Iluminada Peña se acomodó las gafas de sol sobre la cruz de esparadrapo y gasa que le ocultaba la nariz y se dijo: “esta vez El Bebo no tiene la excusa de los tragos”.
La agresión había llegado inesperadamente, sin que mediara bebida alcohólica alguna; ni siquiera una tercera persona a la que hubiera concedido un baile o mirado con demasiada insistencia en los jardines de La Tropical.
Cierto que ella lo había hecho esperar quince minutos. La delegada de la Federación de Estudiantes la había convencido para que la ayudara a confeccionar una lista de los alumnos que tenían más de tres ausencias mensuales. Encabezándolo se encontraba la propia Iluminada, cada día más remisa a asistir a una escuela en la que, desde su punto de vista, se perdía demasiado tiempo y se convocaban demasiados mítines y reuniones.
Lo había encontrado en el parquecito, hecho una furia. Primero fueron los reproches: por ir a buscarla, gritaba El Bebo, había dejado un negocio importante, algo que le proporcionaría muchos dólares. Y cuando la muchacha se atrevió a ripostarle, él le había soltado un jab directo a la nariz con el puño cerrado, así, sin más ni más, en medio de la calle.
Un transeúnte quiso intervenir pero Iluminada lo previno advirtiéndole que se trataba de una disputa privada, entre su marido y ella.
enlace: www.lajiribilla.cu/sumario
No hay comentarios:
Publicar un comentario