ANNCOL
Desde las primeras marchas campesinas, las primeras marchas campesinas, a mediados de los años 60, que dieron origen a la insurgencia fariana, desde los primeros comunicados públicos que se tienen noticia, se enunció una de las que sería la reividicación insigne de la insurgencia colombiana, creada por los marquetalinos: LA REFORMA AGRARIA.
Desde esas épocas remotas, toda clase de planes de guerra se han implementado para destruir a esta insurgencia, desde el recordado plan LASO, hasta llegar al Plan Consolidación, continuación del plan Colombia. Los expertos en cuestiones sociales sostienen, que la mejor manera de acabar con una rebelión en una nación dada, es luchar con decisión política, por anular las reivindicaciones insurgentes, es decir, cumplir desde el Estado o desde el régimen político, el principio de recuperar el carácter público de la acción del Estado, o del beneficio general.
En Colombia, el principio ha sido otro, un 5% de familias más ricas del país, gobierna en función de sus intereses de clase, en detrimento de los intereses del 95% del pueblo trabajador. Bajo esas condiciones, de privatización de la riqueza y socialización de la miseria, difícil resulta para un Estado como el colombiano de anular la presencia de la rebelión y de la insurgencia con tanto Camarigua en el territorio patrio.
Todos esos planes de guerra han fracaso, con toda la tecnología de punta, con aviones y una máquina de guerra de última generación no han podido con esos hijos y continuadores de los 64 hombres y mujeres, que desde Marquetalia pregonaron con razón, que en Colombiana nunca habrá paz, mientras no haya reforma agraria.
Muchos estudios serios se han hecho sobre el particular, la Universidad Nacional de Colombia tiene unos aportes significativos en esa materia, ninguno de esos estudios ha sido leído por la oligarquía colombiana, esperamos que el nuevo ministro de agricultura, Juan Camilo Restrepo saque tiempo para leerse al menos uno sólo, o alguno de los tomos, del legado de hombres que, como el sociólogo Orlando Fals Borda, en su “historia doble de la costa” le han dejado a la historia de la lucha por la tierra en el país.
La lucha por la tierra, es hoy por hoy, la disputa más feroz, digamos que el núcleo de la lucha de clases en el capitalismo-actual en crisis, y en búsqueda de nuevos mercados y nuevos objetivos para sus capitales. No sólo en Colombia si no en todo el mundo, esa fue la sensación que nos quedó al escuchar al relator especial de la ONU por el derecho a la alimentación, el señor Oliver de Shutter, quien sucede en el cargo al sociólogo suizo Jean Ziegler.
El señor Schutter que ha tenido el privilegio de leer el reporte de la Banca Mundial sobre la tierra antes de publicarse, sostiene que la situación de la tierra es tan grave que la mismísima Banca Mundial hace un acto de contrición en su reporte, sobre los consejos que ha dado a los inversionistas extranjeros de invertir en los país en vía de desarrollo. El continente africano, nos da una idea de la dimensión de problema, para no ir tan lejos, los paramilitares JANJAWITAS de Sudan, donde su presidente ha precedido a uribe en ser objetivo de la CPI, los inversores extranjeros controlan cuatro millones de hectáreas, la mayoría de ellas expropiadas en zonas de control paramilitar. El relator sobre el derecho a la alimentación sostiene que las tierras africanas, en un 80% están en manos de inversionistas extranjeros (privados, públicos, mixtos, multinacionales), después de la crisis alimenticia del 2008 muchos países y fondos de inversión se desplegaron en África y en otros países en vía de desarrollo para acaparar las tierras.
Lo peor es que estas inversiones no crean un sólo empleo, como lo pregonan los traidores a la patria, quienes se han abierto de patas a las multinacionales y a potencias extranjeras para entregar el territorio y la soberanía nacional con el pretexto de la confianza inversionistas y la creación de nuevos empleos.
Estas multinacionales y capitales que van tras la tierra, los lectores de ANNCOL tendrán en mente, las multinacionales de la palma africana, bananeras, la multinacionales de los supuestos agro carburantes, tiene el mismo modus operandi en todo el mundo. Primero la avanzada de la guerra, la creación de paramilitares, el desplazamiento masivo, las masacres, la expropiación, y la reforma agraria oligárquica, que significa entregar las mejores tierras a los extranjeros y a los cipayos criollos.
Acá en Colombia tuvimos el ejemplo del uribito Arias, el cafre del Agro Ingreso Seguro otorgado a paramilitares, a mafiosos, y a familias distinguidas que ayudaron a elegir a Álvaro Uribe Vélez (Alias el leguleyo, como lo llaman ahora que tiene diarrea de demandas a sus enemigos políticos)
El prestigioso diario económico Financial Times de julio, que no tiene nada de fariano, denuncia lo mismo que denunciaron en su momento los marquetalianos en los 60s, que las tierras más fértiles del mundo están quedando en manos de inversionistas, en detrimento de las poblaciones locales, quienes viven la penuria alimenticia. China por ejemplo ve como los alimentos empiezan a escasearse en su territorio y para remediar el asunto alquila o compra tierras como ocurre en Uganda, Camerún, y Mozambique donde el monstruo asiático ha importado sus propios campesinos, es decir no ha creado ni un sólo empleo.
La confianza inversionista, de la cual se ufanan los traidores a la patria, como uribe velez y & no es otra cosas que flexibilidad en la legislación, impuestos bajos para las multinacionales en detrimento de los trabajadores locales.
Las multinacionales, según denuncia del Financial Times, y el próximo reporte de la banque mundial llaman la atención sobre la condenación a la penuria y a la hambruna que esta dinámica conlleva para los campesinos de los país pobres.
En Colombia estamos iguales que en África. Las multinacionales, los paramilitares y los amigos del gobierno se están quedando con las mejores tierras. A las poblaciones encéntrales, que tienen propiedad sobre la tierra, se les está exigiendo papeles que demuestre la propiedad sobre la tierra, cuando es sabido que estas comunidades preexistieron las oficinas de catastro.
Si leemos el programa agrario de las FARC-EP, la agenda para la Nueva Colombia y las relatorías del Caguán, y escuchando y leyendo a los expertos sobre la materia, nos damos cuenta, cuánta razón tiene la insurgencia colombiana en su reivindicación principal sobre la reforma agraria.
El régimen colombiano tiene la palabra, o seguimos con esta maldita guerra fraticida o ponemos sobre la mesa, los problemas cruciales, que desde los años 60 han sido reseñados por la insurgencia, por el movimiento popular o por el movimiento campesino e indígena colombiano.
Que el nuevo ministro de agricultura tome nota, la tierra es para quien la trabaja.
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