miércoles, 1 de agosto de 2012

El Informe Petras

Nota de la publicación
 
Rescatamosdesde la ya desaparecida (por desgracia) revista Ajoblanco (devorada por los grandes grupos editoriales de este país, hace ya más de dos años), el polémico INFORME PETRAS realizado por el sociólogo y colaborador de Noam Chomsky , James Petras.
Este informe fue encargado en su día , por el CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas) en los años en que gobernaba el P$OE.
Tras seis meses de estancia en Barcelona, dedicados plenamente al estudio y desarrollo de este informe, fue entregado a los anfitriones del CSIC, para su posterior publicación como habían acordado. Este “real”, “provocador” y “desolador” informe , sobre la brecha de la situación laboral de padres-hijos, fue condenado al olvido en algún oscuro archivo del CSIC. Al finalizar la lectura os podréis imaginar porque.
Como en el verano de 1996 valientemente publicara Ajoblanco , nosotros lo volvemos a hacer desde la oportunidad que nos ofrece la comunicación abierta y libre de Internet. Hacedlo llegar al mayor número posible de personas, y haced un profundo análisis de nuestra situación laboral y social ( que tan bien supo ver este norteamericano ) ; que aún continua degenerándose tras la salidadel P$OE y con el paso del relevo de la política neoliberal a los actuales gobernantes del PP.
Salud y Libertad
http://www.cgt.es
James PetrasDe descendencia griega, es miembro del Tribunal Bertrand Russell de los Derechos Humanos y colaborador de New Left Review y Le Monde Diplomatique.
Petras es amigo y colaborador de Noam Chomsky y con él escribió un libro sobre Clinton.
En 1995, Petras llegó a Barcelona en calidad de “investigador visitante” del CSIC.
Durante medio año elaboro este informe.
James Petras
Prólogo a esta edición
Comencé mi investigación sobre el impacto de las políticas del partido socialista en la sociedad española a principios de enero de 1995... visitando ministerios, hablando con profesores universitarios y con cuadros sindicales. Estaba atareado recogiendo estadísticas y leyendo documentos eruditos y oficiales sobre desempleo, modernización, integración, etc. Al mismo tiempo, en mi vida cotidiana, en el gimnasio, en el videoclub, en el supermercado, en los bares de la Zona Franca de Barcelona, estaba experimentando una realidad diferente
La monitora de aerobic, de 29 años, trabajaba 50 horas a la semana por 60.000 pesetas. Nos hicimos amigos, y un día "desapareció": su contrato laboral de 6 meses expiró y, lo que ella más temía, fue inevitablemente despedida. Otro empleado temporal la sustituyó. En el videoclub, un licenciado en Historia vendía vídeos, trabajando 48 horas por 70.000 pesetas... y se sentía afortunado. En Hospitalet, una chica de 19 años ensobraba por 1.000 pesetas al día trabajando 10 horas diarias... Al principio pensé que eran casos "extremos", así que empecé a ir a los distritos de
clase obrera, como la Zona Franca, y encontré los bares repletos en pleno día. Ésta era la nueva España moderna: trabajadores retirados jugando al dominó de lunes a viernes y bailando pasodobles el fin de semana en los clubs de la tercera edad, y sus hijos trasegando cervezas en el margen de una vida sin futuro.
Dejé de ir a la universidad y a los ministerios. Lo más importante para mi investigación era el rostro humano de la "modernización" de Felipe... Descubrí otro mundo que las estadísticas del gobierno y la investigación académica pasaban por alto: los millones de jóvenes trabajadores españoles que quedaban marginados del empleo estable y bien pagado... de por vida.
Volví a conceptualizar mi estudio para dar un rostro humano y una voz a los trabajadores jóvenes; a su frustración, su rabia, sus miedos. Comencé a pasar tiempo hablando con ellos en los bares y cafés de sus barrios, y durante paseos por la Rambla y el Barrio Chino.
Al mismo tiempo, empecé a entrevistar a trabajadores mayores, mi generación de los 60 y los 70.

En algunos casos compartíamos un lenguaje común, de política de clase; con otros, las luchas eran historia pasada. Visité el puerto de Barcelona, intercambié ideas en pequeños restaurantes de la Barceloneta, en cocinas de Hospitalet, en la cafetería de la planta de Seat. Era una experiencia educativa, pero también política y personal, conmovedora. Sentí los "altos" y "bajos" de padres que lucharon y ganaron contra la dictadura, enfrentados una vez más a un terrible dilema: cómo ocuparse de su seguridad ante los salvajes ataques del gobierno socialista y la patronal... mientras se angustian por las condiciones del empleo marginal de sus hijos e hijas.
Había dramas callados de la vida cotidiana tras las puertas cerradas de dormitorios atiborrados.
Aunque los jóvenes tienen pocas ilusiones y sus padres ninguna, hay una especie de energía vital que encuentra su expresión de innumerables maneras. Las periódicas huelgas generales que rompieron los límites impuestos por los patrones, los políticos y los burócratas sindicales. La movilización en la calle por la Guerra del Golfo, las manifestaciones antirracistas y contra la mili... pero sobre todo hay ahora mismo un gran depósito de desesperación oculta que puede dar una sorpresa a aquéllos que han escrito a vuelapluma sobre la generación joven. Éste es el principio, y no el capítulo final, de la lucha de los trabajadores españoles por una vida decente. Este estudio es una pequeña contribución, esperanzada, a la construcción de esos lazos generacionales que puedan volver a crear aquel espíritu de solidaridad y generosidad por el que los trabajadores españoles son tan justificadamente conocidos
Introducción
Este estudio comenzó como un análisis de las relaciones entre la estrategia de modernización del Gobierno socialista y su impacto sobre la estructura social. A medida que avanzaba la investigación, iba quedando claro que se había llevado a cabo poco trabajo de campo en el impacto sobre la clase trabajadora, especialmente sobre la joven generación de los 90. Las precarias y abominables condiciones a las que los jóvenes trabajadores tenían que hacer frente en el mercado laboral se convirtieron en la principal preocupación. Decidí cambiar la estrategia de mi investigación del macro al micronivel, y centrarme en los costes humanos y los destructivos efectos sociales de la modernización a través de la estrategia de liberalización. El resultado es un estudio de casos de 20 trabajadores de generaciones pasadas y presentes, y de los efectos en la vida cotidiana derivados de la estrategia de liberalización.
Desearía expresar mi agradecimiento al Ministerio de Educación y Ciencia que ha hecho posible este estudio.
Igualmente desearía dar las gracias al profesor Salvador Giner, del Instituto de Estudios Sociales Avanzados de Barcelona, y al profesor Benjamín Bastida, de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Barcelona, por su amable apoyo, aliento y espíritu crítico.
También desearía agradecer a Rosa Canadell, Antonio García, Antonio Gil, Caries Vallejo, Joaquim Novella, Ramón Alós, Emilio Cortavitarte, Antonia García y Paco Aroca las perspicaces discusiones y la ayuda en la organización de las entrevistas.
Nuestra investigación se basa en una serie de preguntas biográficas semi-estructuradas. Las entrevistas se llevaron a cabo en Barcelona entre 20 trabajadores, divididos a partes iguales entre trabajadores jóvenes y trabajadores mayores. El grupo de veteranos incluía trabajadores que habían entrado en el mercado laboral durante los años 60 y 70; los jóvenes lo habían hecho a finales de los 80 y mediados de los 90. Los trabajadores pertenecían al sector del automóvil, la electrónica, portuario, maquinaria, ferroviario, eléctrico y autónomos. Las entrevistas se llevaron a cabo durante el invierno y la primavera de 1995.
La estrategia de la modernización
La modernización de la economía española entre 1982 y 1995 (el período de gobierno del partido socialista) involucró fundamentalmente tres estrategias interrelacionadas: liberalizar la economía, ahondar la inserción de España en la división internacional del trabajo (integración en la CE) y configurar un nuevo "régimen regulador".
La liberalización tuvo lugar a lo largo de un marco prolongado de tiempo y fue de naturaleza global. Abarcó todo el período que consideramos y afectó profundamente a todos los sectores, regiones y clases de la población. Las medidas clave incluían la liberalización de los mercados, privatización de empresas públicas y bancos, libre convertibilidad y la flexibilización del mercado laboral. La aplicación de cada una de las medidas difirió en el tiempo: algunas se produjeron a mitad de los 80 (privatizaciones). Otras, de un modo poco sistemático, comenzaron en la última parte de la década y se prolongaron hasta mitad de los 90.
A la estrategia de liberalización la acompañó (siendo causa tanto como consecuencia) la creciente inserción de España en la división internacional del trabajo, en particular como miembro a todos los efectos de la CE. La integración implicaba fundamentalmente especialización, desde el momento que España sólo era capaz de competir con éxito en un número limitado de áreas. En particular, la inserción de España en la división europea del trabajo tuvo por resultado la expansión de los servicios, especialmente del turismo, y un declive relativo de la industria
Inserción e integración implicaron básicamente dos procesos asimétricos interrelacionados: una transferencia desproporcionada de fondos de inversión de la CE a España (en relación con los pagos) y una balanza comercial muy desfavorable para el país. La entrada creciente de España en el mercado internacional condujo también a flujos desproporcionados de préstamos, inversiones y beneficios: más préstamos y inversiones hacia España que viceversa; como consecuencia hubo mayor salida de beneficios e intereses devengados a inversores extranjeros que afluencias derivadas de los inversores extranjeros en España.
Las relaciones asimétricas caracterizaron también la "intemacionalización del capital". La práctica común del capital foráneo (europeo, en la mayoría de los casos) fue adquirir empresas españolas, mientras no hubo apenas participación española en compañías extranjeras. El resultado en muchos casos fue la conversión de España en una plataforma de exportación de mano de obra a compañías multinacionales de capital extranjero
Esta inserción creciente de España en la división internacional del trabajo vino acompañada de la emergencia de un nuevo "régimen regulador". El post-1982 fue un período de transición desde una industria nacional hacia un régimen internacional basado en los servicios. Kl "régimen regulador" son las reglas y los actores sociales que dan forma al proceso de acumulación. En esencia, las "reglas" se refieren al campo de acción y al método de la intervención estatal en la economía, las fronteras entre actividad económica pública y privada, capital nacional y extranjero, la distribución de los ingresos del Estado entre el capital privado y el bienestar social, la promoción de "mercados nacionales" y las exportaciones. Los actores sociales son los principales decisores (estatales y privados) que establecen las reglas y dirigen el proceso de acumulación.
Durante el régimen regulador "industrial-nacional", los principales actores sociales eran funcionarios públicos nacionales (electos y no electos) y líderes empresariales, sindicales y cívicos.
Bajo el nuevo régimen regulador, los actores principales son prestamistas extranjeros, directores de bancos multinacionales, altos funcionarios de la CE y funcionarios públicos (elegidos o no) vinculados a las redes internacionales.
El nuevo régimen regulador y el proceso de acumulación que éste dirige ha tenido dos impactos principales: (1) ha facilitado la desindustrialización de la economía y la ascendencia de la "economía de servicios"; (2) ha fomentado la desnacionalización de la economía y la ascendencia del capital de propiedad extranjera.
En el contexto español, "liberalización" no significa "desregulación" o ausencia de "reglas" que gobiernen la economía, ni significa tampoco la eliminación de la intervención estatal. Lo que implica más bien es un cambio en las reglamentaciones, que facilita la expansión del capital extranjero, el crecimiento de los servicios y mayores prerrogativas del personal directivo en el puesto de trabajo.
Paradójicamente, la intervención estatal aumenta; pero cambian tanto la naturaleza de los actores sociales que dirigen el Estado como la dirección de la intervención estatal. El nuevo régimen regulador amplía el papel del Estado a la hora de financiar, subvencionar y sacar de apuros al capital privado, multinacionales extranjeras incluidas. Bajo el nuevo régimen regulador, el predominio de los servicios y de los actores sociales de orientación internacional reemplaza a los anteriores "tecnócratas nacionales", empresarios y actores sociales con vocación local.
Hay una lógica coherente en la estrategia de modernización que adoptó el gobierno socialista. La liberalización de la economía en los primeros 80 era una condición necesaria para profundizar la inserción en la división internacional del trabajo. La inserción en Europa, a su vez, dio como resultado la consolidación de un nuevo régimen regulador basado en los "actores internacionales".
La ascendencia del nuevo régimen regulador prolongó el proceso de liberalización en los 90 y abrió las puertas a ulteriores tomas de poder extranjeras de la economía (internacionalización asimétrica y mayor especialización en los servicios).
El carácter mutuamente reforzador de los componentes de la estrategia de modernización hace difícil cambiar o reformar alguna parte por separado. La consolidación de la inserción en Europa dificulta los cambios en las políticas de liberalización, a causa de las nuevas reglas y decisores. La estrategia de modernización se mantiene en pie o se desploma como un todo.
Una advertencia es de rigor. Cualquier análisis de la historia económica asiática o euroamericana deja claro que la liberalización no es el único método para aumentar o profundizar la participación en el mercado mundial. El proteccionismo estatal selectivo y las estrategias de exportación han sido prácticas muy extendidas y de éxito. En segundo lugar, los regímenes industriales nacionales han tenido éxito al formular estrategias económicas globales y fomentar estrategias económicas liberales, especialmente para sus dependencias de ultramar.
En resumen, mientras que hay una "lógica interna" en la estrategia española de modernización, sus componentes particulares no son ni los únicos, ni los más comunes, ni los de más éxito.
Este ensayo tiene en cuenta la coherencia y la lógica de la estrategia de modernización, pero nuestra preocupación de base es su impacto en la estructura social y política. En sus términos más amplios, la cuestión principal es si la estrategia de modernización ha conducido a unas mayores equidad social y libertad política o a unas más hondas desigualdades y a un debilitamiento de la democracia política. En este sentido, la "modernización" y sus componentes interrelacionados son medios, no fines en si mismos. Es útil tomar nota del grado de éxito que ha tenido el régimen socialista al liberalizar la economía, integrar más a España en el mercado europeo y desarrollar un nuevo régimen regulador, pero el test definitivo de estas medidas radica en cómo afectan a la vida de las personas. Las cifras económicas globales. ya sea en términos de aumento de la productividad, volumen e ingresos de las exportaciones, número de turistas o transferencias de la CE en ecus, son pertinentes ante todo en términos de cómo afectan a la vida de la gente.
En este sentido, descartamos el supuesto de muchos economistas liberales de que un funcionamiento favorable del mercado se traduce necesariamente en mayores niveles de vida y en más libertad política. Para nosotros, las consecuencias socio-politicas de la modernización son tema de análisis empírico. No algo comprensible por lógica deductiva a partir de los supuestos a priori de la teoría neoliberal
.El impacto en la estructura social
Nuestro ensayo se centra en el impacto de la estrategia de modernización en dos dimensiones especificas de la estructura social: la calidad de la vida social y de la organización social de dos generaciones de trabajadores. Ambas dimensiones brindan una comprensión básica del aumento de la equidad social y de la fuerza de la sociedad civil. Nos fijamos no sólo en los resultados materiales de la política de modernización, sino en la manera en que la sociedad se organiza.
Al examinar el impacto de la modernización en la calidad de vida de la clase trabajadora, consideramos vanas arcas generales: ingresos, empleo, vivienda y ocio. Para comprender el impacto de la estrategia de la modernización. era fundamental determinar si había causado un efecto "homogeneizador" o "diferenciador" sobre dos generaciones de trabajadores.
En otras palabras, si la distribución de bienes y servicios aumentaba o disminuía, y cómo se habían distribuido. Un modelo, que llamaremos "tecnocrático", se concentraría en la producción global de bienes sociales. El otro, el "optimizador social", examinaría la distribución de bienes y servicios entre diferentes segmentos de la clase trabajadora. En otras palabras, un aumento de los gastos sociales en educación puede tener diferentes consecuencias para diferentes grupos sociales:
Mayores gastos en la educación superior, en un sistema donde predomina la clase media, y gastos relativamente más bajos en la formación profesional, los cuales afectan a la clase trabajadora, podrían incrementar las desigualdades, mejorar la calidad de la educación de la clase media, y tener un efecto contrario sobre la clase trabajadora
En este ensayo, el análisis se centra en los efectos específicos de la estrategia de modernización en dos generaciones de trabajadores.
Al examinar los niveles de vida intergeneracionales de la clase trabajadora, revisamos la estabilidad de los niveles de renta, salarios sociales e ingresos en metálico, y si éstos han crecido o disminuido a lo largo del tiempo. Sometemos a examen las diferencias de ingresos entre generaciones para determinar si las diferencias entre los grupos de más edad y los más jóvenes aumentan o disminuyen.
Al hablar de empleo en la clase trabajadora, nos centramos en varias dimensiones: empleo versus paro, empleo eventual versus empleo estable, y empleo en trabajos bien remunerados versus empleo en trabajos mal pagados. El estudio muestra que la estrategia de modernización ha incrementado el empleo en los trabajos inestables y mal pagados para la gente joven y emplea a los trabajadores por debajo de sus niveles educativos.
Un segundo tema de nuestro análisis es el impacto de la modernización en la organización social.

La modernización modera el discurso y debilita la organización de la sociedad civil. Las organizaciones del lugar de trabajo, cívicas y comunitarias han decaído en número de miembros, autonomía y capacidad para formular y aplicar políticas, especialmente entre los trabajadores jóvenes. La modernización ha debilitado el sentido de compromiso comunitario en los asuntos sociales y ha creado mayor atomización social y desarticulación de las organizaciones sociales, especialmente entre la gente joven. La formación y articulación de organizaciones sociales, así como su influencia política y social, eran más fuertes entre la generación mayor de trabajadores, que entró en el mercado laboral antes de que el régimen socialista diera comienzo a la "modernización". Nuestro estudio muestra que una mayor dependencia de "el mercado" se acompaña de un papel creciente del Estado versus la sociedad civil, de modo que esta última se debilita. La "sociedad civil" está dividida por clases y por generaciones. El proceso de modernización tiene un efecto diferenciador sobre la organización social de las generaciones de trabajadores jóvenes/mayores.
En resumen, el estudio se centra en la naturaleza cambiante de la clase trabajadora y en los efectos a largo plazo y a gran escala de la modernización en los niveles de vida, en la política y en la cultura de diferentes segmentos generacionales de la clase trabajadora.
La estrategia de modernización, con su énfasis en el sector privado, una más honda integración en el mercado europeo y un régimen regulador basado en actores internacionales, tiene un efecto profundo sobre un cierto estilo de toma de decisiones políticas y sobre el concepto de ciudadanía, de los que a su vez depende. La rama ejecutiva del gobierno ha determinado cada vez más el proceso de toma de decisiones; el decreto ley se ha usado mucho en el proceso de modernización.
Debido a la ruptura radical con el anterior régimen regulador y al coste social que implican la liberalización y la integración, el énfasis en el poder ejecutivo se convierte en un acompañamiento "natural" de la modernización.
Distinguimos tres tipos de liderazgo: (a) concentrado en el ejecutivo, (b) con reparto del poder, y (c) consultivo.
El liderazgo concentrado en el ejecutivo implica en esencia la restricción a un número limitado de confidentes cercanos, cuyo poder discrecional es estrechamente supervisado por el Presidente, bajo cuya dirección actúan. El flujo de influencia y poder combina las vinculaciones "horizontales" (entre jefes de Estado, funcionarios de la CE, las principales instituciones de préstamo, y grupos empresariales y financieros de orientación internacional) y los vínculos "verticales" (entre los parlamentarios, el partido y las organizaciones cívicas y sociales).
El liderazgo con reparto del poder se centra en la difusión del poder entre distintas ramas del gobierno (Parlamento-Presidente), el partido y el Estado, y organizaciones sociales. Aunque no todos los grupos comparten el poder equitativamente, hay un proceso de regateo y negociación sobre diversas áreas temáticas. La fragmentación del poder y la necesidad de formar coaliciones facilita la defensa de intereses sectoriales, al tiempo que limita la capacidad del Ejecutivo de imponer cambios estructurales básicos.
El liderazgo consultivo cuenta en gran medida con los flujos de influencia, ideas y propuestas, que van de abajo arriba. Está estrechamente ligado a una sociedad civil fuerte, en la cual las organizaciones sociales autónomas juegan un papel determinante en la formación y articulación de las cuestiones. La capacidad del Ejecutivo para aplicar políticas con un alto coste social se ve restringida. Los partidos, el Parlamento y los funcionarios de la Administración quedan bajo un estrecho escrutinio público. La opinión pública se configura mediante intercambios horizontales entre las organizaciones sociales. La influencia de fuentes de información centralizadas e impersonales como los medios de masas se ve disminuida. Los decisores extranjeros y los funcionarios no electos, que desempeñan un papel central en el liderazgo ejecutivo, y que son influyentes en un esquema de reparto del poder, quedan relegados a una posición marginal bajo los modelos de liderazgo consultivo.
El liderazgo concentrado en el Ejecutivo es, según la teoría democrática clásica, el más elitista y restrictivo, aunque es probablemente el más eficaz para llevar a cabo una modernización al estilo de la española.
El liderazgo con reparto del poder es menos elitista, en la medida en que se incluye a un conjunto más amplio de fuerzas políticas y sociales, pero es menos capaz de aplicar la estrategia de modernización, y excluye o margina a sectores significativos de la sociedad civil. El liderazgo consultivo es prácticamente incompatible con la estrategia de modernización (al menos tal como se ha elaborado en el contexto español), pero es el más inclusivo y democrático, en la medida en que consulta activamente a sectores importantes de la sociedad civil
.Cultura cívica
La estrategia de modernización ha tenido un grave impacto en la cultura cívica. Por cultura cívica nos referimos a las relaciones entre la sociedad civil y el Estado, al nivel y calidad de la actividad ciudadana, al acceso a la clase gobernante y a la influencia del gobierno sobre los ciudadanos.
Una democracia viable depende de la capacidad de los ciudadanos de sentirse libres para ejercer sus derechos, sin las amenazas o la intimidación de aquellos que ejercen el poder en el régimen o el Estado. Los regímenes autoritarios exigen que los movimientos sociales subordinen sus demandas a las prioridades de las élites (inversores extranjeros, prestamistas, la CE, etc.). En una cultura cívica, los líderes políticos incitan a los ciudadanos a actuar como los agentes del cambio social. En una cultura política autoritaria (haya elecciones o no) los líderes políticos fomentan la creencia de que los movimientos sociales "amenazan la estabilidad democrática", siembran el miedo y la inseguridad entre los ciudadanos y promueven la creencia de que sólo la élite política puede decidir cuándo, dónde y cómo hay que proceder para poner en práctica el cambio social.
En el terreno jurídico, la igualdad ante la ley y la subordinación a ella de los funcionarios públicos (incluyendo la policía y el ejército) es un ingrediente esencial para la creación de una cultura cívica.
Ésta excluye, por definición, el uso por parte el Estado de cualquier organización paramilitar que se involucre en actividades fuera de la ley. Por ejemplo, la creciente evidencia de la implicación del Gobierno en la organización y financiación de una organización paramilitar como los GAL es totalmente incompatible con cualquier noción de cultura cívica.
La opción política, el libre acceso a la información y la libertad para organizarse son variables significativas a la hora de medir el grado de cultura cívica. La opción política no se basa sólo en el número de partidos sino en el grado de apertura del sistema político a debatir estrategias alternativas de desarrollo. El libre acceso a la información no se basa sólo en la libertad para publicar o leer cualquier cosa que se desee, sino también en el acceso equitativo a los media para presentar ideas al público. La libertad para organizarse implica "bajo coste" al unirse a una organización: los trabajadores eventuales pueden ser legalmente libres de afiliarse a un sindicato, pero los empresarios son igualmente libres de negarse a renovarles el contrato, lo cual socava en la práctica el derecho de asociación.
Los programas de empleo subvencionados por el Estado y vinculados a clientes políticos, en los que se ligan las preferencias del empresario con la consecución del empleo, son incompatibles con la cultura cívica.
El acceso a la clase gobernante de una minoría restringida, que tiene como resultado el enriquecimiento personal, es incompatible con una cultura cívica. La integridad política vincula la responsabilidad del gobierno con una ciudadanía activa y autónoma, organizada en sociedad civil
Hay dos culturas políticas bien determinadas. Una cultura cívica, donde las leyes se aplican por igual a todos los ciudadanos, y donde los funcionarios políticos electos fortalecen la participación ciudadana y fomentan el crecimiento de los movimientos sociales. La actividad gubernamental se rige por la ley y no se usa el cargo público para imponer preferencias políticas a los ciudadanos ni para el enriquecimiento personal. Una cultura política autoritaria es aquélla donde la corrupción es desenfrenada y el enriquecimiento personal es endémico al sistema político
Las organizaciones paramilitares extra-legales violan los derechos humanos y la política estatal se encamina a limitar la participación ciudadana, dominar las cadenas de comunicación y concentrar la actividad política en el liderazgo personal de la élite política. La "ciudadanía" se reduce a votar por un menú político de élite, en vez de ser orientada activamente a formular los contenidos del menú. En este sentido, los votantes no son ciudadanos, en la medida en que no son miembros de una comunidad política. Aunque votar es un ingrediente necesario de la ciudadanía, resulta claramente insuficiente. La cultura política gobernante puede debilitar tan gravemente la posibilidad de crear una cultura cívica, que la ciudadanía se vea efectivamente socavada.
Se ha argumentado a menudo que la modernización es la condición sine qua non para la consolidación de la democracia en España. Han surgido suficientes evidencias como para poner en tela de juicio ese supuesto. Nos gustaría presentar algunas contratesis como punto de partida de nuestra investigación.
La modernización a través de la liberalización de la economía se ha consumado en gran parte vía decreto ley, cosa que ha favorecido las estructuras estatistas-autoritarias, a expensas de la sociedad civil y la consulta pública
La centralidad del mercado como el principal mecanismo para la modernización ha reforzado los lazos entre los negocios y el Estado, y ha fomentado os valores mercantiles dentro de la clasepolítica. El resultado ha sido que la corrupción a gran escala ha impregnado el sistema político, minando la ciudadanía. La liberalización, con su énfasis en la privatización y en la flexibilidad laboral, conduce al aumento del trabajo eventual, a un declive de la organización social, y a mayores disparidades de renta entre el capital y el trabajo.
La liberalización y el nuevo régimen regulador fortalecen a los empresarios sobre los trabajadores, al capital extranjero sobre el nacional, a los "servicios" (banca, especulación, bienes inmobiliarios y turismo) sobre el capital productivo (industria, agricultura, minería).
El nuevo régimen regulador es "inclusivo" por lo que se refiere a multinacionales y banqueros extranjeros, y excluyente con respecto a los trabajadores y productores locales.
La inserción de España en la división europea del trabajo aumenta el desempleo porque la industria española no es competitiva. Al tiempo que la especialización en el sector de los servicios incrementa las desigualdades entre el capital financiero y los trabajadores mal pagados de los servicios. Aumenta el turismo, junto con el empleo estacional mal pagado, lo que ensancha las disparidades entre regiones y clases
El aumento de industrias de propiedad extranjera está directamente relacionado con la liberalización y la inserción de España en la división europea del trabajo. El incremento del capital controlado por extranjeros aumenta la influencia política de actores políticos no electos, que configuran más y más la agenda política.
La inserción de España en la división europea del trabajo incrementa el flujo de pagos por transferencia hacia España, al tiempo que aumenta su deuda.
.La brecha generacional
La clase trabajadora española está profundamente dividida entre una menguante minoría de trabajadores fijos y sindicados, con un salario llevadero y beneficios complementarios, y una masa creciente de trabajadores eventuales que trabajan por el mínimo (o por debajo del salario mínimo) con horarios irregulares (que oscilan de unas pocas horas a la semana a cincuenta o más), sin beneficios complementarios y totalmente sujetos a los dictados del empresario. Esta división social corresponde en gran parte a una diferencia generacional, que a su vez coincide con los cambios en las estrategias económicas globales. La mano de obra fija y mejor pagada son normalmente los "padres" o las "madres" que entraron en el mercado laboral a finales de los 60 y a principios de los 70, durante la estrategia de industrialización nacional del tardofranquismo. La mano de obra eventual son los "hijos" e "hijas" que entraron en el mercado laboral a finales de los 80 y principios de los 90, en plena aplicación a gran escala, por parte del régimen socialista, de una estrategia económica neoliberal.
Las diferencias intergeneracionales dentro de la clase trabajadora son profundas y duraderas, y afectan a todos y cada uno de los aspectos de la vida política, social, cultural y familiar. Las diferencias socio-económicas están profundamente ligadas a la brecha comunicativa entre generaciones, que ha sido materia de numerosos analistas. Los valores culturales que chocan, los discordantes estilos de vida y el impacto de la cultura de masas a través de los media son factores importantes en si mismos, pero también reflejan y son producto de diferentes "situaciones vitales".
Para la generación mayor, el empleo no era un problema grave; y una vez se estaba empleado aquello era, si uno quería, de por vida, siempre que uno no infringiera las reglas políticas del régimen de Franco.
De este modo, la estabilidad en el empleo proporcionaba una base para la continuidad y un grado relativo de certidumbre a la hora de hacer proyectos para tu ciclo vital. Por supuesto, el trabajo era duro, las horas eran muchas y los salarios bajos pero había, especialmente a principios de los 70, un montón de oportunidades para presionar y luchar por sustanciales incrementos salariales y por un ensanchamiento de la red social. Empleo, matrimonio, montar la "casa", alquilar, luego ahorrar, un pago al contado y la compra de un piso... hijos... visitas a la familia el domingo... la adquisición de un coche barato... educar a los niños... para algunos incluso un pequeño apartamento en una urbanización popular o una casa de campo para las vacaciones de verano... Mirar al futuro con tranquilidad, la jubilación, las pensiones seguras, alguna que otra excursión a paises vecinos.
Para la nueva generación, el empleo es el problema número uno. No hay prácticamente empleos estables, la mayoría son eventuales, sin porvenir y mal pagados, "bajo mano". Es imposible de imaginar el "mudarse"... Jóvenes adultos con veintimuchos y treintaipocos acaban viviendo en casa con sus hermanos adolescentes. El empleo eventual crea una gran incertidumbre en lo concerniente a ingresos, al futuro, al presente. El miedo a un despido súbito y a que te sustituyan está siempre presente. Un fuerte sentimiento de ser vulnerable y mal pagado crea inseguridad personal y una falta de autoestima, una reticencia a hablar de lo mal que te pagan, de las muchas horas, de lo "obediente" que tienes que ser... para conservar un empleo de miseria. La vida no tiene la continuidad que te permite hacer amigos íntimos en el trabajo y planes para el futuro. Las relaciones estables, a largo plazo, con posibles compañeros ni se plantean. ¿Cuándo y dónde podrían consumarse? De modo que una serie de relaciones transitorias, construidas en tomo al fin de semana, se vuelven la norma. Cualquier otra cosa es un arreglo "complicado", que implica visitas a la casa y pasar las noches con padres intrusos, o escapadas ocasionales de fin de semana.
Los "placeres de la familia extensa" se ven, en tales circunstancias, muy constreñidos. Los padres se quejan de que los hijos se limitan a "ir y venir", no contribuyen en nada cuando trabajan (a menos que se les presione). Mientras que los hijos se gastan todos sus ingresos en equipos electrónicos, fines de semana en bares y discotecas, y lo que sobre para unas eventuales vacaciones.
Si los padres son ? veces demasiado indulgentes, quizá es por la mala conciencia de que son "privilegiados", o como una autoayuda a su propia seguridad laboral. La mayoría de los trabajadores de edad, sin embargo, tienen un fuerte sentimiento de que se "sacrifican" para dar a sus hijos lo que ellos no tuvieron al crecer pobres. La ironía es que los padres esperaban que, con ingresos añadidos, más educación y un ambiente de familia estable, los hijos conseguirían más, y alcanzarían un más alto estatus, y empleos mejor pagados. En lugar de eso, los hijos de los trabajadores no pueden lograr siquiera el nivel de seguridad e ingresos de sus padres.
La gran paradoja del último cuarto del siglo XX es que las mayores inversiones de la familia en los hijos no pudieron contrarrestar los efectos retrógrados del sistema económico neoliberal, lo cual ha tenido como resultado una tendencia general a la movilidad intergeneracional hacia abajo. Hace casi setenta años, durante los años 30, tuvo lugar un proceso similar, durante la Gran Depresión.
La movilidad intergeneracional descendente no es un fenómeno únicamente español. En diversos grados se está dando entre los trabajadores en toda Norteamérica y Europa, especialmente allí donde el modelo neoliberal ha reemplazado al Estado de bienestar. Un artículo reciente en el estadounidense New York Times señalaba:
La movilidad social no ha aumentado, como demuestran los últimos estudios, por mucho que los conservadores afirmen que aún abundan los Horatio Algers. En efecto, la movilidad social ha disminuido para muchos, en especial para los pobres. Y lo más preocupante de todo: las tendencias al ensanchamiento de las desigualdades de renta y a la reducción de oportunidades resultan ser más pronunciadas hoy entre los jóvenes, lo cual sugiere que el país se dirige hacia una sociedad más estratificada.
Al comparar los años 80 y los primeros 90 con los últimos 60 y los 70, los investigadores comprobaron que cada vez es más probable que los pobres sigan siendo pobres, y los ricos, ricos.
Vieron también que la clase media, definida como familias con ingresos, después de impuestos, entre $24.000 y $72.000 (entre tres y nueve millones de pesetas), se va rompiendo: las probabilidades de volverse rico o pobre habían aumentado, mientras que las probabilidades de
permanecer en la clase media habían menguado
El estudio comprobó también que las oportunidades de los jóvenes de alcanzar unos ingresos de

clase media hacia los 30 años están disminuyendo. Mientras que el 60% de aquéllos que cumplían los 30 antes de 1989 lo conseguían, sólo el 42% lo han logrado desde entonces. La pauta se cumple independientemente de la raza, los ingresos de los padres o la educación.
"Lo impresionante es el modo tan uniforme en que se ha producido esta caída de la movilidad ascendente, a lo largo y ancho de todos los grupos demográficos del mercado laboral", dice el profesor Duncan.O
Además el fenómeno ya no se limita a la clase obrera o a los jóvenes. Cada vez más la clase media, los profesionales y los técnicos cualificados, incluyendo a individuos de media edad, se ven afectados por la "reducción de tamaño" de las empresas y la subcontratación. El trabajo eventual afecta cada vez más a los empleados de clase media.
Lo que está claro, sin embargo, es que España representa un especial caso "avanzado". Sus niveles de desempleo y paro juvenil son los más altos de Europa Occidental y Norteamérica. Además, ha sido España quien se ha encaminado más lejos y más rápido hacia un sistema laboral de dos tercios, donde las ordenanzas laborales establecen abiertamente por ley desigualdades de renta sustanciales y salarios por debajo del límite de pobreza; con escasas, cuando las hay, reglamentaciones en lo que concierne a abusos patronales. Lo que está pasando en España es tal vez un espejo de lo que podríamos esperar en otros países en el futuro..
..Empleo/Paro
Entre mediados de los 70 y final de los 80, el índice de desempleo en España ha empeorado en relación a su propio pasado y en relación a Europa.
Mientras que en 1974, antes de las políticas socialistas de liberalización, el índice de desempleo era más o menos el mismo que en Europa, a mediados de los 80 se había multiplicado por siete y casi doblaba la tasa europea. Una tendencia que continuó hasta el final de la década y más allá, como veremos. La ironía es que la retórica "europeista" del régimen de González, el argumento de que la liberalización era la vía para volverse europeos, encubría el hecho de que la distancia entre España y Europa en realidad se había ensanchado durante su presidencia, al menos en el indicador básico de los índices de paro. En términos reales, el índice de paro en España aumentó hasta aproximarse al de las crisis que sacudieron Europa en los años 30, o al de los actuales países del Tercer Mundo, antes que al de la Europa moderna.
Con uno de cada cinco trabajadores desempleado, la estrategia de liberalización no está dirigida a aumentar el empleo, sino a facilitar la adquisición extranjera de industrias locales y a incrementar la presión a la baja sobre los salarios para facilitar la acumulación de capital
El informe completo:
https://docs.google.com/open?id=1x52MCZJVUChm6Z3QdmDasHhsKhKKvUIlMktyF-V-D3rDniZ9c-EmGE6zHfVw

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