Con el pretexto de investigaciones científicas, los nazis hicieron jabón de sus prisioneres en los campos de concentración, el ejército norteamericano derramó tóxicos en San Francisco de California y muerte en el resto del mundo, donde probó desde bombas de fósforo banco hasta atómicas "limpias"; la medicina experimenta con indígenas americanos y con débiles en todas partes, por ejemplo en los hospitales, y los franceses de su época llevaron indios charrúas supervivientes de masacres a exhibirlos en París.
( Guyunusa, por la artista plástica Noemi Noah.)
En épocas anteriores, cuando la ciencia estaba menos avanzada, no se usaba tanto como a religión como pretexto para las matanzas. “El credo que no quiere perder un alma matará 100.000 hombres”, dijo un redactor de la Enciclopedia en París con referencia al cristianismo de su época.
Mucho más de 100.000 habían muerto antes, en la hoguera por brujos o herejes, en las minas de Plata americanas donde bajaban pero no subían sino muertos (sobre la boca de cada mina revoloteaban los buitres), en las plantaciones donde se notaba mucho la necesidad de frecuentes reemplazos o eran cazados por perros cuando intentaban huir.
Cuando la cuestión religiosa se puso en primer plano, con la Reforma protestante, las luchas fueron feroces. Los sitiadores de Münster le preguntaron al obispo cómo reconocían a los que estaban dentro de los muros, porque había tanto católicos como protestantes. El prelado no dudó: “matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos”.
Algo similar aconteció con otro fraile, que acompañaba las tropas de Pizarro en el Perú. Como los conquistadores tenían dudas sobre si los indios tenían alma o no, lo que mandaron a consultar a España, pusieron alguna objeción. El fraile despejó los escrúpulos: ”matad, matad, yo os perdono”.
El mismo Lutero, en un ejemplo de política realista, estableció el principio de que un príncipe, contra los que se habían levantado las “mesnadas” de campesinos, podía matar a todos menos dos, porque con menos de dos ya no tendría sobre quien reinar y perdería su condición principesca. Sabio consejo, salvo que implicó dejar en la estacada a los campesinos que habían cifrado en las nuevas ideas gran confianza y que sufrieron una decepción enorme.
Guyunusa
Los charrúas fueron víctimas de un trato similar. Embarcados a Francia después de una terrible campaña de exterminio que tuvo su pico en Salsipuedes del 13 de abril de 1831, cuatro de ellos fueron equiparados con los animales del circo o del zoológico y expuestos a la curiosidad también animal de los más refinados parisinos, que observaban de primera mano a esos salvajes de que tenían noticias solo por relatos de viajeros. El pretexto fue la investigación científica.
Uno de los cuatro era una mujer que va tomando valor de símbolo de su sexo, de su pueblo, de Nuestra América: Micaela Guyunusa, oriunda de Paysandú, muerta en Francia de tuberculosis con una hijita recién nacida, que viajó con ella no nata, nació allá y allá posiblemente murió con menos de un año, vista como su madre como un bicho raro.
Guyunusa debía su nombre según una versión que falta confirmar a Micaela Bastidas, a la que su madre, María Rosa, quiso rendir homenaje. Bastidas era una indígena peruana asesinada por los españoles en el siglo XVIII.Micaela Guyunusa nació en un pueblo de indios del litoral oriental del Uruguay, en un momento en que las canciones de cuna se acompañaban por los cañonazos.
A los cinco años de edad Guyunusa acompañó a los suyos en la escolta al éxodo del Pueblo Oriental, que encabezó Artigas y que obtuvieron un hogar en el Ayui, actual Concordia.
Desde 1820, con el ocaso de Artigas, vivió con su gente en los montes en la resistencia contra el portugués; y ya adolescente apoyó la gesta que encabezaron Lavalleja y los Treinta y Tres Orientales, que desembarcaron en el Uruguay desde la costa entrerriana.
Su primer hijo nació en tiempos nuevamente esperanzadores; pero el estado oriental no les dio a los charrúas el lugar que se habían ganado con su sangre y su fidelidad, sino que los persiguió cruelmente. El hijito mayor de Guyunusa fue separado violentamente de su madre en los repartos de niños posteriores a las emboscadas de Salsipuedes, Paso del Queguay y la estancia de Bonifacio.
Guyunusa fue vendida para ser exhibida en un circo francés. Estaba nuevamente embarazada. Con ella encadenaron y embarcaron Laureano Tacuabé, el anciano Senaqué y el cacique Vaimaca Peru.
Laureano Tacuabé y Guyunusa se había criado junto a familias de charrúas cristianos; en cambio Vaimaca Peru y Senaqué pertenecían a los grupos charrúas más antiguos.
La última vez que vieron suelo oriental fue el 25 de febrero de 1833, cuando los subieron encadenados al barco francés, que también llevaba ñandúes como curiosidad.
En Francia muchos intelectuales protestaron contra aquella exhibición de "salvajes" traídos contra su voluntad.
Entre los que protestaron estuvo el poeta alemán Enrique Heine. Los franceses se sorprendían de que Guyunusa, durante su embarazo, tocaba un tosco violín, probablemente elaborado por Tacuabé.
Guyunusa vestía pieles y mantas tejidas con diseños geométricos. En su frente había tres rayas azules pintadas en sentido vertical, que llegaban hasta el nacimiento de la nariz. Cantaba tristemente y guardaba un digno silencio frente a los curiosos. Presenció la muerte de Vaimaca Pirú y de Senaqué, los dos charrúas mayores.
Cuando sintió que llegaba el parto, organizó todo con su compañero Tacuabé el cual se desempeñó, según los observadores, con conocimiento de lo que debía hacer en esas circunstancias. Los franceses tomaron nota de todo el parto y anotaron que "la criatura llora de forma muy similar a nuestros bebés".
Después del parto Guyunusa cayó en una gran melancolía. Cuando la niña tenía diez meses era evidente que la madre fallecería de un momento a otro en un estado avanzado de tuberculosis. Temerosos de perder tan valioso ejemplar de mujer salvaje, los franceses la separaron de Tacuabé, le afeitaron la cabeza (a lo cual no opuso resistencia) le pusieron dos tubos en la nariz y le hicieron, aún viva, un vaciado de yeso para conservar el registro de su estructura craneana.
Guyunusa fue enterrada en una fosa común para fallecidos de enfermedades contagiosas en la ciudad de Lyon.
Tacuabé huyó poco después con la niña en brazos. ¿Lo habría planificado ya en vida de Guyunusa? ¿Quiénes fueron los franceses que los ayudaron? No se supo nunca más nada de ellos, aunque las leyendas son innumerables.
Fuente: Datos de Guyunusa fueron tomados de Chasque, organización tradicional uruguaya
Fuente: AIM Digital
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