Extraído de "Crónicas de noches de sueños y pesadillas, una recopilación de Alberto Silva de artículos publicados en "Mate Amargo" entre 1986 y 1988, publicado el 6 de mayo de 1987.
Frente a cada uno de estos informes, las dudas asaltan nuestro pensamiento. ¿Cómo plasmar en pocas líneas una trayectoria de un combatiente que estuvo -está- en la pelea desde siempre? ¿Cómo resumir cada caso si muchas veces una sola parte de la denuncia suma carpetas y carpetas? ¿Qué fotos incluir, cuáles documentos; qué detallar, qué priorizar?
Adolfo Wassen Alaniz no escapa a esta situación. ¿Priorizar sus años de infancia allá en la Unión, conviviendo - conociendo la injusticia? ¿Detenerse en sus padres, luchadores del pan diario, dignos y sencillos?.¿ Rescatar su militancia en el frente estudiantil, o hacer hincapié en el guerrillero?. ¿Qué es más injusta: su condición de rehén, su enfermedad o la fecha de su muerte?. El Adolfo militante, el humanista, el lírico, el poeta, son uno solo. Su huelga de hambre, que apuesta a la solidaridad con la suerte de sus compañeros, aparece como un primario resumen de este luchador a quien nunca pudieron doblegar. La foto de túnica y moña, saludando los tiempos por venir, una certera apuesta al futuro.
UNA FIRME ESTRELLITA QUE NUNCA PODRÁN APAGAR
"Mi hijo murió como un pájaro en una jaula. El fue un muchacho como tantos otros. Algunos los llaman terroristas, pero ellos quisieron combatir el peor terrorismo: aquél que oprime a los indefensos. Siempre le interesó más la injusticia ajena que el mal propio, y eso es democracia...", nos decía con voz entrecortada el padre del "Nepo" durante su humilde velorio en la Unión de donde partirían miles de uruguayos acompañándolo hasta una tumba pobre sobre un cantegril. Atrás quedaban muchas cosas: quedaba Adolfito, quien compartió sólo su primer año de vida junto a sus padres, que tuvo que ver a su papá rodeado de perros, encapuchado, esposado, muchas veces apenas a través de una rendijita. La plaza Libertad lo vio en muchas jornadas con su sonrisa infantil y nerviosa, subiendo a los ómnibus, entregando volantes, reclamando por su padre cautivo. Quedaba Sonia, la compañera de " Nepo" a quien ni siquiera se le permitió asistir unos minutos al velorio de su compañero. Quedaban las poesías escritas en las cárceles del régimen, las canciones que hablaban, entre otras cosas, de sapitos y de lunas; quedaba su despedida de sus compañeros de la "isla" entonando el "adiós muchachos, compañeros de mi vida, barra querida de aquellos tiempos...". También quedaban el despiadado interrogatorio, torturas de por medio, que en el '72 le efectuara el mayor Gavazzo y la patota a su cargo en el cuartel de Tacuarembó; la frase -todo un símbolo- que en el '83 le espetara el teniente coronel Contí, en su despacho de comandante del Regimiento de Caballería Blindado No. 2: " Sí, en realidad, con ustedes teníamos que haber hecho jabón"; el mentís que sufriera el teniente Herrera que lo acusó de farsante cuando llevaba adelante la huelga de hambre. ("El no come porque tiene cáncer en la garganta", le dijo a la Comisión de la Cruz Roja. Frente a ésta, Adolfo levantó por un momento su medida: una milanesa, puré de papas y galletas, demostraron frente a la Comisión que si quería, podía). Como respuesta al odio, la tortura, la injusticia, el atropello, la sin razón, esa heroica y casi romántica huelga de hambre; no por su situación personal sino por sus compañeros cautivos y exilados .La entrega hasta el último momento, hasta las últimas consecuencias. A pesar de su enfermedad, la desatención médica fue una constante: como post operatorio de la primera intervención, lo tuvieron seis meses dentro de un aljibe... "A mi me parece imposible que no lo suelten en el estado que está ", decía en los últimos meses de enfermedad su madre. Para las bestias cívico - militares no existieron nunca límites. El cancerólogo, tal vez más importante de Francia, aseguraba en un contacto telefónico su presencia inmediata en el país si se producía la liberación del luchador social. A pesar de que era próximo e irremediable el desenlace, los militares prefirieron manchar aún más sus uniformes de sangre. La muerte creyó que había ganado la partida. Una vez más se equivocó...
LA UNION, LA POBREZA, LA INJUSTICIA
"Vaya y pregunte en el barrio quién es Adolfo Wassen Alaniz. Todos lo conocen, todos le van a decir lo bueno que era", dice su madre. "El siempre fue igual, desde chico; de querer la cosa justa. Yo tenia una peluquería de niños en la Unión; los nenitos de los cantegriles iban a la peluquería a que yo les rapara gratis las cabecitas. Mi hijo vio desde niño la pobreza, la injusticia. Por eso es que estuvo tanto tiempo trabajando y ayudando a la gente del cantegril".
"Mi hijo murió como un pájaro en una jaula. El fue un muchacho como tantos otros. Algunos los llaman terroristas, pero ellos quisieron combatir el peor terrorismo: aquél que oprime a los indefensos. Siempre le interesó más la injusticia ajena que el mal propio, y eso es democracia...", nos decía con voz entrecortada el padre del "Nepo" durante su humilde velorio en la Unión de donde partirían miles de uruguayos acompañándolo hasta una tumba pobre sobre un cantegril. Atrás quedaban muchas cosas: quedaba Adolfito, quien compartió sólo su primer año de vida junto a sus padres, que tuvo que ver a su papá rodeado de perros, encapuchado, esposado, muchas veces apenas a través de una rendijita. La plaza Libertad lo vio en muchas jornadas con su sonrisa infantil y nerviosa, subiendo a los ómnibus, entregando volantes, reclamando por su padre cautivo. Quedaba Sonia, la compañera de " Nepo" a quien ni siquiera se le permitió asistir unos minutos al velorio de su compañero. Quedaban las poesías escritas en las cárceles del régimen, las canciones que hablaban, entre otras cosas, de sapitos y de lunas; quedaba su despedida de sus compañeros de la "isla" entonando el "adiós muchachos, compañeros de mi vida, barra querida de aquellos tiempos...". También quedaban el despiadado interrogatorio, torturas de por medio, que en el '72 le efectuara el mayor Gavazzo y la patota a su cargo en el cuartel de Tacuarembó; la frase -todo un símbolo- que en el '83 le espetara el teniente coronel Contí, en su despacho de comandante del Regimiento de Caballería Blindado No. 2: " Sí, en realidad, con ustedes teníamos que haber hecho jabón"; el mentís que sufriera el teniente Herrera que lo acusó de farsante cuando llevaba adelante la huelga de hambre. ("El no come porque tiene cáncer en la garganta", le dijo a la Comisión de la Cruz Roja. Frente a ésta, Adolfo levantó por un momento su medida: una milanesa, puré de papas y galletas, demostraron frente a la Comisión que si quería, podía). Como respuesta al odio, la tortura, la injusticia, el atropello, la sin razón, esa heroica y casi romántica huelga de hambre; no por su situación personal sino por sus compañeros cautivos y exilados .La entrega hasta el último momento, hasta las últimas consecuencias. A pesar de su enfermedad, la desatención médica fue una constante: como post operatorio de la primera intervención, lo tuvieron seis meses dentro de un aljibe... "A mi me parece imposible que no lo suelten en el estado que está ", decía en los últimos meses de enfermedad su madre. Para las bestias cívico - militares no existieron nunca límites. El cancerólogo, tal vez más importante de Francia, aseguraba en un contacto telefónico su presencia inmediata en el país si se producía la liberación del luchador social. A pesar de que era próximo e irremediable el desenlace, los militares prefirieron manchar aún más sus uniformes de sangre. La muerte creyó que había ganado la partida. Una vez más se equivocó...
LA UNION, LA POBREZA, LA INJUSTICIA
"Vaya y pregunte en el barrio quién es Adolfo Wassen Alaniz. Todos lo conocen, todos le van a decir lo bueno que era", dice su madre. "El siempre fue igual, desde chico; de querer la cosa justa. Yo tenia una peluquería de niños en la Unión; los nenitos de los cantegriles iban a la peluquería a que yo les rapara gratis las cabecitas. Mi hijo vio desde niño la pobreza, la injusticia. Por eso es que estuvo tanto tiempo trabajando y ayudando a la gente del cantegril".
UN FUGAZ TIEMPO DE COMPARTIR
" Con Adolfo nos conocimos en la Facultad de Derecho. Los dos entramos el mismo año, allá por el '66. En el '68 conformamos nuestra pareja, nos casamos y asumimos un compromiso político definitivo". Corría el año en el cual el primer estudiante caía asesinado. Un muchacho con nombre de consigna resumía aquellos días; LIBER-ARCE. Sonia cae presa en el '70; Adolfo en el '71. Ambos logran evadirse en dos espectaculares fugas. Un fugaz tiempo que vuelven a compartir. En abril del '72 su relación toma otra forma: por 12 años, el contacto sólo será a través de fugaces cartas. " Hubieron épocas muy duras, él no podía escribir o no me dejaban a mi, pero yo tenia la constancia de escribirle sistemáticamente. Pensaba en su terrible soledad, y a pesar que la mayoría de las cartas no le llegaban, yo insistía". Se fue conformando pese a todo, una larga cadena clandestina de comunicación. "El tema central de sus cartas se puede resumir en un concepto con el que Adolfo insistía: para actuar hacen falta pocas certezas y a cada pregunta se le va dando una respuesta ".
Quien pierde la capacidad de asombro, pierde la pelea por la vida. Adolfo lo sabía, y en sus cartas este tema era recurrente. "El hombre tiene que conservar siempre la curiosidad que es la vida misma. El tipo que pierde la curiosidad, ya sea a los quince o a los veinte años, ése ya es viejo". Un día especial, el 27 de junio del '84, cuando el país llevaba adelante el Paro Cívico, Sonia consigue luego de simular un ataque de apendicitis -previa ingestión de un kilo de manteca- ser trasladada al Hospital Militar y "reencontrarse" con su compañero a golpeteo limpio, pared de por medio " Lo llamé por la pared y él no me creyó. Yo seguía golpeando y él, seguía sin creer. Después le pude pasar una cartita, esperé la respuesta y él, parecía seguir sin creer. Quedó sin saber qué hacer. Al final me contestó con un tamborileo de alegría". Cuando su enfermedad seguía avanzando, en el Hospital Militar llegó el ansiado reencuentro frente a frente." Es imposible explicar ese momento. Como si no pudiera llegar a creerlo me dijo: "Esta es una sorpresa más grande que el Estadio Centenario"." Después de 12 años, dos personas que tuvieron mucho que ver en sus vidas, que tuvieron un hijo juntos, se encuentran en esa situación tan particular.
"Ambos lo sabíamos pero no cuándo. En esa visita nos preocupamos por el presente. Cuando digo el presente, digo Adolfíto, nosotros, los compañeros. A él le preocupaba mucho saber de los compañeros y compañeras de quienes no tenía ninguna noticia sobre sus vidas". Una estrellita que las compañeras de Punta de Rieles, a través de Sonia, le quisieron hacer llegar a Adolfo, terminó en manos de los represores; la portadora sancionada. Pero la solidaridad igual viajó de ida y vuelta en cada visita. "Una de las cosas que más me emocionaba y me costaba entender, era su serenidad para pensar en su situación, en cosas muy profundas, en los demás, en nuestro hijo". El terrorismo, el verdugueo, el revanchismo no tuvieron limites, ni siquiera la muerte. "A las dos de la madrugada me despertaron a los gritos 'Vístase, su esposo está grave'. Me llevaron del Penal al Hospital Militar. Me bajaron en el mismo lugar de siempre, en el celdario. Me enfilaron hacia el lugar en que estaba él siempre, la milica que me escoltaba no entró y me hizo pasar. Estaba tapado con una sábana, muerto. Eso fue terrible, porque me habían dicho que estaba grave, no que estaba muerto. Me dejaron con tres milicas en una situación en que uno necesita cierta intimidad. Ellas se burlaban durante todo ese tiempo de la situación, se reían como si fuera una fiesta que hubieran estado esperando". Lo mismo se repetiría a su regreso al Penal: "A empujones me entraron en la celda. No me dejaron hablar con nadie, no permitieron abrir las rejas para que me pasaran aunque sea un té. Las milicas se quedaron toda esa noche provocando, paseando de aquí para allá, mofándose, haciendo chistes ". Como contrapartida, las compañeras, apenas se enteraron del desenlace, todas a una entonaron "La Internacional". " El Penal entero la cantó ".
" COMO UN PÁJARO LIBRE"
Para mí, el llegar al sacrificio de esta manera, el hacer todo lo que él hizo por un cambio, vale la pena hacerlo -perdóneme la emoción- pero realmente va le la pena " Transcurrían 30 días de la huelga de hambre de Adolfo. Su padre, en una modesta casa de Villa Dolores, nos contaba de su hijo, de la huelga, de la lucha. "El tiene el espíritu muy en alto, casi no puede levantarse, pero intenta hacerlo y darnos ánimo. Fue muy sincero, desde el primer día me dijo: "viejo, no te llames a engaño, yo sé que voy a morir. Yo sé que no vas a estar de acuerdo con lo que voy a hacer, pero quiero que lo sepas bien, yo no estoy rayado, estoy de lo más cuerdo, y antes de tomar la decisión que tomé, lo pensé muy bien. Y si me hubiese curado y saliese a la calle, lo volvería a hacer todo de nuevo. Nunca hice nada buscando algo personal, todo lo que hice fue por ver tanta miseria económica y humana". Yo pensaba ¿qué irá a hacer?, acá no puede hacer nada.. Antes de morir, me dijo," voy a hacer todavía algo. Algo por mis compañeros, por todos los presos políticos, voy a pedir por ellos". Yo lo corté, le dije " pero decime una cosa, ya con todo lo que te ha pasado ¿no te parece que has hecho bastante?. Pero él no quiso saber de nada. No, me queda algo por hacer. Y también lo quiero hacer por todos los exilados que se encuentran llorando a sus familiares y a su patria, lo voy a hacer por todos los presos políticos y por ellos. Al otro día empezó la huelga" De aquella tarde de aquel emotivo reportaje, nos quedó grabado en la mente el tema de Adolfito. "El sabe que lo que hizo su padre no fue ni para traernos nada a nosotros ni por ninguna extravagancia ni por ninguna ociosidad. El sabe que su padre es hijo de un honesto matrimonio trabajador. Que su padre fue educado en la Sagrada Familia, que hizo preparatorios con muy buenas notas. Que mi casa estaba siempre llena de estudiantes que me tomaban la yerba, me comían todo. Aquello era de no creer, yo me levantaba muy temprano y ahí estaban dormidos en el living sobre los libros -. 'Por lo menos - me dijo Adolfito- ya que mi padre no me pudo criar, quisiera que no muriera en prisión. Porque es muy triste morir como un pájaro encerrado en una jaula'
Esta carta - despedida enviada por Adolfo a su compañera, deja por primera vez el marco del recuerdo y la afectividad personal. Para ser compartida como testimonio de una apuesta a la vida.
De la planta que fue
del fruto
que en abrazo de amor
con el suelo engendrara
hoy nos quedan en las manos
la semilla
y a nosotros
que consumiéndolo
alimentamos sueños
e intentamos calmar la sed
a la esperanza
hoy nos toca conservarla
guardarla
atesorarla
para el momento justo
en el tiempo preciso
cuando vuelva a asomar al sol
la cara de los pueblos
resuenen sus cantos
la depositaremos
allí
en esa tierra fértil que aun espera.
"¿Qué tal linda?. ¿Recordás estos versos? Sin duda. Comencé la cana enviándotelos y me acerco al fin de ella, al parecer, cerrando un ciclo, con las mismas palabras. Como ya sabés, mi situación en lo que hace a la salud sufrió un bajón violento, los médicos claro, no se entregan (y yo tampoco, por supuesto), pero sería esconder la cabeza no reconocer que ha entrado en un nivel de gravedad alto, muy difícil de superar. Mi cerebro sigue siendo el mismo amigo fiel y sereno que me ha acompañado en los momentos más peliagudos, sin alterarse, garantizándome siempre un estado de ánimo adecuado a cada circunstancia. Por eso no te voy a dar más detalles del problema salud salvo el confirmarte que es posible que haya entrado en la etapa de una metástasis generalizada. Bueno, a nosotros. Tus palabras me hicieron muy bien pues confirman lo que esperaba de tí. No puedo menos que dar gracias a la vida que me ha dado tanto a los Alanices, espejo representativo de nuestro pueblo con todas esas características de solidaridad intuitiva, con todas esas posibilidades de desarrollo frustrado por un régimen que no les permitió cultivarlos y aún con las desviaciones que el mismo les imprimió, me dio a ambos viejos con sus claroscuros tan representativos también; me permitió conocerte y caminar contigo de la mano creando a cada paso nuestra pareja tan concreta, tan plena, tan real y realizadora, tan poco teórica, y me dio a Raúl y a los gurises. No es poco, si a ello le sumamos la felicidad en su grado más alto: aquél que se alcanza cuando somos conscientes de estar realizando nuestras potencialidades al máximo, como hombres y como militantes, y ello sin falso idealismo del pasado, rodeados de fracasos y frustraciones a veces, en medio del infierno de la tortura, otras, pero siempre alboreando para mantener la fe en el hombre y en nosotros mismos como tales, o con la certeza de que detrás nuestro comienzan a caminar quienes ocuparán nuestro lugar, si es que hemos quedado en el camino. Si cuando convivimos juntos te valoré, estos años han sido mi permanente superarte en mi aprecio al ver de qué manera notable te ibas superando en medio de la lucha. En nombre del respeto que ese aprecio ha ido haciendo crecer en mí, me quiero comenzar a despedir, diciéndote que sea cual sea mi suerte confío en que ese proceso continúe y que tú, como compañera y como mujer, continúes no solo apostando a la vida sino viviendo en toda plenitud, brindando y recibiendo esa inmensidad de dones de que sos depositaria, tanto en el campo de la militancia como en tu propia intimidad. Un beso, un abrazo y saludos. VENCEREMOS"
Fuente: "Crónicas de noches de sueños y pesadillas, una recopilación de Alberto Silva de artículos publicados en "Mate Amargo"
Selección de Andrés Capelán (Comcosur)
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