Se acabó el tiempo. En quince días comenzará la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, RIO+20. Será una nueva oportunidad para que los gobiernos del mundo –y también los organismos internacionales y la sociedad civil- confronten visiones y modelos de desarrollo, tomando en cuenta las múltiples crisis que padecen los pueblos del mundo y su hogar planetario.
Dentro de la pegajosa telaraña que caracteriza las complejas negociaciones que se vienen desarrollando desde hace tiempo, queremos centrar la atención en un punto que nos parece crítico. Existe una fuerte contradicción entre el individualismo genético que caracteriza a la propia naturaleza de los pueblos, y la realidad común y compartida que nos impone el vivir en un único planeta
No existe ninguna razón lógica para esperar soluciones a las graves amenazas planetarias (cambio climático, derretimiento de los casquetes polares y glaciares, desertificación, pérdida de biodiversidad, reducción de las fuentes de agua segura) si las negociaciones internacionales se realizan sobre el imperativo de priorizar la defensa de los intereses locales.
La enorme dificultad para avanzar en este terreno desconocido está en que los gobernantes no están preparados para pensar primero en el bien de la humanidad.
Este cambio de mentalidad tarde o temprano deberá producirse, porque la biosfera condiciona de manera absoluta las realidades de la vida de los seres humanos.
Y de nada sirve seguir engañándonos con miradas locales, fragmentarias y miopes de una realidad que no conoce ni respeta fronteras políticas, ni otras creaciones de la mente humana.
Deberemos familiarizarnos con el concepto de “ciudadanía planetaria”, pues cada vez tendrá mayor importancia formarnos como seres con derechos y deberes en relación a la Tierra. Lo que ahora se restringe a los límites de nuestros países, dentro de un tiempo abarcará al planeta, por la sencilla razón que los procesos naturales, los comportamientos ecosistémicos y la dinámica de los ciclos y de los recursos existentes, responden a una realidad que abarca el orbe. Si no logramos un planeta más resiliente (tolerante a las exigencias impuestas por el uso de la sociedad humana) nos resultará menos hospitalario.
En RIO+20 las negociaciones serán mucho menos ambiciosas. Se pretende avanzar hacia una economía que tome más en consideración a la realidad ambiental, y también mejorar la institucionalidad de lo ambiental
En cuanto a la llamada “economía verde” está claro que no se cuestiona establecerla dentro del actual sistema capitalista –que es casi mundial. Lo cual plantea una dificultad conceptual a discutir: no es posible promover un desarrollo sustentable sobre la idea del crecimiento sostenible, pues si los recursos son finitos el crecimiento esperado no puede ser infinito.
Por lo tanto, en la Cumbre se pueden esperar algunos compromisos en política económica que atenúen la crisis actual, pero estaremos muy lejos de colocar sobre la mesa de discusión los temas que a nuestro entender resultan cruciales, para construir un mejor futuro para la humanidad. Nos referimos a rever los sistemas de producción, comercio y consumo actuales, con una visión sustentada en la conservación de la biosfera y la equidad de todo el proceso.
Publicada en el diario EL PAIS de Montevideo el 6 de junio de 2012
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