sábado, 4 de agosto de 2012

Del Súper al Comedor: El trabajo de los Bancos de Alimentos en Argentina


Por Juan Pablo Eijo

El primer Banco nace en La Plata en el 2000, con la misión de luchar contra el hambre a partir del recupero de alimentos e intermediar entre los donantes y la población más necesitada. En la actualidad son 15 en todo el país, y asisten a más de 1180 organizaciones comunitarias que alcanzan a 179 mil personas. Desde la Red que los nuclea, advierten sobre la pérdida y el desecho de cientos de toneladas de alimentos a diario, y piden por una ley que resguarde a las empresas y promueva las donaciones
Tres varones guardan los instrumentos de batucada, unas pocas mujeres todavía chapotean en la pileta, y el resto pone la mesa para la merienda: arroz con leche y pan con dulce, esta vez. “Pasó que desde el Banco nos mandaron mucho arroz, y aprovechamos; pero también recibimos Actimel, productos de higiene y de limpieza, y en ocasiones cajas de alimentos de todo tipo, que muchas veces damos a los chicos y chicas para que lleven a sus casas”, cuenta a El Mundo en Nuestras Manos, la Hermana Ana María Guerrieri, responsable del Comedor y Centro de Formación Laura Vicuña, de Ensenada, el cual recibe a diario a 50 jóvenes y adolescentes en situación de riesgo y es una de las 95 asociaciones que el Banco Alimentario de la Plata abastece regularmente.

El Banco Alimentario de la Plata es una Asociación Civil sin fines de lucro que nace en el 2000 como el primer Banco de Alimentos del país, y su misión es actuar como intermediario social entre empresas, comedores comunitarios y demás asociaciones, para combatir el hambre y los riesgos nutricionales de los más necesitados, a partir del recupero de alimentos que no están en condiciones de ser comercializados pero sí de consumirse. “Recibimos las donaciones de empresas y productores en nuestro depósito, que luego clasificamos, pesamos e ingresamos en los programas; hasta que finalmente se va dando salida a medida que las instituciones van retirando”, describe Florencia Franco, encargada del Área Administrativa y de Autofinanciamiento del Banco, y aclara que a cada donante se le entrega un reporte de hacia dónde van sus donaciones.
Las razones por las cuales un alimento puede no estar en condiciones de ser comercializado pero sí apto para el consumo, son diversas: defectos de empaque o cercanía a la fecha de vencimiento, las más comunes. “Puede que el Packaging no esté en muy buen estado –una lata abollada o un paquete de fideos abierto-, y entonces los supermercados nos lo traen”, ejemplifica Florencia, y señala una de las cajas repletas de productos que Walmart acaba de donar. Esos productos luego son retirados por las asociaciones beneficiarias, a las que el Banco asiste según sus necesidades: "Tenemos un equipo de voluntarios que las visitan y les hacen un cuestionario. Nosotros les provisionamos hasta un 30 por ciento de lo que necesitan, de modo que si algún día el Banco no esté, ellos no dejen de funcionar por eso", explica Franco. En la actualidad, el Banco Alimentario de La Plata provee alimentos a 95 instituciones que llegan a 9000 personas.
Para alcanzar ese número, todo suma a la hora de juntar alimentos. Cada año, por ejemplo, un productor dona a cada Banco del país una hectárea de choclos para ser cosechada por voluntarios, lo que se conoce como “La Chocleada Solidaria”. Sólo el Banco de La Plata recibió este año 21 toneladas de choclos. Igual cantidad resultó de la “segunda cosecha” de kiwi donada por un productor de Bavio, que se distribuyó en 584 comedores. Cada tanto, también, los voluntarios van al Mercado y hacen recupero: “Llevamos un carrito y le pedimos a los puesteros que donen algo; cosas que por ahí no están para la venta, como ser un zapallo un poco machucado o frutas maduras. Y se recolecta bastante”. Y este año, se espera, el Banco pondrá en marcha un proyecto para sumar a las escuelas. La idea es que los nenes y nenas donen, una vez al mes, una leche larga vida o en polvo, y eso distribuirlo en las instituciones.

.- Un tercio de la comida se pierde o se tira


Un informe encargado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) al Instituto de Biotecnología y Alimentos de Suecia (SIK) reveló que cerca de un tercio de los alimentos que se producen por año en el mundo para consumo humano -el equivalente a 1300 millones de toneladas-, se pierde o se desperdicia. Global food losses and food waste (pérdidas y desperdicios de alimentos en el mundo) fue presentado en el Congreso Internacional Save Food! (¡Ahorra comida!) celebrado en Düsseldorf, Alemania, en mayo del año precedente y -según se equipara en el mismo informe- la cantidad de alimentos que se pierden o desperdician equivaldría a más de la mitad de la cosecha mundial de cereales (2.300 millones de toneladas en 2009-2010).
El informe de la FAO distingue entre pérdidas y desperdicios de alimentos. Las primeras ocurren en las fases de producción, recolección, post-cosecha y procesado, y son más elevadas en los países en desarrollo, debido a la precariedad de sus infraestructuras, al bajo o inadecuado nivel tecnológico y a la falta de inversiones en los sistemas de producción. El desperdicio de alimentos, en cambio, es un problema mayor en los países industrializados, provocado tanto por minoristas como por consumidores que desechan alimentos en buen estado para su consumo. Según se apunta en el informe, el desperdicio entre los consumidores de Europa y Norteamérica es de 95-115 kilos anuales por persona, mientras que en África subsahariana y Asia meridional sólo alcanza los 6-11 kilos por persona.
Se podría también hablar de pérdida de alimentos por cuestiones especulativas o económicas. Ejemplos: cada año se tiran millones de kilos de plátanos en Canarias con el fin de garantizar la rentabilidad de los productores, y se preveía en España que 100 millones de kilos de papas serían destruidas durante el 2011. En Argentina, sin ir más lejos, gracias a una investigación de Alicia Jardel, docente mendocina radicada en Bruselas, supimos del saqueo de nuestros recursos ictícolas producto de la pesca indiscriminada en el Golfo de San Jorge, en las provincias de Chubut y Santa Cruz. Allí, los buques de langostino tiran a diario el descarte de su pesca selectiva (los precios del langostino son ostensiblemente superiores): merluza, cazón, abadejo y hasta el salmón que queda atrapado en sus redes. Sólo de merluza, a fecha del trabajo, se estimaba que cerca de 1 millón de kilos se tiraban al día, como resultado de la pesca de 100 barcos que operaban en la zona.

La pérdida y el desecho de alimentos aptos para consumo humano, debieran combatirse por varias razones. Por un lado, desde un punto de vista ecológico, implica un desaprovechamiento inadmisible de recursos naturales y productivos y una emisión innecesaria de gases de efecto invernadero que contribuyen al calentamiento global. Y por otro, se impone más aún desde un punto de vista ético: según el Índice del Hambre Global (IHG), publicado por el Instituto Internacional de Investigación de Política Alimentaria, 1000 millones de personas pasaron hambre en el mundo durante el 2009; realidad que no escapa a nuestro país, donde, para ese mismo año, la indigencia -o sea: personas que no cubrían sus necesidades básicas alimenticias- superaba al 10 por ciento de la población, según cifras del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina.
Los números del hambre, las urgencias ambientales y la disponibilidad limitada de recursos naturales (en una población mundial cada vez más creciente) vuelve imperante un uso eficiente de los mismos y un consumo responsable, evitando la mayor cantidad posible de pérdidas y desechos. Parte de esta lucha la llevan adelante, desde hace más de cuatro décadas, los Bancos de Alimentos de todo el mundo
.- Por los nenes y nenas: ¡con la comida no se juega!


Eran fines de los sesenta y una madre de nueve chicos le cuenta a John Van Hengel, habitante de Phoenix, Arizona, cómo ella, teniendo a su marido en prisión, conseguía dar de comer a sus hijos recogiendo los alimentos que caían durante la descarga que un supermercado hacía de madrugada. La mujer le sugiere a Van Hengel que comente la experiencia a otras madres carenciadas, pero él hace algo más: organiza con un grupo de voluntarios el recupero de alimentos en ése y otros supermercado, y así nace en Fénix en 1967, el primer Banco de Alimentos del mundo. Con el tiempo, esta metodología se replicaría en Estados Unidos y otros países. En Argentina, el primer Banco nacería en La Plata en el año 2000, y le seguirían otros 14 en distintas partes del país, todos los cuales conforman la Red Argentina de Bancos de Alimentos, ONG creada en 2003 con el fin de potenciar el trabajo conjunto de los Bancos y “optimizar la distribución de alimentos de acuerdo a las necesidades reales de cada lugar”.
En total, durante el 2010, según datos de la Red, por intermedio de los 15 Bancos se distribuyeron más de 6 millones de kilos de alimentos en 1181 organizaciones de todo el país, lo que a su vez llegó a 179 mil personas en situación de necesidad, menores de 17 años en un 80 por ciento. Asimismo, un relevamiento de la Consultora Datamática reveló que, gracias a los Bancos de Alimentos, un 71 por ciento de las organizaciones beneficiarias puede cubrir a más comensales; un 58 por ciento, ofrecer más raciones al día; y un 87 por ciento, elaborar una dieta más rica y balanceada. Este caudal de ayuda alimentaria sólo es posible por la gestión de cientos de voluntarios y por las donaciones recibidas por parte de empresarios y particulares, aún cuando la Argentina no cuenta al momento con una ley que favorezca la donación de alimentos (se estimaba en 2006, que se perdían o desperdiciaban unas 500 mil raciones diarias de alimento).
La Ley 25.989, conocida como Ley Donal o del Buen Samaritano, fue impulsada en 2002 por el entonces diputado José Luis Fernández Valoni, y aprobada por el Congreso en diciembre de 2004. Pero un decreto del Ejecutivo a principios del 2005 vetó el artículo 9 -acaso el más importante-, vinculado a la responsabilidad civil de los donantes, con el argumento de que la persona beneficiaria de la donación no estaría protegida en caso de que algún alimento no apto para el consumo le causase algún daño. Tal como se establecía, la persona debía probar en qué eslabón de la cadena (empresa-Banco de Alimentos-organización beneficiaria) había ocurrido la negligencia y accionar recién ahí contra quien correspondiese. Desde entonces se presentaron dos nuevos proyectos, pero no tuvieron curso parlamentario; el último, impulsado en marzo del 2009 por el senador Daniel Filmus y la senadora Marita Perceval, propone una modificación al controvertido artículo 9, presumiendo la “buena fe de los donantes”, quienes sólo serían civilmente responsables por daños eventuales, cuando se probare “dolo o culpa imputable a los mismos", es decir, que la empresa donase deliberadamente comida en mal estado

“Desde nuestro punto de vista, la ley 25.989, con la modificación del artículo 9, es la norma más adecuada para favorecer las donaciones de alimentos. Se debiera presumir el profesionalismo y la integridad de las instituciones intervinientes. No hay antecedentes en el país de perjuicios a personas por donaciones de alimentos que no estuviesen aptos”, fundamenta Alfredo Kasdorf, Presidente de la Red Argentina de Bancos de Alimentos, y aclara a esta revista que no se trata de eximir responsabilidades, sino de que cada parte de la cadena solidaria asuma la suya -como ocurre en Italia, México y Estados Unidos, entre otros países-. De esta forma, “las empresas se sentirían más seguras y donarían más alimentos -que hoy se tiran-, en especial durante la cadena de producción”, sostiene Kasdorf.
“Nos llegan comentarios de gente que estaría dispuesta a donar y no lo hace. Hay mucha cosecha que se podría recuperar, y estamos viendo cómo acercarnos. También hay mucha gente que no conoce el Banco, que ni siquiera sabe que existen”, señala Florencia Franco del Banco Alimentario de La Plata, y cuenta que hay una lista de organizaciones de la zona que esperan ayuda. Por esta sola razón, desde el Banco consideran importante que se difunda el trabajo que realizan y que se alienten e incrementen las donaciones, cualquiera fuere el alimento: “si llega mandioca, como ocurrió: se les enseña a cocinar la mandioca”.
Choclos, kiwis, mandioca, cereales… todo contribuye para que en un remoto Comedor de Ensenada, un jovencito morocho de mechón azulado (una de las 179 mil personas beneficiarias) exclame y pregunte, con la adhesión a boca llena de otros nenes y nenas: “!Qué bueno está el arroz con leche! ¿Hay más?”
Fuente: www.ecoportal.net

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