No hay duda que en Uruguay se imponen las buenas maneras. Hay un estilo, cada vez más "nacional" en el cual no es de buen tono encresparse, ser incisivo, jugársela. Es al que alude la Asociación de Ingenieros Químicos del Uruguay (AIQU), ya veremos cómo.
Tratemos de ver cómo se aplica este rasgo en un tema tan fundamental como el agua. En un país regado por corrientes de agua como pocos en el mundo. Con una proporción de tierra apta para actividad agropecuaria de las más altas del planeta (Uruguay tiene entre un 85% y 90% de tales tierras, hay países que cuentan con el 50%, otros como China, cerca del 10%, [1] aunque en este último caso aparece con un 50% de suelo cultivado porque se considera como base de suelo cultivable).
Pero en Uruguay, con el siglo XXI hizo su ingreso una fuerte indutrialización del agro. "Agricultura inteligente" la califican sus cultores dando a entender que la tradicional ha sido estúpida. El rigor tal denominación caracteriza una fuerte quimiquización. En la soja, en la forestación de árboles-soldados como los definía Ricardo Carrere [2] y, en general en la modalidad que ha sido denominada agroindustria que procura tratar los elementos y alimentos de la tierra como si fueran partículas del universo industrial, que lidia mucho más decisivamente con elementos no-vivos que el universo agrícola y, en general, rural.
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