01/06/2010
Indignación internacional, ira e indignación sin contención. Impotencia y tristeza. Esa es la respuesta internacional contra el bárbaro y criminal asalto de la marina israelí a la flota pacífica que trataba de romper el bloqueo injusto y contrario al derecho internacional en la franja de Gaza para transportar un cargamento de ayuda humanitaria conducido por pacíficos cooperantes internacionales amparados por la bandera de Turquía, país perteneciente a la OTAN.
Ahora la propaganda de Israel trata de presentar como acto de defensa lo que ha sido el asesinato de al menos diez personas. Para Israel, la proporción en el uso de la fuerza no es un asunto que le concierna; asaltar una embarcación de bandera de otro país, en este caso, Turquía, en aguas internacionales no es un problema porque en la filosofía del estado hebreo, la defensa de sus intereses y de su seguridad no está sujeta ni a leyes ni a la proporción.
Pretender que la respuesta razonable al supuesto uso de palos y navajas por quienes sufren el abordaje de su barco en aguas internacionales, en caso sean ciertas, sea el disparo a bocajarro, es un acto de cinismo insoportable. Otra vez Benjamin Netanahu, con un acto bárbaro del ejército de Israel, ha boicoteado cualquier posibilidad de lograr algún resultado positivo al proceso de diálogo con las autoridades palestinas.
Pero es hora ya de poner las cosas definitivamente en su sitio. Las autoridades de Israel van a boicotear sistemáticamente cualquier posibilidad de entendimiento con las autoridades palestinas. La provocación de Ariel Sharón en la Explanada de las Mezquitas, la invasión con todos los horrores de la maquinaria militar israelí en la franja de Gaza y ahora el asalto de la marina hebrea es el complemento de provocación de la prolongación de las construcciones ilegales en los territorios ocupados, del bloqueo y la destrucción de los territorios palestinos, del uso indiscriminado de la tortura en sus cárceles y centros de internamiento y de los “asesinatos selectivos” en el exterior.
El paraguas protector de Estados Unidos y la mala conciencia de Alemania en la Unión Europea han sido factores fundamentales de la política exterior israelí. Hasta la fecha, no ha habido ningún presidente norteamericano demócrata o republicano que haya sido capaz de abstenerse de dar cobertura y satisfacción a los desmanes de Israel. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ha sufrido sistemáticamente el veto norteamericano a cualquier condena de la política de Israel. Y el incumplimiento sistemático de las resoluciones de la Asamblea General de la ONU, el norte de la conducta de todos los gobiernos de Israel.
El argumento de la defensa de su territorio y de su seguridad, vulnerando todas las normas del derecho internacional, ya no resiste el más mínimo análisis con excepción de los que se realizan frente al temor de los poderosos Lobby´s de presión israelíes.
Quizá esta es una de las ocasiones en las que el hartazgo internacional de los abusos y atropellos de Israel tienen una manifestación más universal de repulsa.
El cinismo con el que sistemáticamente Israel manipula los hechos para justificar su barbarie está llegando a unos niveles insoportables incluso para algunos de sus aliados. Barack Obama no se juega su prestigio sólo con el vertido de los pozos de BP en el golfo de México. Si el anuncio de nuevos asentamientos palestinos en la zona árabe de Jerusalén, durante la visita de Joseph Biden fue una provocación que causó uno de los momentos de más tensión entre los dos países, el asalto del barco turco y el asesinato de al menos diez personas civiles puede marcar un punto de inflexión negativo en las relaciones de la administración Obama con Israel so pena de que el prestigio internacional del presidente norteamericano sufra un deterioro considerable.
La condena de la presidencia de turno de la Unión Europea al asalto israelí promovida por el ministro español de Asuntos Exteriores ha sido tajante. Pero la política exterior de la Unión Europea con Israel está permanentemente condicionada por la actitud del Reino Unido –tradicionalmente seguidista de Estados Unidos- pero sobre todo por la posición de Alemania que nunca, hasta la fecha, ha tomado ninguna resolución en contra de los intereses de Israel por la memoria del Holocausto. Esa es la clave que casi nadie se atreve a abordar: si el horror del genocidio más brutal de la historia de la humanidad puede seguir teniendo una utilización tan obscena como la que realizan los sucesivos gobiernos de Israel. Decir esto equivale a estar dispuesto a aceptar una acusación de antisionismo. Pero no hay mayor desprecio por las víctimas de la barbarie nazi que la de quienes haciendo un uso abusivo de aquella memoria se atreven a ejercer la brutalidad en la forma que lo hace el estado de Israel.
Carlos Carnicero es periodista y analista político
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