jueves, 10 de marzo de 2011

Sangre, petróleo y gloria

ANÁLISIS. LOS CAMBIOS EN EL MUNDO ÁRABE Y EL PAPEL QUE LAS MUJERES DEBEN JUGAR EN SU CONSOLIDACIÓN Y AVANCES

La sangre recorre las calles, las plazas, las lágrimas y los gritos de las mujeres, los niños y los hombres en Libia.

La libertad hoy sabe a sangre. La sangre huele a petróleo. El petróleo de los libios, aquel del que nunca han comido. El mismo que alimenta los aviones que trasladan a los ciudadanos europeos hacia la Europa segura y paga las caras hinchadas por el botox
Sirin  Adlbi Sibai / Investigadora en el Taller de Estudios Internacionales Mediterráneos

Mientras tanto, las televisiones y radios occidentales debaten sobre la imposibilidad de que los infrahumanos árabes conozcan algún día la democracia. Debaten sobre el precio del crudo y el valor del euro y del dólar.

Discuten acerca de las medidas que se habrán de tomar para evitar la invasión de los inmigrantes norteafricanos. Mientras tanto, la hoguera, y Nerón compone con su Lira.
Esperarán a que el genocidio acabe con la vida de unos cuantos miles de libios y luego juzgarán al asesino, su “viejo amigo”; harán películas sobre la masacre en Libia y producirán reportajes con música emotiva de fondo. ¿Realmente puede Europa pensar que los libios esperan algo de ella? El viejo y cansado, decrépito continente, navega en la órbita de su monólogo sordo. “Yo soy la Gloria” dijo el asesino. Ni Europa, ni EE UU, desde su naufragio moral, ético, económico y político podrán aportar nada más que posibles intervenciones para intentar salvaguardar los intereses en peligro.
Intentarlo, porque caen las dictaduras y cae con ellas el patriarcado occidental sobre los países árabes que las ha sustentado, alimentado y cebado. ¡Cuántos castillos ha derrumbado esta Revolución! Y esto no es más que el comienzo.
Hoy, la esperanza, aunque manchada de sangre, está más viva que nunca. Algunos hablan del largo y tendido silencio que ha amordazado a los pueblos araboparlantes durante tanto tiempo. Yo quiero hablar hoy de lo rápido y asombroso que ha sido que los árabes y no sólo árabes, y los musulmanes y no sólo musulmanes, que habitan esta zona del mundo levanten cabeza y tan alto, teniendo en consideración las extensas humillatocracias que la han gobernado y colonizado desde la caída de Imperio Otomano. La Historia ha hecho justicia a los árabes dándoles el privilegio de encabezar la Revolución que comenzó en Sidi Bouzid y que acabará en Washigton, París o Pekín.
Tendremos que comenzar a convocar concursos para la presentación de proyectos globales de economías alternativas. Economías que no se basen en la moneda fiduciaria y en la usura, que todo lo corrompe. Economías que no nos tracen un mundo de centros y periferias, de jerarquías económicas, lingüísticas, epistémicas, de sexo y género, de humanos e infrahumanos. Economías que no se disfracen de pseudovalores. Economías que no destruyan y silencien el mosaico de culturas, razas, etnias, lenguas, epistemologías, espiritualidades y diferencias mutuas entre los habitantes de la tierra. Un sistema emancipatorio renovado que no se sirva de éstas para destruir el Planeta, sino que base su estructura en el reconocimiento de todas ellas y en su sabiduría milenaria para reconstruirlo.
Me temo que si la Historia ha hecho justicia a los árabes, lo tendrá que hacer con las mujeres musulmanas. Mujeres con hiyab o sin hiyab, rubias, morenas, altas y bajas, gordas y flacas, ricas y pobres, médicas, ingenieras, investigadoras, madres, amas de casa, historiadoras, físicas, tendederas, ministras, campesinas o peluqueras, árabes, bereberes, kurdas, europeas, estadounidenses, latinoamericanas, chinas o australianas.
Sobre todo aquellas que, a veces, en nombre de su “liberación” fueron silenciadas y asesinadas en Iraq o en Afganistán, o convertidas en ciudadanas de segunda clase en Francia o en España, y que otras veces, en nombre de su “religión”, fueron igualmente maltratadas.
Me refiero a las mujeres del Afganistán de los “viejos amigos” talibán, los mismos a los que financió y dio apoyo logístico y armamentístico la Administración estadounidense en su día para que acabaran con “la amenaza comunista”. El apoyo que creó las condiciones miserables en las cuales viven las mujeres afganas, a las que después quisieron liberar cuando los intereses en la zona y la industria armamentística lo requirieron.
Entonces los talibán se convirtieron en barbudos y peligrosos fundamentalistas radicales que reprimían y reprimen brutalmente a las mujeres imponiéndoles el burqa y apedreándolas. Entonces EE UU fue a salvar a las mujeres afganas, y las bombardeó y mató, en una guerra que ha causado cientos de miles de víctimas y ha convertido a Afganistán en el primer narco-estado a nivel mundial. Me refiero también a las mujeres del Iraq del “viejo amigo” Saddam, que un día se convirtió en una amenaza terrorista. El mismo día en el que el petróleo iraquí y los negocios capitalistas lo requirieron también. Acabó entonces ahorcado, como todos vimos en directo. No me extrañaría nada que el proyecto ganador del premio fuera el presentado por esas mismas mujeres. Pero si ellas lo exigen, porque si no, nadie se lo dará ni nadie se acordará de ellas.




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