miércoles, 23 de julio de 2014

El pan y circo de la educación gratis y de calidad

“Esto es igual que en la casa de ustedes. Necesitamos más plata para hacernos cargo de nuevas demandas, como la educación”, nos ha señalado el ministro de Hacienda, Alberto Arenas.
Claro, se necesita más dinero para que la educación sea gratis. De calidad, no se habla mucho. Nadie tampoco parece saber realmente lo que significa eso, y existe la preocupante tendencia a asociarla con estándares y con una educación de tipo academicista, basada en niveles de conocimiento y de rendimiento académico, que todos sabemos tiene nula predictibilidad para la vida real. Peor aún, deforma y trunca más vidas de las que creemos. En su extremo, crea niños zombis, aturdidos bajo el peso de una educación estresante y memorizante, que deben sobrellevar a punta de ritalín y otros fármacos para poder soportarla. Pero no importa, los “expertos” nos dicen que esa es la educación que vale y que los preparará para la vida. ¡Pobres niños! A lo mejor, ellos mismos eran así: niños memoriones, dormidos bajo el peso de la información y de los datos irrelevantes, y quieren que todos terminemos desconectados, desde pequeños, de lo verdaderamente importante y trascendente de la vida.
Se trata de una educación que, además, de gratis no tiene nada. Basada en una reforma tributaria estilo Robin Hood –quitarle a los más ricos para favorecer a los más pobres- la realidad de la educación “gratis” es que la van a terminar financiando los sectores medios y pobres de la sociedad. La mayor carga tributaria de las empresas simplemente se va a transferir a un mayor precio de los productos –ya gravados con uno de los IVA más altos del mundo- y que estamos todos obligados a comprar a diario para subsistir. Es decir, entre todos, pagando más caro los productos de siempre, financiaremos la educación “gratis”, la cual -con toda probabilidad- seguirá siendo igual de mala que antes.
La única reflexión frente a esto que me viene a la mente es que estamos bajo la edad de kali yuga: equivalente a la edad de hierro de Platón, en donde se aplica totalmente el dicho de que cada pueblo tiene el gobierno que se merece.  Nos encontramos en una edad en donde las personas con algún grado de sentido común no son ni serán escuchadas, y la ignorancia y la tontera prevalecen por doquier, para sufrimiento de todos.

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