lunes, 14 de junio de 2010

No sólo soy un “negacionista del déficit”, sino que sé, además, que muchos niños morirán a resultas de las necias políticas de austeridad fiscal

Bill Mitchell

Los gobiernos de todo el mundo, azuzados por comentaristas financieros y organizaciones internacionales (FMI, OCDE, G20),corren en loca estampida en pos de la realización de programas de austeridad capaces de -poner bajo control sus déficits‖. En la prensa diaria pueden leerse todo tipo de horrendas predicciones emitidas por los terroristas del déficit, obsesionados con diagramas que muestran movimientos de distintas proporciones finacieras: la proporción del déficit en relación con el PIB, la proporción de la deuda publica en relación con el PBI. Ingoran completamente la historia, y cuando la invocan, es para colar análisis erróneos inaplicables al asunto en cuestión. Equiparan errónemente a la eurozona con los sistemas monetarios soberanos. Y no suelta presa.

Pero en toda la discusión sobre la austeridad se pierden de vista las verdaderas dismenciones del problema. De eso voy a hablar en el blog de hoy: me centré en el hecho de que miles de niños moriraán como resultado de esos innecesarios programas de austeridad, únicamente diseñados para satisfacer la obstinación ideológica de ciertas eleites sociales ricas y de elevados ingresos..

El Editorial del pasado 9 de junio del New York Times –―El equivocado mensaje sobre los déficits‖— era harto acertado y ponía las cosas en su sitio. Decía: ―La actual fiebre del látigo de los déficits está alcanzando gran temperatura en los dos lados del Atlantico. En Europa, los políticos están comprensiblemente sobresaltados con el espectáculo de inversores al asalto de los títulos de deuda pública tras el desplome griego. Pero al fiero y súbito entusiasmo con la austeridad fiscal, especialmente en las economías más fuertes, le saldrá probablemente el tiro por la culata, condenando a Europa a largos años de estancamiento, si no a algo peor.

―Los EEUU corren el mismo riesgo, que es muy grande. Los Demócratas han abandonado la creación de empleo y el estímulo económico a favor de la retórica antidéficit que los Republicanos ven hace ya tiempo como la vía de acceso fácil a los votantes en un año electoral confuso.‖ El editorial del NYT observa que ―la crisis económica no ha quedado atrás‖, y cita el terrible nivel de desempleo persistente, a despecho de que los mercados de valores se hayan recuperado y algunas economías reales comiencen a crecer de nuevo, bien que lentamente. Concluyen con razón que ―para cualquiera, cortar drásticamente el gasto público cuando el crecimiento es apenas balbuciente y persiste un desempleo enterquecidamente alto pone en riesgo el mismo objetivo de la probidad fiscal al ralentizar el crecimiento económico y reducir la recaudación fiscal‖.

Observan también que hay ya pruebas de que la economía se está ralentizando de nuevo, a medida que los recortes se cobran peaje. Conclusión de los editorialistas: ―Ahora mismo, para las economías más robustas –EEUU, Alemania, Gran Bretaña, Japón—, lo peor que puede hacerse es recortar drásticamente los presupuestos.‖

Entretanto, el Nikkei News del pasado 10 de junio (se necesita subscripción para entrar, así que es inútil ofrecer un hipervínculo) anunciaba que ―El halcón fiscal del Partido Demócrata japonés entra como jefe en el Ministerio de Finanzas‖. El informe decía que: Yoshihiko Noda, el recién nombrado jefe del Ministerio de Finanzas, hace tiempo que es considerado como uno de los más empedernidos conservadores fiscales del Partido Demócrata japonés (PDJ). Noda se jacta de querer reconstruir las finanzas japonesas conforme a la consigna: ‗no puede hablarse de políticas sin hablar de fuentes de financiación‘. Luego de que el PDJ llegara al poder el pasado septiembre, Noda fue nombrado primer viceministro de finanzas. Estuvo en primera línea a la hora de recortar peticiones presupuestarias de ministerios y agencias públicas, cosa de la que todavía se duelen los legisladores del PDJ que las realizaban.‖ Podría, pues, ser un caso de Sayonara Japón… encantados de haberte conocido. ¡Vuelta a 1997!

Llamaré también la atención sobre un artículo aparecido el pasado 9 de junio y firmado por un Thomas Cooley, académico jubilado de la New York University y columnista habitual de Forbes: The Dark Side Of Stimulus [―El lado oscuro de los estímulos]. El artículo introduce un neologismo: ―negacionistas del déficit‖.

Cooley observa que la recuperación de una ―profunda recesión‖ no se está produciendo muy rápidamente, a pesar del ―asombroso… paquete fiscal‖ introducido por el presidente de los EEUU. Y concluye que: ―Pero ahora la gente se da cuenta que hay un lado oscuro en esta orgía de gasto. Tiene que terminar, y luego tendremos que pagar la factura. Si necesitamos algún recordatorio de que el día del juicio final se acerca, sólo tenemos que mirar a Europa.

No tiene sentido hablar de la cantidad de puestos de trabajo creados o salvados por el gasto en estímulos. No volveremos a recorrer la historia, así que no queremos saber qué pautas habría seguido el empleo, si no hubiera habido un paquete de estímulos.‖ Me pregunto quién es este ―nosotros‖ que tendrá que pagar la factura. La factura ya se está pagando, en términos de pérdida de ingresos y de un nivel alto y persistente de desempleo. La única factura real.

Sin embargo, si los gobiernos insisten en pretender que tienen que ―financiar su gasto y seguir la senda que ahora está tomando el Reino Unido (entre otras naciones que encabezan la senda de la austeridad), entonces la factura real será la pérdida de ingresos reales dimanante
de los recortes del gasto público, la pérdida de control privado sobre recursos reales dimanante del incremento de los impuestos. Esos costes serán enorme

Además, la única manera de calibrar el valor de las intervenciones fiscales es la estimación de magnitudes como la de ―los puestos de trabajo salvados. Podemos estimar aproximadamente el impacto del gasto extra en el crecimiento del PIB y, por lo tanto, del empleo. Lo importante es que, al centrarnos en el empleo, fijamos bien nuestras prioridades. En cambio, centrándonos en agregados irrelevantes, como la dimensión del déficit o la proporción de la deuda pública, fijamos un conjunto errado de prioridades políticas.

Cooley observa que: ―… nada resolverá el problema, salvo el crecimiento económico. El problema al que nos enfrentamos es que los déficits extraordinarios que creamos probablemente restringirán en el crecimiento económico en el futuro. Tenemos que satisfacer esa deuda.‖

Es verdad que el crecimiento económico reducirá el desempleo y, por definición, incrementará los ingresos. Pero no hay ninguna prueba empírica firme de que el incremento del déficit esté ligado a un menor crecimiento económico. Todo lo contrario. El hecho es que el gobierno de los EEUU tiene que pagar la deuda pública apoya al crecimiento porque los pagos de intereses suministran un flujo de ingresos mayor que si se dejaran en reservas que no proporcionan intereses.

Los partidarios de la Teoría Monetaria Moderna (TMM) se refieren a las gentes como Cooley como terroristas del déficit. Cooley, a su vez, ha acuñado un neologismo para los que piensan que los déficits son beneficiosos (cuando son necesarios): ―Hay negacionistas del déficit, como Paul Krugman, que piensa que podemos y debemos ignorar los déficits por un buen tiempo porque podemos seguir tomando préstamos a tasas de interés muy bajas. Es el mismo comportamiento por el que criticaron a los hogares que acumularon demasiada deuda hipotecaria y de tarjetas de crédito. También se metieron con Alan Greenspan y Ben Bernanke por permitir tal comportamiento irresponsable, al mantener los tipos de interés demasiado bajos durante demasiado tiempo. Eso sí, que el gobierno tome prestado y gaste a provechando los bajos tipos de interés actuales, y que mantenga así viva la recuperación económica…‖

Lo que dice la TMM es que el volumen o la continuidad de los déficits presupuestarios no son per se elementos sensibles del análisis. El resultado presupuestario está muy determinado por las fluctuaciones en el gasto privado. De manera que lo que suele indicar un déficit creciente es una desaceleración en el gasto privado. El componente discrecional del resultado presupuestario debería constituir un indicador de la medida en que el sector no-público desea ahorrar (es decir, retirar gasto al flujo de ingresos).

Ese hiato de gasto ha de llenarse, o, de lo contrario, el crecimiento económico cae. No hay soluciones mágicas aquí.

Además, mientras los hogares pueden sacar ventaja de los bajos tipos de interés y el sobreendeudamiento, eso es irrelevante en el empréstito público. No hay analogía que valga entre los hogares (que usan moneda) y un Estado soberano (que emite moneda). Los primeros están siempre restringidos por sus ingresos; el último, nunca.

Las estructuras institucionales que voluntariamente erigen los Estados soberanos para dar la impresión de que están financieramente restringidos carecen, en última instancia, de sentido. Pueden ser cambiadas por el mismo Estado (en casi todos los casos) al que tratan de ―restringir‖. Un Estado soberano puede siempre servir sus obligaciones de deuda, mientras que los hogares, no. Cooley comete otro error fundamental:
Leer más:
http://www.sinpermiso.info/articulos/ficheros/mitchell.pdf


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