas del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales en Washington, dijo que Aristide generó una gran esperanza que no logró cumplir.

"Y al final, cuando abandonó el país en 2004, el país estaba casi en ruinas", señaló. "No se le puede echar toda la culpa, pero sin duda tiene su parte".

El regreso de Aristide también podría causar mayor inestabilidad política en un momento en que es necesaria la coordinación en los esfuerzos de ayuda tras el terremoto, dijo.

"Cualquier elemento de división no serviría para nada", opinó DeShazo. (AFP-NA).-

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