"Luché al lado de hombres que creían realmente que podían acabajr con la injusticia y la madad sobre la tierra. Éramos miles, éramos un ejército. Nuestra esperanza se hizo añicos de plano en Frankenhausen, el 15 de mayo de 1525. Ese día yo abandoné a un hombre a su destino, a las armas de los lansquenets. Me llevé la bolsa llena de cartas, nombres y esperanzas. Y la sospecha de haber sido traicionado, vendido a las fuerzas de los príncipes como un rebaño en el mercado" Wu Ming
Traducción de Luis Navarro Monedero
UN REGALO DE LOS MONOS
Sucedió una fría noche de marzo de 2001.
Sucedió en Nurio, estado de Michoacán, México, donde todas las tribus indígenas del país se
reunieron para reclamar una Ley de Derechos de los Indios. Era la tercera reunión del Congreso Nacional Indígena, creado en gran medida por los zapatistas, aquellos guerrilleros poéticos
conocedores de las dinámicas de los medios, que siete años antes parecieron surgir de ninguna
parte, si no es de las profundidades del tiempo. U2 se equivocaban, a veces algo cambia el día de
Año Nuevo. A veces un ejército de campesinos mayas con pasamontañas ocupa una ciudad y se hace oír por millones de personas. Eso pasó en San Cristóbal de las Casas, estado Chiapas, México el 1 de enero de 1994.
Y allí estábamos siete años después, en la oscuridad de la frontera de Nurio, y allí estaban los
zapatistas, y el subcomandante Marcos también, ya que el encuentro indígena tuvo lugar durante la famosa e internacionalmente conocida Marcha por la Dignidad.
La Marcha: multitudes desplazándose en autobuses maltrechos, recorriendo miles de millas desde las regiones apartadas de Chiapas hasta el espectacularmente concurrido Zócalo, la mayor plaza de Ciudad de México. Siete días de viaje. Siete días de poesía entregada por Marcos en siete discursos alegóricos llamados las "Siete Llaves".
Nurio fue una parada en este viaje, y el colectivo Wu Ming estaba allí también, al menos algunos de nosotros. Marcos y los zapatistas iban acompañados por gentes de todas las partes del mundo, un cortejo variadísimo de periodistas, activistas, intelectuales, artistas y parásitos. Nosotros hicimos todo el camino desde Italia como miembros de una extraña delegación a la que allí llamaban los "monos blancos".
Se trataba de un juego de palabras, puesto que "mono" es también la palabra española de argot para nombrar los trajes de faena que cubren todo el cuerpo. En casa solían llamarnos "tute bianche". Mediante un extraño giro semántico, una prenda de trabajo se había convertido eventualmente en un símbolo de la desobediencia civil, y mucha gente solía llevarla en las manifestaciones. Mantuvimos los monos puestos durante toda la marcha, aunque habían dejado de ser blancos mucho antes de que llegásemos a Ciudad de México. No tuvimos ocasión de darnos una ducha, así que íbamos inmundos.
A veces se nos llamaba "monos" con intención despectiva y xenofóbica, especialmente en la prensa reaccionaria, pero nosotros adoptamos el nombre y más tarde escribimos una historieta alegórica, La Fábula de la mona blanca, que empezaba así:
Después de muchos años, el escarabajo negro llamado Don Durito decidió salir de la selva, por lo que reunió a todos los animales, tanto los que estaban de este lado del mar como los que estaban del otro lado, para que lo acompañaran hasta la ciudad. Muchos animales bajaron desde las montañas y otros llegaron desde el mar. El más extraño de todos era un mono blanco que venía de muy lejos. Su color contrastaba tanto con el color de la tierra, que parecìa fuera de lugar. Los demás animales miraban sorprendidos aquel extraño ejemplar, que caminaba con dificultad en un territorio desconocido, debajo de un sol que su piel no conocía. Torpe y despistado, el mono blanco hacía cada cosa con el fin de ser útil y demostrar que su lugar estaba ahí. Llegó muchas veces tarde a la parada prevista, pero llegó siempre.
Parecíamos pordioseros y, a pesar de todo -como sucede a veces con los pordioseros-, debía haber algo noble (o cuando menos interesante) en nuestros modales, ya que los dirigentes del Ejército Zapatista nos nombraron guardaespaldas suyos. Bromas aparte, durante la marcha, los monos blancos italianos nos convertimos hasta cierto punto en el servicio de seguridad de los mandos ¡con las pintas que llevábamos! Era mayormente una performance, con más apariencia que sustancia.
Quién sabe lo que Marcos y los demás tenían en mente al elegirnos. Quizá sólo pretendían
bromear. Afortunadamente, no nos volvimos arrogantes. (Bueno, al menos no todo el rato).
Y de habérsenos visto, el flujo constante de insultos de los medios reaccionarios -e incluso del
propio presidente Vicente Fox- nos habría recordado que éramos unos monos sucios, andrajosos, torpes y fuera de lugar.
http://www.nodo50.org/http://info.nodo50.org/IMG/article_PDF/Espectros-de-Muntzer-al-amanecer.pdf
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