Hay un viejo dicho popular, de origen carcelario según dicen, que sentencia que “la Justicia es como las víboras, solo pica a los pies descalzos”, y lamentablemente en esta sociedad en la que vivimos, con un Poder Judicial que es permeable al poder de turno se corrobora cotidianamente.
Recientemente pude observar el documental mexicano Presunto Culpable, en donde se muestra a un joven llamado Toño, encarcelado por una acusación de homicidio, que es víctima de un sistema judicial en el que abundan irregularidades tales como abogados truchos, condenas sin pruebas o reclusión, a pesar de contar con testigos que estuvieron con el acusado en el momento del crimen.
Que lejos está el sistema judicial uruguayo del mexicano, es lo primero que uno piensa.
Seguramente en nuestra sociedad no se dan casos de este tipo, pero sí de otros que hacen pensar que la Justicia es sumamente selectiva, o lo que es peor permeable al poder.
Prueba de ello es que los delincuentes con mayor poder logran obtener beneficios en las cárceles de turno e incluso pocos años de reclusión por crímenes que lograron desestabilizar a un país. Solo hay que pensar en los casos de los represores alojados en Domingo Arena o en la misma familia Peirano, entre otros.
Claro está que cuando alguien que no es poderoso comete un crimen, no solo recibe (como debe ser) el golpe de todo el peso de la ley, sino que muchas veces los delincuentes son sometidos, a través de los medios de comunicación, al escarnio público.
Pero, ¿qué sucede cuando alguien poderoso comete un acto delictivo “intrascendente”?
Posiblemente sea amparado, no solo por la Justicia, sino encubierto por los medios de comunicación y la sociedad en su conjunto, en la medida de sus posibilidades
Ya que de ejemplos venimos, el pasado viernes 10 de agosto, apenas pasado el mediodía, en la Tienda Inglesa de Av. Italia una mujer mayor, sin mayores apremios económicos, tomó de una góndola un delineador cuyo valor rondaba los 500 pesos.
La mujer, luego de trasponer la caja, fue detenida por los guardias del centro comercial, que le reclamaron que abonara también lo que tenía en el bolsillo, ante la incrédula mirada del resto de la clientela, que no podían creer que quien fuera otrora primera dama en el gobierno de un partido político que está hoy en la oposición, cometiera una irregularidad de este tipo.
Más allá del monto económico del finalmente no consumado delito, debemos meditar si la preocupación de blancos y colorados por la seguridad también incluye los hurtos de los poderosos, más allá de que se trate de vaciamiento de bancos o delineadores, o si apuntaremos nuestras baterías exclusivamente a los menores, pastabaseros y delincuentes que no sean económicamente acomodados.
Publicado por Sostiene Lhermitte
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