domingo, 29 de agosto de 2010

Un estado dentro de otro estado: LA MAFIA VERDE‏

FERNANDO MOYANO
Uruguay

Han salido a la luz de corrupción en la Armada, compras de equipos fantasmas por cifras millonarias, peculado de altos oficiales, privilegios ilegales, etc. Han llevado a la caída de su comandante. Cada vez aparece más, y ahora se plantea investigar también al Ejército y la Fuerza Aérea. Sin embargo, pese al escándalo y al espacio en las noticias, mucho ruido y pocas nueces: no hemos visto ni análisis conceptuales ni propuestas.

Nadie puede hacerse el distraído sobre estos hechos o suponer que son aislados, recientes o circunstanciales. El estatuto de privilegio especial para las FFAA, legal e ilegal, por ley escrita o ley no escrita pero aceptada, es viejo y sabido. También la existencia de privilegios irregulares y abusivos estratificados por círculos de jerarquía, una perversión militar típica.

En este pequeño país muchos han pasado por alguna institución militar (a veces como invitado involuntario) o tienen allí un pariente, vecino o colega en otra actividad. Pese a lo que dicen algunos “analistas” la institución militar no es opaca en su corrupción y privilegios ilegales, eso siempre fue visible. Siempre fue aceptado además por los gobiernos de turno, y siempre hubo civiles comiendo de ese plato, políticos o empresarios. Los sobornos en las compras militares son una práctica estándar hasta en los “aranceles”. Vemos a los periodistas de televisión “descubrir” vales de nafta y nos preguntamos: ¿Son o se hacen?

Estas FFAA tienen también desde hace tiempo recursos económicos secuestrados a la sociedad, de los que sacan provecho para sí en forma anticonstitucional desde la dictadura o antes; solo alguno se pudo recuperar recientemente. El Hospital Militar es otro privilegio indefendible. Y podríamos seguir con una enorme lista.

Los privilegios abusivos no son solo económicos, también judiciales (“justicia” militar) y hasta carcelarios. A un militar criminal se le da en bandeja la oportunidad de fugarse como en el caso de Gilberto Vázquez, porque se confía en su “honor”.

La actitud servil de todos los gobiernos civiles hacia los militares, ese es el verdadero escándalo. La ministra Berrutti yendo a visitar a Chile a los secuestradores de Berríos; el vice ministro Bayardi pidiendo perdón a los militares que censuraron sus dichos en un órgano interno de un partido político.

Pero hay un elemento -no nuevo pero no siempre tan visible- que queremos destacar. El cinismo de los delincuentes militares. Declaran como si tal cosa ante la justicia que esas compras se hicieron cumpliendo órdenes de los mandos para “obtener fondos frescos”. No es una anomalía en el funcionamiento de la institución militar, es su forma normal de funcionamiento. Sale a luz la doble contabilidad como práctica administrativa normal.

Todo ejército, toda fuerza armada pretoriana, es SIEMPRE y en cualquier régimen político o social, UN ESTADO DENTRO DE OTRO ESTADO. Eso es lo básico. Siempre son un cuerpo de naturaleza conspirativa, y por lo tanto siempre una “asociación para delinquir”. Su práctica normal siempre incluye acciones ilegales (desde la estafa a la tortura), y su discurso siempre las justifica. Siempre son una operación encubierta, esconden lo que hacen a la sociedad y sacan provecho ilícito de eso. En la institución militar el delito es natural, congénito, y además necesario para el funcionamiento del propio cuerpo y hasta para constituirse como tal (forjar lealtades interiores). Y porque quien dice doble contabilidad dice triple o cuádruple, el provecho individual surge permanentemente en ese contexto de aprovechamiento colectivo.

La actitud institucional hacia el delito de militares individuales es vigilante y tolerante al mismo tiempo. No se piensa en erradicarlo sino en controlarlo, evitar que “comprometa” a la institución por una exposición imprudente, y en lo posible se les pide que repartan el botín. Esa es la “ética” militar en relación al delito. En lo demás, se lo usa como forma de disciplinamiento y construcción de lealtades, cadenas de favores y mecanismos de contención. Y un recurso extorsivo para casos de emergencia.

Las FFAA albergan estafadores porque en sí mismas son una gran estafa contra la sociedad, ya desde el momento en que definen para sí objetivos notoriamente falsos como “defensa nacional”. Ese agujero conceptual se rellena con el énfasis artificial, la alharaca del “amor a la Patria”, porque cuanto mayor la mentira más conviene decirla a voz en cuello. De igual forma la corrupción se cubre con el discurso del “honor” y el “sacrificio”. Cuanto más corrupción, más discurso.

Lo que ha quedado a descubierto es la apropiación delictiva de recursos económicos como práctica establecida y permanente por parte de la institución militar, que existió desde siempre. Es una práctica colectiva donde el abuso individual es complemento inevitable reconocido y aceptado. Por supuesto, no podemos insultar la inteligencia de los gobernantes civiles suponiendo que no conocían todo esto. Si llegaron a donde llegaron no es por ser ciegos o bobos.

La democracia tutelada (llamada “transición”) que sucede a la dictadura militar tiene sus reglas que en general se llaman de “cohabitación”. Más apropiado sería connivencia, tolerancia mutua y reparto de cuotas de poder y esferas de influencia, precios que se pagan unos a otros. Al recibir el gobierno por el repliegue de la dictadura, las cúpulas políticas aceptaron la permanencia del búnker militar. Así como existen concesiones políticas (impunidad de los crímenes de lesa humanidad, vista gorda ante el asesinato de Berríos) hay concesiones económicas. Lo primero es el presupuesto militar parasitario y desproporcionado a nuestras condiciones económicas. Pero cuando los recortes no pueden evitarse se los compensa con un reparto más regresivo hacia adentro beneficiando a la élite de mando, o más bien tolerando que esa élite se beneficie a sí misma por medio de prácticas ilegales. Y como todo se transa y se paga, también hay tajadas civiles en la torta.

Este estado de cosas no puede ser estático, y cada tanto hay cambios, graduales o bruscos. La nueva situación mundial y la nueva estrategia militar del imperialismo desde los 90 trajeron un replanteo de la función de “nuestras” FFAA. Las llamadas “misiones de paz” son una solución a dos puntas.

Por un lado son una fuente de recursos para compensar la mengua presupuestal. En realidad esas “misiones” no son gratis para el país ni las Naciones Unidas cubren todo su costo. Solamente pagan el personal efectivo en el sitio de operaciones cuando están allá, no el tiempo de entrenamiento antes, ni de recuperación física, síquica, y licencias necesarias después, ni el personal de supervisión y logística aquí para tener esos efectivos allá. Cubren el desgaste y mantenimiento del parque de armas y equipos desplegado en el sitio y mientras esté activo, pero no la compra de ese parque. Cubre aproximadamente (y sin tener en cuenta las demoras en los pagos) un tercio del costo total. Pero todo eso permite disimular el costo para el país.

Al mismo tiempo satisfacen una necesidad de la política militar del imperialismo, que necesita descargar hacia los ejércitos cipayos de su periferia parte del esfuerzo creciente de guerra colonial para el sometimiento de esa misma periferia. Es el “imperial overstretch” o sobreexpansión estratégica de un imperio más allá de su capacidad de sostén, la situación actual del imperialismo yanqui en declive que recuerda la decadencia del Imperio Romano.
Tratando de evitar los problemas que enfrentaron los nazis (su precedente más cercano) los yanquis han recurrido a dos soluciones. Una es “darle color” a su ejército integrando ahora latinos y otros inmigrantes a cambio de dudosas promesas de ciudadanía, de la misma forma que ya habían integrado negros a cambio de promesas de libertad e igualdad. Desde el principio, el genocidio contra los indios norteamericanos se hizo recurriendo al “buffalo soldier” que recuerda Bob Marley. “Stolen from Africa, brought to America. Fighting on arrival, fighting for survival. A buffalo soldier win de war for America. Driven from the Mainland to the heart of the Caribbean” (Robado desde África, traido a América. Luchado desde que llega, luchando por sobrevivir. Un soldado búfalo gana la guerra para América. Desde la Madre Patria al corazón del Caribe).

La otra solución, tal vez hasta más perversa, es formar ejércitos cipayos de nativos que sirvan a mantener el estatuto colonial. Es el modelo inglés en la India, cuando el nativo era reclutado como soldado al servicio del poder europeo, y los costos del sometimiento colonial los pagaba el presupuesto de “defensa” de la India. El Uruguay burgués que desde “la muy fiel y reconquistadora” busca compensar su debilidad estructural, se integra rápidamente a este modelo y se enorgullece (como buen cipayo) de este rol degradante de “good indian”. Las inútiles y absurdas fuerzas armadas uruguayas para cualquier “defensa nacional” encuentran utilidad en su aporte a la policía mundializada imperial. Permiten el sostenimiento militar no solo económico, también funcional: entrenamiento, oportunidades de carrera, horas de vuelo para los pilotos, excusas para la renovación de armas y equipos.

Pero las “misiones de paz” tienen otra ventaja clave para estos militares. Sus fondos son extra-presupuestales y por lo tanto se pueden manejar en forma encubierta, fuera del control del gobierno que ni siquiera sabe o dice no saber que pasó con ellos. Y por lo tanto, eventualmente, son fondos que se pueden desviar más fácilmente hacia otros fines, o bolsillos.

Hasta aquí nos hemos ocupado del tema de la corrupción militar en términos generales, y hemos tratado de demostrar que se trata de un fenómeno inherente a la propia naturaleza de la institución militar en tanto ESTADO DENTRO DE OTRO ESTADO. No es, por tanto, algo que se pueda corregir en el marco de la estructura militar.

Pero ¿qué está ocurriendo ahora con estas supuestas “denuncias anónimas”, investigaciones, remociones, procesamientos? En ese ESTADO DENTRO DE OTRO ESTADO ha ocurrido a su vez un “GOLPE DE ESTADO”. Un golpe de mano para crear un cambio brusco de la correlación de fuerzas entre distintas “logias” militares o personas. Que responde a su vez y en un sentido más amplio a un reacomodo y un cambio de correlación de fuerzas en la estructura de “trincheras y casamatas” (diría Gramsci) del Estado en conjunto. Es parte de la reorganización interna de fuerzas que acompaña la llegada del gobierno de Mujica. Todo cambio de poder civil obliga a un cambio de poder militar, o al menos lo aconseja.

Como hemos señalado, el gobierno de Mujica se caracteriza por su militarismo militante. Pero por eso mismo necesita redefinir las cuotas de poder en la interna militar, las cadenas de mando, las lealtades. Y se hace “a la manera del Pepe”, por la vía de los hechos consumados. Se pacta un acuerdo con una fracción militar o personas en detrimento de otras, y luego se aseguran las condiciones para que los proclives tengan las manos libres para cumplir los compromisos asumidos. Al mismo tiempo se amedrenta a los otros. Todas las manos están sucias, todos los militares tienen la mano en la lata. El viejo método es ahora cerrarles la lata… con la mano adentro.

Nadie puede ser tan ingenuo como para tragarse el cuento de denuncias anónimas siendo material largamente conocido y en reserva por el pacto de encubrimiento recíproco. Nadie puede creer el cuento del comandante de la Armada renunciando porque descubrieron a su sobrino en una pequeña maniobra de tarjetas telefónicas. Él era la cabeza buscada, y meterle preso al sobrino fue un aviso y una invitación a que se fuese en buenos términos. De la misma forma TODOS están metidos en el mismo baile, y ahora bailarán al ritmo que les toquen, o saben la qué les espera.

Pero ¿por qué necesita el gobierno de Mujica recurrir ahora a semejante operativo extremo, con el costo de desprestigio de los “soldados de la patria” que tanto ensalza? Mujica mismo ha dicho por qué. Las fuerzas represivas son el recurso último de seguridad del orden capitalista, y tal vez no tan último dadas las incertidumbres de los tiempos que corren. Pero si acaso mañana deberemos sacar un arma, mejor que es que la limpiemos y aceitemos hoy. Si han de ser los milicos los que le deban cubrir la espalda, Mujica no les quiere dar la espalda sin tener a su vez su propio seguro.

Por supuesto que esto no es una “democratización” de la estructura militar, todo lo contrario. Recordemos que estos ex guerrilleros en particular comenzaron su camino hacia el poder (su camino real, el que terminaron recorriendo de hecho, no el de los tiros que quedaron para la leyenda y con los que armaron su curriculum) como colaboradores de una fracción militar. Desde ese tiempo han crecido de auxiliar a jefe, pero en la misma rama.

Sabido es que los ejércitos, aún enemigos y en guerra, guardan siempre una lealtad “profesional” entre ellos contra su otro enemigo: los pueblos que hacen la guerra por necesidad pero no quieren ejércitos permanentes ni oficiales que hagan la guerra por oficio. La existencia de cada ejército justifica la de su antagonista y sus privilegios por “ley de guerra”. Pero cuando ambos fueron derrotados, más aún. La paz entre “ex combatientes” (que decretan exclusivamente entre ellos) por la guerra que no pelearon tiene el valor de un rescate mutuo, y es la base de su alianza política y su única posibilidad de recuperación.

Que no es una democratización lo indica que la principal fracción política de gobierno siga defendiendo la impunidad, o que el ministro haya querido poner el tema en la órbita de la “justicia” militar, aunque eso fue imposible por la naturaleza de los delitos. Y sobre todo, porque si esto es como se dijo “la punta del iceberg”, es claro que el iceberg sigue sumergido. Si este acomodo de trastienda resultó necesario hoy, es porque algo se requerirá en el mostrador mañana. No necesariamente una intervención militar, pero toda fracción civil en el poder necesita siempre contar con un respaldo militar disuasivo. Si el núcleo duro de este gobierno está necesitando cubrirse las espaldas de esta forma es porque ha visto que para los objetivos políticos que definió necesitará ejercer una GRAN PRESIÓN sobre la sociedad, el Estado, y las demás fracciones del gobierno mismo. La novedad es que también necesita ejercer presión sobre los propios militares.

Solo nos queda un tema por tratar, el de la postura política (o falta de ella) de la llamada izquierda de intención revolucionaria.

Hemos sostenido la necesidad del DESMANTELAMIENTO DE LAS FUERZAS ARMADAS como un punto programático y político inmediato. Los hechos lo confirman día a día, y la gente es receptiva a los planteos antimilitaristas. La participación de Uruguay en las “misiones de paz” y la ocupación militar de Haití le da urgencia al problema.

Sin embargo esta propuesta no ha sido levantada por las organizaciones políticas de este espacio de nuestra izquierda. Tienen pleno derecho a descartarla. Pero no hemos visto otras, ni tampoco una discusión seria del problema. Lo que notamos es una actitud muy reticente ante ideas nuevas o no tradicionales para las posiciones ideológicas y discursos acostumbrados.

Hemos atribuido esto en parte a lo que llamamos -e intentamos caracterizar- fundamentalismo de izquierda. Los años de formación conceptual de la actual izquierda anticapitalista que ha resistido, son los previos a la dictadura militar. En aquel contexto de expectativas revolucionarias nuestra izquierda se planteaba la DERROTA de las FFAA por vía del enfrentamiento armado Y NO OTRA COSA (variando las formas según cada corriente política). Los años posteriores a la dictadura trajeron una situación completamente nueva, y los instrumentos políticos de lucha y planteos programáticos deberían adecuarse. NADIE plantea hoy un camino armado inmediato. Pero la acción política siempre es HOY, exige tomar posición y construir propuestas para el presente incluyendo el enfrentamiento a los cuerpos represivos del orden burgués.

Puede comprenderse que haya alguna inercia conceptual que frene la adopción de ideas políticas más adecuadas al presente, porque el militante se siente como abandonando las viejas banderas (aunque son las viejas banderas las que han quedado fuera de la realidad). PERO YA HAN PASADO VEINTICINCO AÑOS.

“La sustitución de las viejas consignas por las nuevas” ha sido siempre uno de los elementos que definen el momento táctico.

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