jueves, 7 de junio de 2012

MUERTOS SIN SEPULTURA - JORGE LUIS OVIEDO

I

Los veo volar en círculo
Poblar el cielo
Embriagarse con el vapor de la carne al deshojarse
Ese vapor que nos revienta las escamas de la piel
Como una rosa agredida por un viento huracanado
Los veo vaciarle al sol su cara de agua
Y descender extasiados de gozo
Con la muerte entre sus garras
Nos arrancan los últimos vestigios de la vida
Primero la luz
-gota a gota los espejos del sueño
Las ventanas del recuerdo-
Nos escarban la memoria con sus túneles de tiempo
La anudada lengua donde se mantuvo virgen la palabra
Mansos y desnudos asoman nuestros huesos
Bajo el filo de sus picos insaciables
Y el ardor sin limite de sus hambres milenarias
II

Ensartan sus garras en el pecho
Aran mi piel
La llenan de caminos y caminos
Clavan sus picos de obsidiana en mis antiguos
Círculos de luz
Disputan mis vísceras
Se atragantan con mi carne
Y con mis cartílagos menos célebres
Chapotean en la sangre endurecida
Y lentamente me desnudan para siempre mi osamentas
III

En estos amplios agujeros
La lluvia guardará sus lágrimas
El sol calmará su sed
Lavará sus doradas plumas de serpiente
Y vendrán
Vendrán los pájaros a guarecerse
De todas partes vendrán
Y plantarán un bosque sobre mis ahuecados sueños
Lo llenarán con sus mágicos colores
Con sus gorjeos sin fronteras
Y vendrán
Vendrán
Las cabras a berrear
Desde los ásperos despeñaderos del norte
Hasta las alturas quepusculares de mi cráneo
Vendrán
A pastar en mis cabellos
En las hierbas de mi piel
Y vendrán
Todas las mujeres del mundo
--silenciosas y ordenadas--
Religiosamente vendrán
A buscarse en la costilla de su sueño
En la memoria de mis huesos
IV

Probablemente de aquí a dos mil años
--tal vez más--
Los paleontólogos
Tropiecen con mis fémures intactos
Con mis costillas rotas
Y algún palpo de mi voz enmohecida
Felices como aves que aprenden a volar
Se pondrán a anillar mis vértebras
A inventariarme el esqueleto
Los imagino barbados y salidos del sueño
Con cuatro soles en la cara
Escarbando entre las rocas
Y asegurando el mundo entero
Que soy más viejo de dos mil años
Que todos los hombres y los dioses
V

Mañana cuando el festín
No haya dejado más que desnudas osamentas
Dispersos nuestros nombres
Mañana sí
Cuado el sol no tenga más remedio que sorber
La última gota de amor
De nuestros desordenados esqueletos
Mañana
Cuando la lluvia arrastre la yerba suelta
Y la tierra removida
Cuando no quede un solo rastro de putrefacta humanidad
Cuando ya no quede un solo hedor delatándonos
Mañana sí
Cuando el olvido
Por fin
Pueble esta colina
Entraremos para siempre en el alma de las cosas
*
UNA EXPLICACION
Este libro nació como producto de una coyuntura muy particular, como surge, probablemente, la mayoría de los libros.
Para algunos la década del ochenta (siglo XX) es una década perdida y lo dicen abiertamente, como si ello significara un descubrimiento rotundo. Lo dicen porque la lucha por la dignidad de los seres humanos en Latinoamérica se llevó a unos extremos, tal vez insospechados para las minorías.
Fue una década que se vivió con una celeridad sin limite. Un día equivalía a un año. Cruzar una calle prohibida era como leerse un libro sobre la realidad nacional.
Solamente que en el segundo caso no se corría el riesgo de perder la vida.
Desafiar la ciudad nocturna, abierta para lo peor, era acumular cinco años de experiencia.
La década de los ochenta, para muchos que comenzábamos a ver el mundo con los ojos nuestros, resulto ser una etapa muy significativa.
En mi caso particular comencé a darme a conocer como escritor, porque como futbolista ya prácticamente no podía.
Para mi, entonces, la década pasada es ganancia, ganancia, pese a los millares de latinoamericanos que murieron, la gran mayoría porque deseaban dignificarse o dignificar a otros seres humanos.
Por esa razón este no es un libro político o un texto de denuncia. Este es un esfuerzo, como tantos otros, mejores tal vez, por plasmar o por captar, qué sé yo, la complejidad del hombre, del ser hondureño, del ser latinoamericano, durante esos años de ilusión y barbarie.
Yo no sé si al final escribo porque hablo poco, (o porque me di cuenta, no tan tarde por cierto, que del fútbol no habría carrera ni fortuna; tampoco de otros quehaceres más rentables y discretos) o, si es, porque habemos gentes que no podemos quedarnos sin decir nada y, al final, hacemos lo que hacemos, solo porque otros, los que supuestamente le dieron, se quedaron sin voz y sin pluma, en este caso.

Entre 1983 hasta parte del 85 escribí estos poemas, que eran más, pero que el tiempo los fue reduciendo.
Esa es una de las razones por lo que ahora los publico juntos, con el título actual, pues la primera intención fue llamarlo VOCES DE CEMETERIO, sin embargo, no me convencí de que fuera lo mejor, luego XIBALBA, pero tampoco quedé del todo satisfecho. Porque XIBALBA es no sólo la región de los muertos, sino que el infierno según la interpretación cristiana (occidental), por eso me decidí finalmente por LAMENTO POR TODOS.
En esta ocasión incluyo solamente la primera parte, la cual está referida a los miles de muertos que, en El Salvador o Guatemala, por ejemplo, eran arrojados en las afueras de las ciudades, a veces, en los crematorios municipales, como una basura más, en las décadas del setenta y el ochenta del siglo XX. En Honduras hubo, por entonces, 169 personas desaparecidas de las cuales, en su mayoría, se ignora donde se lo botó, tiró, lanzó o despedazó. Sirva este ejercicio para manener fresca la memoria.
Marzo de 1994
http://honduraspoetica.blogspot.se/2009/03/muertos-sin-sepultura-poema-de-jorge.html?m=1

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