Una larga reflexión del compañero Fidel, dividida en dos partes, se refiere al investigador Daniel Estulin, quien revela la existencia de un gobierno mundial en las sombras, reservado, oculto. Se trata de un grupo de poderosos personajes que se reúnen regularmente cada año y deciden el destino de la humanidad. Representantes de grandes empresas transnacionales, políticos retirados y en ejercicio, algún príncipe europeo y los infaltables directivos de las petroleras, componen ese grupo. El libro en que hace esas revelaciones se titula ³Los secretos del Club Bilderberg². Entre sus últimas acciones, como gobierno mundial, están la decisión de invadir Afganistán y la elección de Barak Obama.
No se trata de una novela; es una investigación seria, tan seria como para que Fidel Castro le dedique la más extensa nota que ha escrito en los cuatro últimos años.
La lectura de esa nota me lleva a pensar respecto a la forma en que se mueven los hilos del acontecer político en Bolivia. Las movilizaciones sociales ocurridas en estos últimos meses responden a expetativas racionales, exageradas y hasta ilegales, pero reales. Sin embargo, detrás actúan cautelosamente quienes tienen un plan para destruir el proceso que inició Bolivia en enero de 2006.
Nuestro gobierno detectó las maniobras que realizaba la embajada de Estados Unidos y declaró persona no grata al embajador; casi al mismo tiempo, exigió el retiro de su agencia antidrogas DEA. Ese organismo, que manejaba a su antojo a la Fuerza Especial de Lucha contra el Narcotráfico (FELCN) y pagaba sobresueldos a los fiscales asignados al tema y a los jueces encargados de encausar a los narcotraficantes, desapareció de la actividad pública. Pero, ¿se fueron todos los agentes de la DEA? Hasta donde se sabe, no hay ni hubo forma alguna de establecer ese extremo. Para cualquier efecto práctico, la mayor parte de esos agentes deben seguir en Bolivia. Habría que investigar, incluso, si continúan pagando sobresueldos.
En realidad, la DEA es uno del casi medio centenar de agencias de espionaje y contraespionaje que hay en Estados Unidos de Norteamérica. Y, hasta donde sabemos, la embajada de ese país en Bolivia, era una de las que tenía mayor personal en Sudamérica. No debemos olvidar que, los gobiernos neoliberales, otorgaron rango diplomático a todos los agentes de la DEA y a muchos otros funcionarios, sin siquiera tener un listado. El resultado es que nadie, en nuestro gobierno, sabe cuántos son los funcionarios de Washington instalados en nuestro país.
La reacción contra el presidente Evo Morales y el gobierno se ha manifestado de muchas formas. La campaña mediática, la sorda guerra de los rumores, la violencia que se desata primero en el oriente y luego en occidente, parecieran hechos aislados, pero responden a una planificación. ¿Por qué decimos esto? Porque esos mismos hechos se produjeron en otros países de Nuestra América: hoy día en Venezuela, en los años '80 en Nicaragua, en los '70 en Chile, sin contar el crimen perpetrado con el bloqueo contra Cuba.
Veamos las pruebas. Los propietarios bolivianos de los medios de comunicación se pusieron de acuerdo o fueron obligados a vender sus acciones a empresas transnacionales que actúan, unas abiertamente y otras en la sombra. La empresa española PRISA compró una cadena de diarios, canales de televisión y radio, en todo el país. Luego se retiró y vendió sus medios a otros propietarios que no se muestran. De uno se supo que fue comprado por una empresa venezolana. Los otros medios se escandalizaron dos o tres días, hasta que verificaron que los nuevos dueños no eran chavistas.
Los rumores están bien organizados. No se trata de chismes soltados al azar, sino de campañas orquestadas. Tanto es así, que los rumores se convierten en demandas de algún sector social. Dirigentes del MAS, talvez sin darse cuenta, caen en la trampa y comienzan a pedir el cambio de dos, de tres, de seis o siete ministros. Todos saben que es atribución exclusiva del presidente nombrar a sus colaboradores y están concientes que el presidente Morales no va a renunciar a esta atribución. ¿Qué ganan con esa campaña? Mantener un desasosiego permanente en la administración pública, de modo que la administración pública se retrasa y no se cumplen los planes. ¿Habrá alguna relación entre el bajo cumplimiento presupuestario y la campaña de rumores?
Luego la violencia saltó de una región a otra. Los maleantes de la Unión Juvenil Cruceñista se han convertido ahora en masistas. Quemaron oficinas del Estado, golpearon sin misericordia a todo aquel que se atrevía a identificarse con el MAS, dinamitaron oficinas y residencias de dirigentes del MAS y han quedado impunes.
El caso de los mercenarios encabezados por Eduardo Rozsa Flores, merece un acápite aparte. Un seguimiento de las autoridades permitió detectar los preparativos de este equipo, los que iban a desembocar en una guerra civil para separar a Santa Cruz de Bolivia. Los mercenarios fueron sorprendidos en el hotel en que se hospedaban y muertos ante la resistencia que opusieron a su arresto. Los medios de comunicación, organizados como ya vimos para actuar contra el gobierno, han convencido a buena parte de la población cruceña de que se trató de un ajusticiamiento. Es decir que, el gobierno, los eliminó sin que hayan presentado resistencia y, además, lo hizo para ocultar supuestos vínculos que tenía con ellos. Lo que no han podido ocultar es el apoyo que les dieron grupos y personajes opositores, dotándoles de un local en el que almacenaban materiales, pagando su alojamiento y alimentación y estableciendo contactos con células mercenarias en otros distritos del país. Estas últimas, que existen, no han sido detectadas, lo que muestra su alta peligrosidad.
Ahora, la violencia se trasladó a las organizaciones sociales que apoyaron y aún siguen apoyando al MAS, pero que reclaman con amenazas y con hechos. Esto hace, de nuestro país, un terreno inestable donde no puede ponerse pie ni siquiera para visitarlo, mucho menos para invertir.
Las luchas internas en el instrumento político son ampliamente publicitadas, provocando reacciones cada vez más agresivas. Es como si estuviésemos manipulados para crear agresividad en todos nosotros y, luego, volcarla sobre nosotros mismos.
¿No nos damos cuenta de que hay una coherencia maligna en esta trama?, ¿quiénes manejan este plan? Decir que es la embajada, resulta una generalidad que no conduce a nada. Ellos actúan a través de agentes locales. No son los viejos partidos políticos que, en los pasados cuatro años, han desaparecido; apenas quedan las siglas. Los gobernadores insolentes tampoco, pues no tienen coherencia en su actuación; su agresividad no es más que una defensa de sus mezquinos intereses. Los comités cívicos dejaron de tener protagonismo, manchados como están por actividades ilegales y sediciosas, al punto que sus dirigentes fugaron del país.
Descartados ellos, es necesario realizar una investigación seria en los grupos que, mostrando un discurso conciliador, trabajan para derrocar al gobierno y destruir lo que se avanzó en el proceso de cambio. Esta es la labor de los organismos que, por ley, deben ejercer la defensa del gobierno y, más aún, del país.
Porque, todas las evidencias, señalan que, en Bolivia, hay un grupo reservado, secreto, que está dirigiendo las acciones contra el gobierno. No serán parte del gobierno mundial, por supuesto, pero deben responder a ese manejo oscuro que describe tan detalladamente Daniel Estulin.
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