Para las generaciones que no participamos en los cambios y luchas que dieron lugar al final de la Dictadura ni en la construcción del actual sistema democrático español, cada vez nos resulta más difícil sentirlo y creérnoslo.
Ya partimos de la dificultad de no haber votado por un Rey, no pudiendo elegir periódicamente a nuestro jefe de estado o tampoco ser participes de la Constitución, la cual quieren hacernos creer sacrosanta e intocable. Es como que las leyes que se realizaron en la Transición con un carácter libertador se quieren convertir en la actualidad en las losas que inmovilicen el sistema y no en punto de partida para su dinamización y democratización. No es por tanto un problema meramente generacional o una falta de reconocimiento a las libertades conquistadas sino una visualización de que los intereses creados afectan al fin real de las cosas. Como la Ley de amnistía de 1977 apoyada como fórmula de poner fin a la persecución judicial y laboral a los antifranquistas y que ahora se quiere convertir en anulación de los crímenes contra la humanidad de los franquistas, lo dicho un mundo al revés.
Y no es que el sistema este muerto, al contrario está bien vivo pero involucionando, siendo el motor de ello el bipartidismo y la injusticia.
Partiendo de una ley electoral injusta que tenía como principal objetivo dificultar la representatividad del PCE, la actual realidad bipartidismo se sustenta en que no todos los votos son iguales y no cuesta el mismo número de votos los parlamentarios del PSOE y PP que el resto. No es un problema que solo atañe a IU como tercera fuerza política sino al sistema en sí. Como se puede hablar de un sistema electoral como democrático cuando a unos les basta con 65.000 votos de media parar tener un diputado e IU con casi 1.000.000 de votos solo tiene dos. El bipartidismo se convierte en método de alternancia canovista bajo la supervision de Botín.
Por otra parte está claro que el actual funcionamiento de la Justicia no satisface a la sociedad, se legisla a golpe de caso mediático para intentar contener la incomprensión de un sistema que tiene sus bases en el elitismo conservador de una carrera judicial (ver )
http://larepublica.es/firmas/blogs/index.php/dametira/2009/08/04/justicia-de-pudientes-empollones
La falta de interés de la alta judicatura por juzgar a sus amigos del caso Gürtel resalta al lado del interés por juzgar a Garzón y ocultar los crímenes de la dictadura o el celo con el que se protege Pocero. De esta forma la judicatura se ha convertido en una barrera que impide el acotar la corrupción política y económica imperante y en la mejor valedora de la herencia franquista.
Está claro que el gran reto del siglo XXI es la democracia participativa, como única fórmula de avanzar en las libertades y que en nuestro país, mas allá de la fachada se están dando todos los pasos para que todo siga atado y bien atado.
Benja & Xana
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