El Irak aun ocupado está siendo escenario de crecientes manifestaciones contra el estado ruinoso de su economía y, por extensión, contra el Gobierno. Las portestas se saldaron ayer dos muertos por la represión en la ciudad de Kut
Karlos ZURUTUZA - GaraMiles de iraquíes han salido estos días a la calle en distintas protestas antigubernamentales. Los vientos de cambio se empiezan a sentir en la cuenca del río Tigris. «Abajo la corrupción», «Queremos luz, agua y trabajo», «Al-Maliki mentiroso»...
Las protestas tienen desde ayer sus primeras víctimas mortales. Al menos dos personas murieron en la ciudad de Kut, al sur de Bagdad, cuando denunciaban la ausencia de servicios públicos y exigían la dimisión del gobernador de la provincia de Wasit.
Las marchas se han sucedido estos días por todo Bagdad, desde el deprimido barrio de Husseiniya hasta los mismos muros de hormigón que delimitan la Zona Verde, ese bastión inexpugnable de los que mandan en Irak. La situación en ambos distritos no podía ser más distinta.
«Nuestro barrio apesta por los problemas de alcantarillado y cuando llueve las calles se convierten en un lodazal infecto. Tenemos que improvisar pasarelas con piedras y tableros de madera para no hundirnos en los charcos de heces», se queja Ayad, residente en Husseiniya. Por supuesto, las insalubres condiciones de higiene no eximen a este albañil en paro de los constantes cortes de luz en la capital. La solución son los grupos electrógenos, pero hay que tener dinero para el gasoil. A menudo, Ayad se tiene que conformar con cinco horas de luz al día; o tres, o ninguna.
Al ruido de los coches, los cláxones y los helicópteros que sobrevuelan continuamente la ciudad se suma el estertor de los grupos electrógenos. Y es que las placas solares instaladas en las farolas de Al-Mansur, un distrito de embajadas y edificios gubernamentales, no son, ni de lejos, representativas del estado en el que se encuentran la mayoría de las infraestructuras en Bagdad.
Bashar es periodista y vive en el barrio de Al-Shab. Entre muchas otras cosas se queja de las casi dos horas que necesita cada día para cubrir los apenas ocho kilómetros entre su casa y su oficina en el barrio de Karrada.
«El tráfico es imposible. Los controles de seguridad son como un embudo en el que siento que estoy perdiendo mi juventud», se queja este licenciado por la Universidad de Bagdad en los peores años de la II Guerra del Golfo. Hoy dormirá en la oficina.
Además de eslóganes contra la corrupción y el abuso de poder por parte del Gobierno, los manifestantes han venido denunciando la brutalidad policial contra diversas marchas pacíficas. Y tampoco se han olvidado de la muerte a tiros de un manifestante en la sureña provincia iraquí de Diwaniya.
Eslóganes y sermones
De vuelta en Bagdad, la plaza del Paraíso también ha sido escenario de movilizaciones. Hace días, centenares de personas se congregaron frente al pedestal del que arrancaron la estatua de Saddam Hussein para protestar por las expropiaciones de inmuebles a manos del Gobierno. «No al terrorismo de Estado», fue el eslogan estrella.
Y también están los que han perdido propiedades de forma mucho más violenta pero que, sin embargo, no se han atrevido a exponerse demasiado. Robert, un cristiano armenio de Adamiyah, no duda en acusar directamente al alcalde de Bagdad de la reciente oleada de ataques contra establecimientos que venden alcohol: «Quieren hacernos creer que se trata de milicias radicales pero todos sabemos que son sicarios a sueldo del Ayuntamiento. En las últimas dos semanas han dado fuego a cinco tiendas con permiso para vender bebidas alcohólicas. Nos matan y nos quitan el trabajo para que nos vayamos; ése es el objetivo final», se queja el joven.
La destrucción de dichos locales cristianos sucede a la clausura del Departamento de Arte Dramático de la Universidad de Bagdad. Según los más ortodoxos, no hay más dios que Alá, ni más música que la religiosa.
Pero en la plaza Tahrir ni siquiera la letanía del martirio del imán Hussein a todo volumen es capaz de evitar que se vendan DVD porno en plena calle. Por si fuera poco, las fotografías de Hussein, Ali y Al-Sadr no parecen suscitar el mismo interés entre los visitantes de este bazar protegido por muros de hormigón. Sea como fuere, lo cierto es que la presencia de la sagrada trinidad chií en Bagdad resulta tan recurrente como Atatürk en Ankara o Ahmad Sha Massud en Kabul.
«Aquí se ha sustituido el retrato de Saddam por los de Hussein y Al-Sadr. No sé qué es peor, si la corrupción o el fanatismo religioso que se está extendiendo por el país», se queja este vendedor de paraguas, cinturones y teléfonos móviles usados.
Pero hasta el clero de todo el país, desde Kurdistán hasta el Golfo, aprovechó el sermón del viernes para denunciar la corrupción y la injusticia. «Este nuevo Gobierno no ha aprendido nada de la caída del apóstata Saddam», apuntó el mullah suní Jaled desde su mezquita en Basora (sur del país).
Precisamente, durante estos turbulentos días se han retomado los plenos para aprobar los presupuestos generales de este año, un tortuoso y complicado proceso que, según los más optimistas, culminará la próxima primavera. En los pasillos del Parlamento iraquí se deja notar la tensión. Tanto es así que Al- Maliki promete subidas de salarios, reducción del suyo a la mitad y «compensación» a la ciudadanía con 15.000 dinares mensuales (unos 10 euros); ésa es la cantidad con la que suple esos alimentos en la cartilla de racionamiento que nunca llegan a los estómagos del pueblo. Además, el primer ministro iraquí completa las «medidas anticrisis» con su renuncia a presentarse a una tercera reelección.
Alerta internacional
Leyla Hassan, parlamentaria kurda por Kirkuk, cree que los ecos de las protestas en Irak pueden acabar afectando la agenda internacional más inmediata.
«Si la tensión sigue aumentando, Obama se lo pensará dos veces antes de sacar sus tropas este año», asegura esta parlamentaria de 35 años que no ve el día en el que su disputada provincia natal se integre plenamente en la Región Autónoma Kurda.
Ante las demandas de cambios y reformas inmediatas, Galal Lawrani, secretario del portavoz del Gobierno iraquí, pide paciencia y comprensión.
«Luchamos contra la corrupción pero admitimos que gran parte del dinero se pierde en subcontratas. No obstante, la gente no entiende que no podemos hacer nada porque, la mayoría de las veces, se trata de empresas que pertenecen a altos dirigentes políticos. Una intervención podría dar pie a una crisis de Gobierno casi de forma inmediata», apunta el funcionario desde la cafetería del Hemiciclo iraquí.
De vuelta en la orilla este del Tigris, el pueblo sigue «concentrado» en la plaza Tahrir de Bagdad, por el momento dentro de sus coches. Pero la estampa puede ser muy diferente después de la convocatoria a la movilización que circula desde el pasado martes: «25 de febrero, Día de la Ira iraquí». Y será aquí mismo, en Tahrir.
Alliot-Marie no consigue zafarse del escándalo tunecino
Los padres de la ministra de Exteriores francesa, Michèle Alliot-Marie, compraron una sociedad de gestión inmobiliaria al empresario tunecino Aziz Miled, próximo al ex presidente de Túnez Zine El-Abidine ben Ali, mientras ella pasaba sus vacaciones en el país magrebí las pasadas Navidades en plena crisis, según revelaba el martes el prestigioso semanario satírico «Le Canard Enchaîné».
MAM, con el auxilio de sus padres, trata de defenderse asegurando que no interfiere en los asuntos «privados» de sus familiares. Excusa precaria, cuando otra filtración daba cuenta de una conversación telefónica entre la ministra y el derrocado dictador durante aquellos días. Y eso que la aludida ha insistido en que no había mantenido contacto alguno. La oposición exige su cabeza, y en sus propias filas muchos reconocen que su posición es insostenible.
En una rueda de prensa en Baiona en la que mostró su solidaridad con los levantamientos árabes, Segi recordó la trayectoria de la ministra en relación al conflicto en Euskal Herria e hizo un llamamiento a una concentración el viernes 25, a las 18.00, ante la Herriko Etxea de Donibane Lohizune bajo el lema «MAM kanpora». GARA
El que no sabe quién es festeja sus derrotas y rechaza sus oportunidades
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