Uribe deja la presidencia de Colobia. La verdad quedará en los corazones de las familia de los muchachos asesinados, cuyos huesos asoman por entre la tierra que echaron funcionarios y discursos.
Juan Alberto Sánchez Marín
En buena hora, Uribe Vélez vuelve a ser don Álvaro y se marcha, al menos, del gobierno. Sale por la puerta principal de Palacio, compungido, pero confiado en que su voz seguirá tronando y en que habrá quienes mantengan bajo buen abrigo sus huevos, más protervos que proteínicos.
Y para fundar su esperanza en certezas, se va a vivir a una guarnición de la policía, un nido principal donde funcionan la Dirección de Inteligencia y el Centro de Altos Estudios de esa institución. Una Inteligencia que se volvió tristemente célebre durante su mandato, por violar la Constitución y las leyes.
Al fin y al cabo, él sabe a ciencia cierta que más allá la “seguridad democrática” es “falsa de toda falsedad”, una farsa como la batalla de Farsalia contada por César. Eso sí, una mentira mediática útil para hacer y deshacer territorios, inflar soflamas y contratos, apachurrar derechos humanos, apuntalar terratenientes, o para romperle los talones a la Corte Suprema de Justicia, o la crisma a los opositores que no se tragaron enteros los eslogan mohosos que distinguieron su gobierno.
http://portal.ajintem.com/noticias-internacionales/america-latina/8253-el-calvario-de-don-alvaro.html
El que no sabe quién es festeja sus derrotas y rechaza sus oportunidades
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