"Mirimet me trataba como subversiva"
En agosto de 1975, a los 17 años, Faingold estuvo en cautiverio y fue torturada en el D2 de la policía mendocina. Ayer, ante el jury del Consejo de la Magistratura, dijo que el juez Luis Miret la visitó, la interrogó y luego la dejó en manos de los represores
Luz Faingold conoció a Luis Miret en agosto de 1975, durante la experiencia más terrorífica de su vida. Ella tenía 17 años y estaba en cautiverio con otras diez personas en el Departamento de Informaciones (D2) de la policía de Mendoza, donde había sido torturada y violada. El la visitó como juez federal subrogante, supo por el novio de Faingold que la adolescente pedía por favor que dejaran de ultrajarla, pero la dejó varios días más en manos de los torturadores. Ayer, luego de soportar durante 35 años que el hombre siguiera en carrera como un juez honorable, Faingold relató por primera vez sus padecimientos ante el jurado de enjuiciamiento del Consejo de la Magistratura que analiza la conducta de Miret, suspendido en su función de juez de la Cámara Federal de Mendoza y acusado de haber colaborado con la represión ilegal durante la dictadura.
“Yo estaba en muy mal estado, lo único que recuerdo es a Miret gritándome, tratando de encontrar algo en mi contra. Me preguntó por mis apuntes de la escuela”, recordó Faingold ante el jury que debe resolver si destituye o mantiene en su cargo al juez. La testigo de 52 años recordó que Miret le pareció “un nazi”. “No preguntó de dónde venía, qué me había pasado ni dijo que podía tener abogado defensor o negarme a declarar”, aseguró. “Mi apellido es judío y me sentí más discriminada aún por eso, que parecía terrible”, agregó en presencia de Miret, que por momentos intentó abandonar el rol de quien es sometido a un juicio político para convertirse en interrogador de la víctima.
Faingold cursaba el último año del colegio secundario e integraba una agrupación. Sus militantes fueron detenidos por los subordinados del brigadier Julio Santucchione, cara visible del terrorismo de Estado en Mendoza en los meses previos al golpe de marzo de 1976. Miret interrogó a los presos en el D2 y luego en los tribunales. “Me preguntó por mis apuntes. Yo tenía matemáticas y astronomía, nos habían pedido que todo lo que viéramos en la prensa relacionado con astronomía lo pegáramos en la carpeta y lo último que tenía era la copia del Apolo y del Soyuz (NdR: Naves espaciales estadounidense y rusa). Miret me preguntó ‘qué es este artículo del diario’, porque la Soyuz era soviética. Fue lo único que pudo encontrar que tuviera que ver con la izquierda”, recordó Faingold y despertó sonrisas en el tribunal.
Luego de los ocho días de cautiverio en el D2 y pese a que los padres habían pedido su restitución, Faingold fue trasladada a un instituto de mujeres de Mendoza. “Mucho después supimos que fue porque mis padres estaban divorciados o algún argumento de ese estilo”, dijo ayer. Durante el encuentro en tribunales, “Miret me gritaba, me trataba de subversiva”, recordó la sobreviviente. “Caminaba por una especie de estrado y gritaba”, dijo, y miró al ex juez. “Sí, usted caminaba, yo lo vi, estaba muy asustada, había pasado el peor momento de mi vida”, contestó cuando Miret preguntó de manera directa y pidió que describiera su despacho.
Faingold también recordó su violación, la semana que pasó sin comer y sin ir al baño y la visita de “alguien de traje” que abrió la puerta de su celda y la cerró de golpe cuando ella se le abalanzó pensando que iban a liberarla. “Después de 35 años supe por una foto que era el fiscal (Otilio Roque) Romano”, dijo en alusión al actual camarista, imputado por los mismos delitos, que logró postergar su jury de enjuiciamiento.
En segundo turno declaró Luz Agustina Casenave, la madre de Luz Faingold. La mujer de 80 años relató que junto con su marido y gracias a un conocido pudieron colarse en la audiencia de indagatoria a su hija. “Di un golpe a la puerta y cuando abrieron irrumpí en la pieza, estaba el señor Miret haciéndole la entrevista a mi hija, sin abogado ni nadie presente. Ella era menor de edad, le dije ‘señor, usted está cometiendo un delito porque la ley dice que debe tomarle declaración con los padres presentes, un tutor o abogado’. Me quiso retirar con cierta violencia, pero insistí y me quedé. Ahí lo conocí”, recordó.
“Mi hija estaba aterrada, apabullada, desesperada, y él buscaba algún delito, le faltaba una acusación”, dijo la madre, que luego relató el exilio en Francia. “Ella declaró sin ayuda legal de ningún tipo”, insistió la mujer cuando Miret pidió que le mostraran el acta de la declaración, firmada por Luz, sus padres y un abogado. La testigo explicó que el padre y el letrado llegaron más tarde, cuando la declaración ya había concluido. “Le solicité la restitución, salió, habló con otra persona, dijo que no y la mandó al instituto”, de donde fue liberada tras gestiones de su familia ante el Ministerio de Justicia de la Nación.
Fuente: Causas Judiciales contra los genocidas en Argentina
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