Eleazar Díaz Rangel
No sé si fue a partir de la primera guerra mundial (1914-18), cuando miles de halcones fueron adiestrados para destruir en pleno vuelo a las palomas mensajeras, que comenzaron a usarse tales denominaciones para clasificar, de un lado, a quienes tenían las posiciones más recias en las relaciones internacionales, partidarios de la guerra, de endurecer las acciones; y del otro, a quienes buscaban las soluciones a través de las negociaciones, de la diplomacia, de las vías pacíficas. Lo cierto es que estas dos especies a menudo se activan cuando existen tensiones entre países, o guerras abiertas o encubiertas, y se encuentran tanto en los militares como entre los civiles.
El caso es que en el vecino Colombia tenemos halcones y palomas; las dos tendencias se han venido conformando en el marco de las tensiones que históricamente han marcado las relaciones colombo-venezolanas. También los ha habido aquí. Ya en 1830, el Congreso constituyente autorizó al presidente Páez a declarar la guerra y "ponerse a la cabeza de un ejército en caso de invasión por parte de la Nueva Granada". Después vinieron años de negociaciones, donde Santos Michelena jugó importantísimo papel.
No hay espacio para el recuento, sólo quería mostrar el origen de discrepancias que han tenido cinco momentos de ruptura de relaciones y un poco más, de tensiones militares. Hasta ahora, cuando trascienden informes de Bogotá sobre las dos tendencias; quienes parten de que las Farc viven su momentos de mayor debilidad y que es la ocasión de atacar más vigorosamente, empujarlas a territorio venezolano y provocar conflictos fronterizos; y las palomas, partidarias de la negociación, incluso con las guerrillas, que han expresado su decisión de buscar salidas políticas.
Al frente de los halcones está el ex presidente Uribe, desde que mandaba en la Casa de Nariño; sus últimas acciones fueron las denuncias en la OEA para entorpecer la posibilidad de acuerdos con el nuevo gobierno, las acciones militares, comenzando con los sobrevuelos en combinación con la Air Force USA y eventuales operaciones de los paramilitares, y más reciente, las acusaciones contra Venezuela y contra el presidente Chávez ante organismos internacionales.
El cauto comportamiento de Juan Manuel Santos en sus últimos días de candidato y apenas resultó presidente electo, demostraba que leía bien la política de Miraflores y evidenciaba una conducta que lo distanciaba de Uribe. ¿Cómo pudo ocurrir esa diferenciación? La pregunta es pertinente porque Santos se mostró siempre como antivenezolano y de los más duros del gabinete, fiel seguidor de la política de Uribe, se comportaba como un típico halcón.
Como Jefe de Estado quiere rehacer sus relaciones internacionales, pero fácilmente comprobó que ese paso requería atender la grave situación de la economía de su país, que ha perdido a su principal cliente, que tiene fábricas, incluidos laboratorios, que producían en función del vecino. Los más importantes empresarios se convirtieron en palomas, no hay otra forma de cobrarle a Cadivi y seguirle vendiendo. Se les podrá llamar oportunistas, o pragmáticos.
Hay un factor más. Si otra vez ordenó la movilización de tanques y divisiones a las fronteras, esta vez Chávez sólo activó los servicios de inteligencia y la diplomacia, lo que debió desajustar los planes de Uribe. Su política de paz, por su sencillez: respeto mutuo, paz (libertad a todos los secuestrados, no bombas antipersonales, tregua armada, negociaciones, etc) y comercio (normalización, etc) ha encontrado receptividad en los gobiernos latinoamericanos, en Unasur y Mercosur, y es base de las conversaciones que adelantan en Bogotá Lula y Kirchner, y de otros contactos bilaterales oficiosos.
Pero no estarán transitando por una autopista. En ese camino hay serios obstáculos, porque además de los halcones del Alto Mando de las fuerzas militares, del cogollo uribista -que tiró dos bombazos antes de retirarse, pero no provocaron a Miraflores-, los paras y los narcos, de algunos medios, está el más poderoso de todos: el Comando Sur, que expresa de manera más diáfana la política del Pentágono, Casa Blanca a un lado.
No podemos obviar el escenario internacional, las ciertas amenazas a Irán, la tensión entre las Coreas, en el Medio Oriente, sobre las que sigue alertando Fidel Castro. Aquí en la región EEUU tiene las siete bases en Colombia, tres en Panamá, una en Curazao, otra en Honduras -no sé si en Trinidad-, la IV Flota, y están por llegar los 45 buques a Costa Rica. Puros halcones.
Ni los más inocentes ingenuos creerán que están ahí para combatir al narcotráfico.
De suerte que las dos tendencias que se mueven en forma paralela, que se influyen una a otra, en su desplazamiento tendrán que chocar. Aunque no es nada fácil, confiamos en que las fuerzas de la paz, de la negociación y de la diplomacia salgan vencedoras.
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