Los que me conocen saben que vivo de espaldas a los televisores o más precisamente a la televisión.
Casi diría que en mi caso, se ha hecho carne la máxima de Groucho Marx, que expresaba: “En mi casa la televisión es cultura, cada vez que se enciende un televisor, yo abro un libro”.
Este sano vicio, aunque muchos no lo compartan, no deja de tener sus ventajas, por lo menos para mi, ya que me preserva del bombardeo histérico, continuo y perenne de una sociedad de consumo y consumista perversa, donde todo se compra y todo se vende y en la que hasta los seres humanos se transforman en ese obscuro objeto del deseo.
Salvo la venta de órganos o de drogas ilegales, todo está expuesto en el escaparate de los medios de comunicación. Toda oferta factura y toda factura es negocio, aunque la ética, la moral y las buenas costumbres sean arrasadas por la maquinaria economisista publicitaria, que ha hecho del marketing un fin en si mismo.
Pero, mientras estos mecanismos se profundizan, por el otro lado y en una suerte de paradoja de la hipocresía, esas mismas empresas periodísticas, elevan en forma cada vez más recurrente, sus filípicas y catalinarias grandilocuentes tendientes a combatir algunos flagelos sociales cada vez más extendidos, como la trata de blancas o de personas y toda forma de delitos vinculados a la actividad o profesión más vieja del mundo, al decir de muchos.
En tal sentido, podemos apreciar el incremento de los espacios destinados a las opiniones de expertos, opinólogos, entendidos, funcionarios de seguridad, de prevención, funcionarios a secas y las ONGs. especializadas en estos temas, que reclaman decididamente un mayor control y represión de estos ilícitos.
Las preocupaciones parecerían ir in crescendo a la par del exponencial aumento de dicho comercio, en las calles, los paseos, los edificios de apartamentos especializados en este métier y los boock de los hoteles, cuyas oferentes hacen honor a las estrellas que detentan los mismos, sin dejar de mencionar a los otrora night club, whisquerías, cabaret, cabaruto, casi siempre radicados en zonas casi marginales de las ciudades, que han devenido hoy, en casas de masajes, putódromos o putin club, cada vez más cerca de los microcentros urbanos, que nadie parece ver, pero que muchos toleran, hacen negocios o requieren de sus servicios.
Los eventos masivos con la profusa concurrencia de “promotoras locales o foráneas” y sobre todos los casinos y salas de juegos, que a la luz de la bibliografía existente, parecería que han instalado sus propias cadenas de comercialización sexual, llevan a escala superlativa, lo que hasta hace unas pocas décadas era casi un cuentapropismo artesanal.
Todo está pensado y planificado para que el natural deseo sexual, propio de nuestras características biológicas, fuera transformado por la magia publicitaria en una obsesión o nueva forma de adicción, con los potenciales riesgos y peligros que ello puede traer aparejado.
Producto de ello, se ha subvertido la poderosa fuerza biológica de la sexualidad, por la competencia sexual y la búsqueda del placer ininterrumpido como realización suprema.
Como bien se dice: Comer para vivir es normal, vivir para comer es riesgoso, lo mismo podemos decir en estos temas.
Las nuevas urgencias, variedades, necesidades y ansiedades de los tiempos modernos de esta dinámica sexual impuesta, requieren de legiones de autómatas y esclavos para satisfacer dichos requerimientos.
Para el reclutamiento de aquellos, se emplean variedades de formas: a veces bastan las promesas económicas de lucro rápido, o el acceso a lugares o trabajos que de otra forma sería imposible llegar, usado en personas cuya escala de valores tiene parámetros distintos de quienes creen en el esfuerzo como forma de superación. No están ausentes tampoco en este sentido todas las formas de violencia conocidas y ejercidas de las maneras más despiadadas, incluido el suministro de drogas, que configuran un atentado a la dignidad humana.
En forma subliminal y no tanto, por lo general el mensaje inserto en los medios resalta la salvación individual, rápida, casi como por arte de magia, por sobre lo colectivo, racional y en base a una cultura del trabajo y el sacrificio.
Veamos algunos ejemplos: Querés ser millonario? Jugá a tal o cuál cosa. Tal desodorante o perfume te permiten tener la mujer o el hombre de tus sueños. Una buena cola, lolas o pectorales hacen más por tu futuro que un estudio, capacitación o sacrificio para superarte.
Monolíticamente esta estrategia apunta a la prostitución social, resaltando los mecanismos del logro individual por encima de cualquier forma de trascendencia comunitaria.
En este sistema, el otro no cuenta, a lo sumo es un rival o un competidor al que hay que vencer, pero nunca un compañero de ruta para la construcción de una sociedad más solidaria.
Hace algún tiempo en un medio de tirada nacional leía: “la trata de blancas como la piratería son delitos mundiales, que tienen convenciones que los reprimen, pero que no han impedido que hayan cobrado fuerza en los últimos años, constituyéndose en una de las más claras formas de violación a la condición de las mujeres y a los derechos humanos.
Noticias como las referidas se repiten en los distintos medios del país, pero si uno acude a los clasificados de todos esos medios, podrá apreciar toda la amplia oferta de cuerpos y atributos femeninos y masculinos en venta como cortes de carnicerías, lo que sin duda constituye en un gran negocio para mucha gente.
No vaya a creer que esta nueva forma de esclavitud, solamente es tolerada o prohijada por los medios gráficos. La televisión descontrolada aporta su cuota de incentivación desproporcionada de la necesidad sexual, en una suerte de apologismo de la prostitución desde sus programas estrellas. Internet también abona en esta dirección.
Ni hablar de los mensajes de telefonía celular, desde los que se puede acceder al Kama sutra, lolas, colas, besos, trans, gay, bisex, posiciones y otras delicias, al alcance de cualquiera y sin límites de edad.
Nada de esto es casualidad, todo está planificado y pensado y obedecen a programas de alienación y distracción social
Tengo la certeza que seguramente no será fácil desarmar todo esa extensa e intrincada red de actores y cómplices de toda laya y niveles, pero no obstante estoy convencido que la hipocresía es uno de los mecanismos que viabiliza el negocio y lo desparrama a todos los sectores sociales, incrementando la línea de abastecimiento de los potenciales clientes y la billetera de los empresarios del rubro.
Muchas veces en las guerras, antes que destruir los regimientos o sus maquinarias bélicas, es más efectivo cortar esas líneas de abastecimientos expresadas en la publicidad desplegada.
Coincidente con lo expresado, el Centro de Derechos Humanos del Comahue (CEDHCO), a través de su Programa Nacional Red Anti-Trata de Personas celebró la decisión del diario "La Mañana de Neuquén", de prohibir la publicación de avisos de comercio sexual.
A su vez resaltó que la medida es un paso importante para prevenir el delito de la trata de personas, el proxenetismo y la promoción de la prostitución y que esta decisión editorial garantiza los derechos humanos al impedir la participación en la "explotación de la prostitución ajena y la esclavitud de seres humanos para la explotación sexual".
Sería de desear que los siempre vigilantes y sensibles dueños de empresas periodísticas, imiten esta loable iniciativa.
Pero, si así no fuera, los legisladores nacionales, provinciales y municipales tienen la oportunidad de seguir este saludable ejemplo de preservación social y dentro de sus competencias, intentar prohibir por vía de las normativas pertinentes las publicidades explícitas o encubiertas que promueven la prostitución y la continuidad de estas conductas.
Por último, si no entendemos que este es un problema de todos, el futuro no se nos puede anunciar venturoso.
Ricardo Luis Mascheroni
Docente e Investigador Universitario
UNL-Santa Fe
Casi diría que en mi caso, se ha hecho carne la máxima de Groucho Marx, que expresaba: “En mi casa la televisión es cultura, cada vez que se enciende un televisor, yo abro un libro”.
Este sano vicio, aunque muchos no lo compartan, no deja de tener sus ventajas, por lo menos para mi, ya que me preserva del bombardeo histérico, continuo y perenne de una sociedad de consumo y consumista perversa, donde todo se compra y todo se vende y en la que hasta los seres humanos se transforman en ese obscuro objeto del deseo.
Salvo la venta de órganos o de drogas ilegales, todo está expuesto en el escaparate de los medios de comunicación. Toda oferta factura y toda factura es negocio, aunque la ética, la moral y las buenas costumbres sean arrasadas por la maquinaria economisista publicitaria, que ha hecho del marketing un fin en si mismo.
Pero, mientras estos mecanismos se profundizan, por el otro lado y en una suerte de paradoja de la hipocresía, esas mismas empresas periodísticas, elevan en forma cada vez más recurrente, sus filípicas y catalinarias grandilocuentes tendientes a combatir algunos flagelos sociales cada vez más extendidos, como la trata de blancas o de personas y toda forma de delitos vinculados a la actividad o profesión más vieja del mundo, al decir de muchos.
En tal sentido, podemos apreciar el incremento de los espacios destinados a las opiniones de expertos, opinólogos, entendidos, funcionarios de seguridad, de prevención, funcionarios a secas y las ONGs. especializadas en estos temas, que reclaman decididamente un mayor control y represión de estos ilícitos.
Las preocupaciones parecerían ir in crescendo a la par del exponencial aumento de dicho comercio, en las calles, los paseos, los edificios de apartamentos especializados en este métier y los boock de los hoteles, cuyas oferentes hacen honor a las estrellas que detentan los mismos, sin dejar de mencionar a los otrora night club, whisquerías, cabaret, cabaruto, casi siempre radicados en zonas casi marginales de las ciudades, que han devenido hoy, en casas de masajes, putódromos o putin club, cada vez más cerca de los microcentros urbanos, que nadie parece ver, pero que muchos toleran, hacen negocios o requieren de sus servicios.
Los eventos masivos con la profusa concurrencia de “promotoras locales o foráneas” y sobre todos los casinos y salas de juegos, que a la luz de la bibliografía existente, parecería que han instalado sus propias cadenas de comercialización sexual, llevan a escala superlativa, lo que hasta hace unas pocas décadas era casi un cuentapropismo artesanal.
Todo está pensado y planificado para que el natural deseo sexual, propio de nuestras características biológicas, fuera transformado por la magia publicitaria en una obsesión o nueva forma de adicción, con los potenciales riesgos y peligros que ello puede traer aparejado.
Producto de ello, se ha subvertido la poderosa fuerza biológica de la sexualidad, por la competencia sexual y la búsqueda del placer ininterrumpido como realización suprema.
Como bien se dice: Comer para vivir es normal, vivir para comer es riesgoso, lo mismo podemos decir en estos temas.
Las nuevas urgencias, variedades, necesidades y ansiedades de los tiempos modernos de esta dinámica sexual impuesta, requieren de legiones de autómatas y esclavos para satisfacer dichos requerimientos.
Para el reclutamiento de aquellos, se emplean variedades de formas: a veces bastan las promesas económicas de lucro rápido, o el acceso a lugares o trabajos que de otra forma sería imposible llegar, usado en personas cuya escala de valores tiene parámetros distintos de quienes creen en el esfuerzo como forma de superación. No están ausentes tampoco en este sentido todas las formas de violencia conocidas y ejercidas de las maneras más despiadadas, incluido el suministro de drogas, que configuran un atentado a la dignidad humana.
En forma subliminal y no tanto, por lo general el mensaje inserto en los medios resalta la salvación individual, rápida, casi como por arte de magia, por sobre lo colectivo, racional y en base a una cultura del trabajo y el sacrificio.
Veamos algunos ejemplos: Querés ser millonario? Jugá a tal o cuál cosa. Tal desodorante o perfume te permiten tener la mujer o el hombre de tus sueños. Una buena cola, lolas o pectorales hacen más por tu futuro que un estudio, capacitación o sacrificio para superarte.
Monolíticamente esta estrategia apunta a la prostitución social, resaltando los mecanismos del logro individual por encima de cualquier forma de trascendencia comunitaria.
En este sistema, el otro no cuenta, a lo sumo es un rival o un competidor al que hay que vencer, pero nunca un compañero de ruta para la construcción de una sociedad más solidaria.
Hace algún tiempo en un medio de tirada nacional leía: “la trata de blancas como la piratería son delitos mundiales, que tienen convenciones que los reprimen, pero que no han impedido que hayan cobrado fuerza en los últimos años, constituyéndose en una de las más claras formas de violación a la condición de las mujeres y a los derechos humanos.
Noticias como las referidas se repiten en los distintos medios del país, pero si uno acude a los clasificados de todos esos medios, podrá apreciar toda la amplia oferta de cuerpos y atributos femeninos y masculinos en venta como cortes de carnicerías, lo que sin duda constituye en un gran negocio para mucha gente.
No vaya a creer que esta nueva forma de esclavitud, solamente es tolerada o prohijada por los medios gráficos. La televisión descontrolada aporta su cuota de incentivación desproporcionada de la necesidad sexual, en una suerte de apologismo de la prostitución desde sus programas estrellas. Internet también abona en esta dirección.
Ni hablar de los mensajes de telefonía celular, desde los que se puede acceder al Kama sutra, lolas, colas, besos, trans, gay, bisex, posiciones y otras delicias, al alcance de cualquiera y sin límites de edad.
Nada de esto es casualidad, todo está planificado y pensado y obedecen a programas de alienación y distracción social
Tengo la certeza que seguramente no será fácil desarmar todo esa extensa e intrincada red de actores y cómplices de toda laya y niveles, pero no obstante estoy convencido que la hipocresía es uno de los mecanismos que viabiliza el negocio y lo desparrama a todos los sectores sociales, incrementando la línea de abastecimiento de los potenciales clientes y la billetera de los empresarios del rubro.
Muchas veces en las guerras, antes que destruir los regimientos o sus maquinarias bélicas, es más efectivo cortar esas líneas de abastecimientos expresadas en la publicidad desplegada.
Coincidente con lo expresado, el Centro de Derechos Humanos del Comahue (CEDHCO), a través de su Programa Nacional Red Anti-Trata de Personas celebró la decisión del diario "La Mañana de Neuquén", de prohibir la publicación de avisos de comercio sexual.
A su vez resaltó que la medida es un paso importante para prevenir el delito de la trata de personas, el proxenetismo y la promoción de la prostitución y que esta decisión editorial garantiza los derechos humanos al impedir la participación en la "explotación de la prostitución ajena y la esclavitud de seres humanos para la explotación sexual".
Sería de desear que los siempre vigilantes y sensibles dueños de empresas periodísticas, imiten esta loable iniciativa.
Pero, si así no fuera, los legisladores nacionales, provinciales y municipales tienen la oportunidad de seguir este saludable ejemplo de preservación social y dentro de sus competencias, intentar prohibir por vía de las normativas pertinentes las publicidades explícitas o encubiertas que promueven la prostitución y la continuidad de estas conductas.
Por último, si no entendemos que este es un problema de todos, el futuro no se nos puede anunciar venturoso.
Ricardo Luis Mascheroni
Docente e Investigador Universitario
UNL-Santa Fe
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