- Una nota sobre la manipulación histórica de los derechos humanos en Honduras
30 de agosto 2010
La reciente huelga del sector del magisterio en Honduras ha proocado a nivel de represión de parte del régimen de Porfirio Lobo igual o peor que durante el régimen de Roberto Micheletti. Los hechos desmienten los esfuerzos oficiales de pretender que Honduras ha superado la ilegalida del golpe de estado del 2009. Es lógico en este contexto que el Comisionado de Derechos Humanos del régimen se esfuerza a ignorar la represión brutal contra los maestros y a atacar a las personas que informan de la realidad de la represión en el país.
El comportamiento de Dr. Ramón Custodio López, el Comisionado de Derechos Humanos, contra las organizaciones populares en Honduras no es nuevo. Ahora, hace abiertamente lo que siempre ha hecho desde la época de la guerra sucia de los años 80s, una guerra que se ha repetido en el país sin tregua desde el 28 de junio 2009. En el tiempo de Suazo Córdoba, de Azcona Hoyo y Rafael Callejas, Ramón Custodio López jugó un papel escondido fomentando el desmoronamiento del movimiento popular en Honduras. Algunos ejemplos ilustran su modus operandi.
El caso de Reynaldo Zúñiga
En enero 1990, en San Pedro Sula, Reynaldo Zúñiga, un líder campesino, fue asesinado con un disparo a la cabeza mientras caminaba en la calle. Parecía ser otro asesinato más de los muchos perpetrados por los sicarios de las fuerzas de seguridad hondureñas. Y así fue denunciado a nivel nacional e internacional por el entonces Presidente del Comité de Defensa de los Derechos Humanos (CODEH) Ramón Custodio López. Un aspecto extraño del caso fue que la organización campesina de Zúñiga ni se movía, ni se pronunciaba.
En aquel entonces, estuve trabajando en tareas de solidaridad para organizaciones internacionales de derechos humanos y desarrollo comunitario en Honduras. El trabajo me requería mantener relaciones con muchas personas de diversos sectores del movimiento popular en todo el país. Unos días después del asesinato, compañeras y compañeros de Zúñiga me dijeron que debo de averiguar la verdad del caso. Acusaron a otras personas del movimiento campesino de ser los responsables del asesinato de Zúñiga.
Las acusaciones situaron el asesinato dentro del contexto de un agudo conflicto por el control de recursos de la cooperación exterior para el desarrollo. Alegaron que el asesinato fue solo un ejemplo más de las tácticas despiadadas de una corriente política que quiso intimidar sus rivales para apoderarse de aquellos recursos económicos que llegaron del exterior en apoyo a las organizaciones del movimiento popular hondureño. Omitieron explicar que el caso tenía otros aspectos políticos más profundos.
Hablé del caso de Reynaldo Zúñiga con más de cuarenta personas del movimiento popular hondureño del norte, oeste y centro del país. Eran sindicalistas, dirigentes campesinas, activistas de derechos humanos, periodistas o líderes estudiantiles. En mayor o menor grado todas y todos, casi sin excepción, confirmaron la versión que la muerte de Reynaldo Zúñiga era el resultado de un amargo conflicto interno dentro del movimiento popular hondureño.
El plan de Custodio
Aquellas conversaciones revelaron una realidad más profunda todavía. En aquel momento histórico para la izquierda a nivel regional e internacional, ese conflicto interno del movimiento popular en Honduras también tuvo un importante aspecto político-militar. Honduras fue un feroz campo de batalla clandestina para controlar la gestión y movilización de los recursos humanos, de armas y municiones, material de todo tipo en apoyo a las luchas armadas en el istmo.
Como en cualquier otra guerra, en aquel conflicto clandestino el dominio de la inteligencia fue un elemento clave. Y es en este contexto que el actuar oportunista de Ramón Custodio López asume una dimensión siniestra más allá de disfrazar un caso u otro con el objetivo de convencer a donantes extranjeros de tragar la proyección de Custodio como heroico defensor del movimiento popular y así garantizar el financiamiento.
A raíz de su posición como receptor de denuncias de violaciones de derechos humanos, Custodio López manejaba mucha información. Aprovechaba su posición para apoyar a las personas que le interesaba apoyar y negar apoyo a las personas que no quiso ayudar. Su posición le permitió controlar muchos recursos por motivo de su prestigio y credibilidad a nivel nacional e internacional.
"Custodio corrió a varias personas que laboraban en CODEH"
En el caso de Reynaldo Zúñiga, fue extraño que Custodio López insistiera manejar una versión del caso que fue falso. Cuando le planteé directamente a él la falsedad de su versión del caso de Zúñiga, él admitió francamente que no pudo sostenerlo. Más allá de los casos individuales, fue difícil entender en general su política de no intentar proteger a individuos que corrían riesgo por motivo del conflicto interno del movimiento popular en Honduras. Otra clase de persona que Custodio generalmente no ayudaba era gente acusada de traspasar armas al FMLN en El Salvador.
Las personas que retaron la autoridad de Custodio López se encontraron sujetos a campañas de desprestigio, odio y calumnia. A medianos de 1990, por motivo de diferencias laborales, personales y políticos, Custodio corrió a varias personas que laboraban en CODEH. La mayoría de aquellas personas se integraron a otras organizaciones de derechos humanos en el país, como, por ejemplo, COFADEH. Varios me expresaron su temor por ser objetos del rencor de Custodio López.
El temor por Custodio
Dos conversaciones dan una idea del estado del movimiento popular en Honduras en aquel período. Durante la primera, con una destacada activista de derechos humanos exiliada en Estados Unidos, con quien hable en mayo 1990, la compañera comentó que si no regresaba a Honduras no fue por miedo de la policía o del ejército o del Batallón 3-16. Lo que más temía ella fueron las maquinaciones contra su persona por individuos despiadados en las organizaciones populares. Ella señaló directamente a Ramón Custodio López.
Otro recuerdo indeleble es un encuentro en el parque central de Tegucigalpa con Dr. Juan Almendares. Dr. Juan me preguntó porque se me veía tan deprimido. Le expliqué que lo encontré muy difícil de asimilar que los mismos compañeros del movimiento popular se mataban entre sí, mientras los supuestos defensores de derechos humanos no actuaban. Almendares dio un encogimiento de hombros y comentó, “aquí, uno tiene que aceptar esas cosas...”
Tal declaración de parte de Dr. Almendares fue impresionante, chocante. En aquel momento, malinterpreté sus palabras atribuyéndolas a un cinismo inesperado. Al reflexionar, llegué a entender que el sentido verdadero de las palabras de Almendares más bien fue la imposibilidad de actuar contra el oportunismo político y la corrupción moral de individuos como Ramón Custodio López y otros dirigentes poderosos en el movimiento popular hondureño. La podredumbre del oportunismo, de la corrupción, de la infiltración y la traición había llegado demasiado larga.
Los asesinatos y el papel de Custodio
Custodio López solía condenar en términos virulentos a las posiciones políticas de Juan Almendares, que él llamaba con disdeño, “almendarismo”. Suena inocuo, pero la campaña de Custodio contra el “almendarismo” tenía una dimensión muy siniestro, no necesariamente ligado directamente a Custodio, pero sin duda alimentado por su campaña de desprecio contra Almendares. Quizás el teatro más evidente de aquella dimensión fue la Universidad Nacional Autónoma, en donde Juan Almendares había sido el rector. Hubo un conflicto intenso en la UNAH entre el Frente de Reforma Universitario (FRU) – identificado políticamente con Almendares - y el Frente Universitario Revolucionario (FUR). Los enfrentamientos entre los dos grupos a veces eran muy violentos. El colmo llegó al fin de mayo e inicios de junio de 1990 en circunstancias muy confusas.
El 31 de mayo 1990, asesinos dispararon contra Francisco Bonilla y Consuelo Valladares, sindicalistas y trabajadores del Instituto de Seguridad Social. Mataron a Bonilla. Valladares salió ilesa. Tres días más tarde fue asesinado Ramón Briceño, un dirigente del FRU. Sorprendentemente, en los días siguientes, un dirigente del FUR, Martín Pineda, fue acusado del asesinato de Francisco Bonilla. La acusación fue absurda y cayó por la clara falta de pruebas. No hubo seguimiento serio al asesinato de Bonilla y menos al asesinato de Briceño.
Testigos han alegado que personas ligadas al FUR asesinaron a Briceño y que la acusación contra Pineda fue una cortina de humo para desviar atención del asesinato del dirigente estudiantil. El papel de CODEH con respecto a estos hechos fue de apoyar a Pineda y engavetar el asesinato de Briceño. Un mes antes, Roberto Zelaya, otro dirigente del FRU había sido asaltado repetidamente. En abril 1990, Zelaya salió al exilio político hacia Francia - con el apoyo, fuertemente condicionado, de Custodio López.
El odio de Custodia hacia el movimiento popular
El apoyo a peticiones de asilo político en el extranjero fue otra área por medio de que Custodio López ejerció una influencia indebida. Las gestiones de ayuda en o desde el extranjero para víctimas de la represión casi siempre encontraron dificultad si no tenían el aval expreso de Custodio López. Fue una herramienta más que él usaba para mantener y extender su control e influencia indebida.
Ahora, abusa la autoridad del puesto oficial de Comisionado para los Derechos Humanos al servicio de los intereses de sus amos golpistas. No queda la menor duda que Custodio López siempre ha actuado para frenar el desarrollo de un movimiento popular en Honduras basado en la voluntad del pueblo – de allí su odio para las posiciones de Juan Almendares. Custodio López siempre ha representado fenómenos anti-democráticos y anti-populares en la vida política hondureña. – el patriarcado, el elitismo, un rechazo agresivo de las críticas.
El papel secundario de las mujeres en la Resistencia
Personas como Custodio López, sin ninguna base social, aseguran cuotas de poder por medio de arreglos a puertas cerradas con actores políticos que piensan de la misma manera anti-democrática. Él ha manipulado el tema de los derechos humanos como una rutina de trucos de ilusionista para sostener su influencia en la vida nacional. Un análisis de su papel durante más de dos décadas indica dos lecciones fundamentales para el desarrollo de una lucha popular eficaz contra el régimen golpista:
Primero, una dirigencia basada en los estilos propios del patriarcado está condenada al fracaso. Sin embargo son precisamente los malos hábitos del patriarcado que prevalecen en muchas esferas del movimiento popular. Es una pregunta obvia que si son las mujeres las que han estado mayoritariamente al frente de la resistencia ¿cómo es que esto no se refleja en la composición de la dirigencia de la resistencia? No es un asunto de segundo orden. Es probablemente el tema más fundamental para garantizar el desarrollo de un movimiento popular triunfante capaz de generar un verdadero cambio de las estructuras de la sociedad hondureña.
La depuración del movimiento popular
Segundo, un verdadero proceso democrático popular no les interesa a las ONGs extranjeras o a los intereses externos en general. Aquellas organizaciones corrompieron el movimiento popular en Honduras. Fomentaron las estructuras que permitieron a personas siniestras como Ramón Custodio López a controlar recursos económicos, fomentar división y consolidar su influencia destructiva. Es obvio, que casi todas las ONGs norteamericanas y europeas son el brazo suave de las políticas neocoloniales de los países de la OTAN. Y es obvio que la lucha interna del movimiento popular en los años -80 fue promovida en la última instancia por las fuerzas antipopulares del país.
El golpe de estado en Honduras ha servido para forzar a muchos individuos a mostrar la verdadera naturaleza de sus instintos políticos. El caso de Ramón Custodio López es uno de los más claros. El ejemplo de varios dirigentes de la UD es otro. El reto más urgente para la Resistencia parece ser de cómo evitar repetir los patrones del pasado que han atrasado el avance del poder popular en Honduras.
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