ANNCOL
La llamada política de “seguridad democrática” concebida bajo el esquema de lucha contrainsurgente y alivio a los narco para ganaderos e “inversionistas’ con paso firme y seguro por las carreteras colombianas; jamás tuvo como referencia el problema de la seguridad ciudadana, en las ciudades colombianas. Por eso, dentro del desvencijado problema de la inseguridad, el gobierno acude a la demencial medida de pretender involucrar directamente en el conflicto a los jóvenes estudiantes colombianos, alistándoles como sapos e informantes de la policía nacional; para lo cual les puso como precio viles cien mil devaluados pesos colombianos y de arrastre intensificar la red de sapos con el auxilio de los taxistas. Tan catastrófico desespero tiene como recurso el que esos sectores de la población se volqueen a colaborar, confraternizar, con el cuerpo y agentes de la policía de Colombia.
La policía nacional de Colombia tiene una historia signada de odios partidarios, violencia política, sangre, asesinatos sin fin, endiosada impunidad, que el colectivo imaginario colombiano asocia en desconfianza por su criminalidad, a secas. La institución policial colombiana mantiene un peso histórico en la memoria de los colombianos de odio y terror, alimentada por excesos sucedáneos diarios que la colocan en el podio de ser La Policía Mas Asesina del Mundo.
Al decir del inmolado camarada Manuel Cepeda Vargas: “Colombia es el país de los odios heredados” y por ende su policía nacional. Las estadísticas muestran que tratándose de crímenes cometidos por agentes policiales del Estado colombiano, la impunidad es del 98%, que refleja el cuadro de la corrupción en Colombia.
Se haría extenso reseñar y analizar el papel fratricida en los cien años de historia de la policía de Colombia. Da para mucho. Pero conviene no pisotear ni pasar por alto la Memoria Histórica. Colombia es un país desgarrado por la guerra civil no declarada que apunta con la violencia partidaria liberal- conservadora, en la que la llamada policía chulavita desgarró a la familia colombiana y a su tejido social, con mas de trescientos mil muertos; mas la guerra narco paramilitar y Terrorista de Estado que continuo en este siglo XXI y que denota la escalofriante cifra de doscientos cincuenta mil muertes mas. Por ello, no es con facilismos de formulas descabelladas como se puede lograr la colaboración voluntaria, espontánea y solidaria de la población colombiana. Ello constituye un imposible en el actual escenario sangriento del conflicto militar, económico, político y social.
La memoria colectiva se ejerce bajo un poder racionalizador de la población, pero parte de la verdad histórica. Es mas, el régimen del minifhurer Uribe descarta la colaboración conciente, solidaria, espontánea de la ciudadanía ante el crimen y acude a imponer la vergonzosa cultura del sapeo, la traición, a la juventud colombiana, bajo la presión de la desmemoria histórica. Ello, de por sí es criminal. La presencia de unas instituciones (partidos políticos etc.) con debilidad estructural, carencia de identidad y de convocatoria popular a una participación democrática directa, refleja el caótico rumbo y derrotero que un política guerrerista de la oligarquía e intervencionista del Imperio, les torna incapaces en la convocatoria de representación de los ciudadanos colombianos para afrontar la seguridad ciudadana.
La vergonzosa historia de la policía colombiana raya en el cinismo cuando la oculta tan bien a nivel internacional, engañando a los pueblos que influencia con tolerancia borrega de mandatarios espurios. Como es posible que la Policía Nacional de Colombia pueda convertirse en una agencia internacional de la escuela del crimen bajo la ceguera de la comunidad internacional. La inteligencia ofensiva del régimen colombiano narco para Terrorista de Estado, sin poner orden en la seguridad ciudadana interna de su propia casa, se da a la tarea de aplicar una política de seguridad de exportación con intensa actividad de sus delegados policiales en las Embajadas. Actualmente la policía colombiana asesora e instruye a agentes policiales de 23 países. Una institución de peso específico criminal como la policía colombiana, actualmente esta inhabilitada, bajo la filosofía del Derecho Internacional de los Derechos Humanos, que es una rama del derecho Internacional Publico, para aplicar el principio universal del Pro Homine: Por la Humanidad. Careciendo la policía colombiana de una vocación cívica, puesto que conforme a la Constitución Política de Colombia la policía colombiana es una institución de las fuerzas militares; en la alocada carrera armamentista, guerrerista de seguridad de exportación del régimen del minifhurer Uribe; la presencia de las fuerzas militares en conflictos como Afganistán, incluye la formación de mercenarios colombianos y de otros países por la policía colombiana. Ni que decir del pacto de colaboración policial (militar) de seguridad de exportación al régimen falsario y consecuencialmente golpista, ofrecido por Uribe al impuesto presidente hondureño Porfirio Lobo.
Este llamado de alerta! a la comunidad internacional en nada obedece a la cantaleta histérica del régimen dictatorial uribista de obedecer a dictados internacionales de las Farc. Obedece, en cambio, a impedir la desmemoria. A que no se entierre la memoria histórica del pueblo colombiano. Es resultado del proceso político y revolucionario incontenible por una Nueva Colombia, que de al traste con sus instituciones Terroristas de Estado.
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