El nuevo presidente colombiano sastiface las condiciones de Ecuador para volver a la normalidad y retoma el diálogo con Venezuela. Uribe se despide con suculentos contratos para sus aliados.
Minutos después de su toma de posesión en la plaza de Bolívar, el nuevo presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y su Gabinete emprendieron con ritmo frenético la tarea de reanudar las maltrechas relaciones diplomáticas con Venezuela y Ecuador. La primera reunión de Santos una vez investido fue con su colega Rafael Correa, en una entrevista que incluyó la entrega personal de los discos duros del ordenador de Raúl Reyes, el abatido jefe de las FARC en territorio ecuatoriano y cuyo contenido fue utilizado por el entorno de Uribe para acusar a los jefes de Estado venezolano y ecuatoriano de connivencia con la guerrilla.
La otra condición para restablecer la plena relación se cumplirá, según la promesa de Santos, en los próximos días: entrega del dossier completo de la operación contra Reyes en la que, según manifestó ayer el propio Correa, se rumorea que habría tenido un protagonismo decisivo la fuerza aérea estadounidense.
En lo que respecta a Venezuela, la declaración de Hugo Chávez en la tarde del sábado, manifestando su intención de viajar a Bogotá de inmediato, si Santos no puede acudir a Caracas "en los próximos tres o cuatro días", coincidió con los buenos oficios del presidente Lula, que hizo escala en la capital venezolana antes de viajar a la toma de posesión de Santos, y de la intensa actividad de su canciller Nicolás Maduro desarrollada hasta ayer en Bogotá.
La protagonista directa de la normalización diplomática es María Ángela Holguín, la nueva ministra de Exteriores de Colombia. Esta diplomática de trato cordial, formada en las universidades de Harvard y La Sorbona, convenció a Correa directamente en Quito para que estuviera el sábado en Bogotá, en una visita insólita de un jefe de Estado a un país con el que no mantiene relaciones.
Con la diplomacia venezolana, Holguín mantiene una relación cálida desde su estancia como embajadora en Caracas. Desde allí saltó a la embajada en Naciones Unidas, nombrada por Uribe, ante quien presentó su dimisión a los pocos meses en protesta por el nombramiento de funcionarios para su legación sin ningún mérito más que el de ser hijos de oligarcas uribistas
Holguín se reunió durante la jornada de ayer con los cancilleres de Ecuador, Ricardo Patiño y de Venezuela, Nicolás Maduro, estableciendo una agenda con plazos concretos y próximos para la total reanudación de las relaciones diplomáticas. Maduro se había entrevistado previamente con Gustavo Petro, candidato del Polo Democrático (izquierda) en las recientes elecciones presidenciales, y con la senadora liberal Piedad Córdoba.
La reunión fue decisiva e incluyó el contacto telefónico directo con Chávez. Tras la cita se acordó que Córdoba presente ante la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) un plan de paz con las guerrillas de las FARC y el ELN, así como con los dirigentes del paramilitarismo, que contaría de entrada con el apoyo del secretario general de la organización, Néstor Kirchner, mientras que el presidente del Senado colombiano, Armando Benedetti, visitará la Asamblea Nacional en Caracas en fechas próximas.
"Unidad nacional"
Mientras el nuevo presidente colombiano dedicaba la mañana del domingo a visitar las zonas azotadas por las inundaciones en el norte del país, el resto de su Gabinete se entregaba a la articulación de un plan de gobierno que permita acometer en plazos precisos las promesas avanzadas por Santos en su discurso de toma de posesión. Una intervención que, a diferencia del beligerante discurso defendido por Uribe, puso el acento en la "unidad nacional".
No lo tienen fácil. La "prosperidad democrática" que va a tratar de reducir drásticamente las escandalosas cifras de pobreza e indigencia en Colombia, devolver sus tierras a tres millones de desplazados y estabilizar el deficiente sistema nacional de salud, choca con la herencia de un país en quiebra.
Uribe llegó a comprometer en los últimos días de su mandato costosísimas obras públicas para los próximos 20 años. La última, en la misma víspera de su salida de la Casa de Nariño, fue la adjudicación de la más cuantiosa, la "transversal de las Américas", que se llevó la constructora Odinsa, la misma que financió sin éxito la millonaria campaña para tratar de que Uribe fuera elegido para un tercer mandato
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