miércoles, 10 de marzo de 2010

¿Dónde nace la esperanza? Reportaje Cañeros Bella Unión

Diomar Romaniv:


Bella Unión (dpto. Artigas) llamada antiguamente Santa Rosa del Cuareim, dista 659 km. de Montevideo. Limita al norte con Brasil y al oeste con Argentina. Allí viven cerca de 14.000 habitantes, en su mayoría familias que trabajan en la producción de la caña de azúcar.
El Proyecto Sucroalcoholero dio vida a una nueva esperanza para toda la población. UMBRALES se hizo presente para recoger los testimonios de sus protagonistas.

Entre los cañeros de Bella Unión:
"En la tierra nace un sueño y la esperanza en el trabajo"

La lucha de los cañeros (también llamados "peludos", debido al "bicho peludo") es considerada emblemática en muchos sentidos, pero fundamentalmente es una lucha por la tierra. Generalmente, un cañero llega a trabajar hasta los 45 o 50 años, dado que el corte de la caña es un trabajo muy duro.

El ingeniero Alfredo Mones Quintela llevó el cultivo de la caña de azúcar en 1945-1948. En aquel tiempo, los ingenios eran estadounidenses: plantaban y vendían la producción a los Estados Unidos; a los empleados no se les pagaba con dinero, sino con bonos (que se podían cambiar sólo en la cantina del patrón).

"Para defenderse de la sobreexplotación, algunos cortadores de caña, coordinados por Raúl Sendic, crearon en setiembre de 1961 la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas (UTAA). A partir de su fundación, y durante los diez años siguientes, la UTAA organizó seis marchas desde Bella Unión hasta Montevideo. Reclamaban al gobierno el cumplimiento de las leyes laborales en las plantaciones de caña y -bajo la consigna de "Tierra para quien la trabaja"-, pedían la expropiación de 30 mil hectáreas improductivas que la familia Silva y Rosas poseía en Artigas. El latifundio finalmente se expropió, pero los peludos no tuvieron acceso a la tierra.

En 1973 el sindicato fue arrasado por la dictadura. A fines de la década del 70 y principios de los ochenta, se decidió generar en Bella Unión un "polo de desarrollo" en base a la producción e industrialización del cultivo histórico de la zona: la caña de azúcar.

Restaurada la institucionalidad en 1985, se continuó la ejecución de este proyecto.

En 1990, Bella Unión era un modelo de desarrollo a imitar. Para entonces, esta región alcanzó su auge en la producción y en la economía, contando con el mayor complejo agroindustrial cañero del país.

Estas primeras cooperativas comenzaron a formar el "norte uruguayo en marcha"; eran productores que pretendían mejorar el proceso agroindustrial, visto que se plantaba naranja, viñas, tomateras, morrones siempre en quinchos, no en invernáculos.

En 1992, a partir de los tratados del MERCOSUR y de la disminución de aranceles que protegían el azúcar nacional, la caña comenzó a decaer y fue generando una desocupación que llegó a niveles extremos. Ya no se podía competir con Brasil.

El p. José García, actual párroco de la Parroquia Santa Rosa del Cuareim, llegó a Bella Unión en 1999, justo en el momento de la devaluación del real, en Brasil. Él explica las consecuencias que esto generó:

"La producción de verduras congeladas y sopas producidas por Calagua y los vinos de Calvinor dejaron de exportarse en grandes cantidades hacia Brasil, dado que los costos eran muy grandes. Se comenzó a importar el azúcar crudo, y se hacía un segundo refinado aquí (azúcar blanco). Era más barato traer el azúcar crudo que producir la caña. Esto llevó a un proceso de desmantelamiento de la industria azucarera, tanto en la fábrica como en el campo. De 10.000 hectáreas plantadas, se llegó a 3.200 en el año 2004.

Con el fin de la producción de azúcar de caña (en el año 2000) cayeron todos los subsidios y se generó en Bella Unión un movimiento que se llamó La Intersectorial, integrado por sindicatos, gremios de productores, centro comercial... Evidentemente estaba también la comunidad cristiana actuando activamente".

Edgardo Bolfarini, un antiguo productor, al analizar la situación, relata que "en su momento la caña de azúcar fue muy buena; Bella Unión creció, llegamos a tener hasta 19.000 habitantes con 10.000 hectáreas de caña y se estaban haciendo las fábricas. Había trabajo y no la miseria de estos años. Se pagaba bien al obrero del campo y al de la fábrica. Todo el pueblito de Las Láminas y de Las Piedras, actualmente dos barrios marginales, tenían casitas que fueron creciendo; los barrios Progreso y Tres Fronteras, eran baldíos, y con el correr del tiempo fueron creciendo. Mucha gente hacía zafras de seis o siete meses de corte de caña, después trabajaba en la zafra seca, como decimos, que era mantener la caña, abonarla y limpiarla, posteriormente venía la época del riego. Muchos trabajadores venían de Brasil, Rivera, Tacuarembó y Artigas.

En aquellas épocas no habían llegado las máquinas para el trabajo en las arroceras brasileras y los mismos trabajadores que hacían el corte de la caña, iban luego a trabajar allá. Hasta el año 1994 el cortador y las fábricas ganaban buena plata…

Fue una época muy linda, se vivía muy bien. Todo el entorno social y también las escuelas se beneficiaban: los fines de semana los padres iban a ayudar a pintar, a reparar y a limpiar la escuela. La gente vivía de una forma, que con la crisis se fue perdiendo. Al tener poca plata se fueron ajustando. Actualmente mucha gente se ha ido; somos hoy 13.500 habitantes".

De la crisis nace la solidaridad

La situación crítica se manifestó en las condiciones de vida de los habitantes. De entre los varios cambios que se perciben en la zona, uno es el surgimiento de los actuales barrios marginales. Ellos son el resultado del amontonamiento de familias de cañeros, como consecuencia de la crisis. En dos de estos barrios, Las Láminas y Las Piedras, se desarrolla un fuerte trabajo de apoyo y respaldo a las familias que ahí viven. En este último hay un buen trabajo de motivación y ayuda mutua en un centro CAIF.

Coordinado por el Movimiento por la Tierra, ya en 1988 y hasta 1992, período fuerte de la caña, se consiguió una donación para una construcción donde comenzó la popular olla de los niños, financiada por los uruguayos en el exterior.

En 1992 se cortó la entrada de dinero y este merendero casi cierra. Wanderley Pradella Refati dice: "Ya conocía esto y viendo la pobreza, me dolió en la carne y no quise cerrar… el merendero era la mayor necesidad, pero querían cerrar". En octubre de 1998 "comenzamos con 50 niños y actualmente tenemos 200 niños de 1 a 3 años que vienen en dos modalidades: diaria o semanal".

Solidaridad en Las Láminas

La miseria más atroz se concentra en el asentamiento Las Láminas ubicado sobre la ruta 3, que une Artigas con Montevideo, a un kilómetro de la ciudad de Bella Unión. El nombre del asentamiento proviene de la construcción de sus más que precarios ranchos, donde predominan las láminas descartadas de los árboles talados, con algo de chapa y mucho de cartón y nailon.

El barrio tiene unas 250 familias; todos son cortadores de caña y en busca de trabajo. Allí viven más de 1.000 niños. Este barrio, marcado por la desnutrición y la pobreza, contando con la buena voluntad y el esfuerzo de muchos, se convirtió en un barrio esperanzador, con un lindo ejemplo de solidaridad. La doctora María Helena Curbelo nos dice: "Los habitantes se sienten orgullosos de ser de este barrio. No se quieren ir. Es un lugar limpio, con jardín y huerta en cada casa, sin basura tirada, pero aún sin saneamiento. Hay un fuerte sentido de pertenencia y deseo de trabajo".

La dra. Curbelo vive en Bella Unión desde hace once años. Lo que impacta de esta médica es su fuerza humana. A causa de una discapacidad física, sólo puede caminar con muletas. Tiene una hija de 19 años, Raquel, que también es discapacitada y se mueve en silla de ruedas. Independientemente de esto, ambas dan lo mejor de sí para ayudar a los demás.

Nacida en Montevideo, siendo estudiante de medicina se sintió tocada con las primeras marchas y luchas de los cañeros. "En 1967 vine para ayudar en la preparación de una marcha a realizarse el 1ro. de mayo de 1968 a pie y en camión, con todas las familias. Reclamaban tierras para trabajar. Desde esta primera experiencia, la manera de encarar mi militancia fue distinta, porque conocí una realidad que no se veía en el resto del país", comenta.

Dos motivos, el familiar y el cariño por la lucha de los cañeros, la llevaron a decidirse a vivir en Bella Unión. Recién llegada, comenzó a trabajar como pediatra en el Hospital y empezó a ver el sufrimiento de los niños, que se acercaban y normalmente volvían manifestando varias enfermedades a la vez. Eran de varios barrios, muchos de Las Láminas. "Hace nueve años tuve la inquietud de comenzar a atender allá en el barrio Las Láminas. El director del Hospital no estaba de acuerdo que fuéramos ahí… Por eso comencé a atender fuera de mi horario, hasta la una de la mañana. Una vecina me ofreció una casa de material frente a Las Láminas y armé un grupo de vecinas que tenían vocación de servicio. A ellas les di un curso sencillo de promotoras de salud para combatir la desnutrición, y juntas hicimos un censo en el barrio… Estas mujeres continúan hasta hoy, el grupo creció y me ayudan en la consulta. Con ellas hacíamos un trabajo silencioso. Queríamos hacer y no decir, porque, como decía Martí: el hacer es la mejor manera de decir", comenta la dra. Curbelo.

En esta realidad, una niña murió de desnutrición, y a raíz de esto, se inició una investigación que confirmó que en 2003 la mortalidad infantil de todo el país era de 15 por cada 1.000 niños, mientras que Artigas tenía la tasa más alta con 28,9 por mil; en Bella Unión era de 55,1 por mil.

"Cuando aparecieron estos datos la situación de Las Láminas y nuestro equipo que allí trabajaba, se conocieron a nivel nacional. Entonces, de todos los rincones del país comenzaron a llegar alimentos, ropas, medicamentos… y una empresa comenzó a trasladar a los niños a otros hospitales, sin costo. Esto duró a lo largo de la campaña que hicimos durante un año y medio. Uno sabe que lo asistencial no es lo principal, pero en ese momento tuvimos que encarar una situación de emergencia".

El apoyo de todo el país hizo que descendiera la desnutrición. En esa época el 90% de los niños eran desnutridos o tenían secuelas de la desnutrición; hoy la tasa está en el 50%. La mortalidad infantil era de 28,9%, actualmente es de 12,9%.

"Esto es resultado del trabajo de la gente que se organizó y de la ayuda solidaria de todo el país. Se nota más movimiento...", comparte esperanzada.

Además de la policlínica, se creó el proyecto Centro Infantil que atiende a quince niños de 0 a 4 años con bajo peso. Los niños reciben comida y fisioterapia para estimular y facilitar su desarrollo. En este centro la doctora Curbelo recibe ayuda de las voluntarias, y también de su hija Raquel. Ella todos los días va al centro infantil en silla de ruedas, prepara la leche, reparte la comida a los niños y juega con ellos. Sufre cuando los niños lloran porque extrañan a su madre. "Cuando se encuentra con algún niño que tiene dificultades, Raquel exclama: ¡Qué pecado, mira este niño, qué triste!; y yo la miro en las silla de ruedas y me impresiona verla sufrir con el dolor del otro", afirma su padre, Cholo, un cañero que siempre luchó por los derechos de los trabajadores.

En la policlínica, Raquel está con su madre y con una muñeca que habla, entretiene a los niños que durante la consulta comienzan a llorar.

En casa, con su familia, al ver la realidad de tantos niños que sufren por la ausencia de los padres, ella tiene el orgullo de decir: "Mis padres son mi patrimonio. Soy hija de ellos, y no de la calle".

"Leer para ser ciudadanos libres"

Ademar Alves, un escritor de Bella Unión, dedica parte de su tiempo a despertar en las personas, particularmente en los niños, el deseo y el interés por la lectura. Sus libros son cuentos trabajados entre la fantasía y la realidad, con un sentido pedagógico. "Con mis escritos, recorro las escuelas de la zona dando charlas. Mi consigna es: leer para ser ciudadanos libres. Esto me lleva a trabajar con escritos claros y sencillos para facilitar la comprensión de la gente, ya que no tenemos el hábito de la lectura. Siempre busco despertar la fantasía de la gente. Estas obras siempre llevan un mensaje de optimismo y esperanza. Una de mis grandes preocupaciones no es el ser brillante en el aspecto técnico literario, sino comprensivo. No tengo muchas instrucciones académicas, sino ganas de compartir mis reflexiones".

Un proyecto esperanzador

"Bella Unión comienza a renovar su confianza dado que el actual gobierno concluyó a principios de este año el Proyecto Sucroalcoholero. Este proyecto da posibilidades para comenzar a desarrollar nuevamente la producción de caña de azúcar, en mayor escala en Uruguay. Esta actividad debería generar trabajo de calidad y también lograr que se reincorporen centenares de pequeños productores que han desaparecido, bajo la crisis social y económica. El Proyecto debe ser viable productiva y ecológicamente, además de generar un positivo y fuerte impacto social.

En el año 2007 se tendrá una zafra con alrededor de 6 mil hectáreas de caña, pero habrá que incorporar otras prácticas que aún no se utilizan en Bella Unión, como la técnica de preparación de los suelos, la eliminación progresiva del uso de los fertilizantes de síntesis y herbicidas. Habrá diversidad de tecnologías según las características del productor, ya que puede haber pequeños predios con caña, y también productores medianos con predios más extensos. El gran desafío que tiene este Proyecto es el de ser "un modelo para cambiar de modelo".

El Proyecto cuenta con el apoyo de productores, de trabajadores y de la gran mayoría de la población de Bella Unión, que tiene una gran expectativa en que se concrete un proceso de cambio.

La empresa que está directamente responsabilizada de esto es Alcoholes del Uruguay (ALUR), que está regida por el derecho privado, pero está integrada por dos entidades del Estado, como lo son ANCAP y la Corporación Nacional para el Desarrollo (CND). Todo el emprendimiento estará gestionado por gente que tiene que ver con esta actividad, que conoce el rubro, y tendrá el apoyo de una comisión asesora multipartita, en la que participarán productores, trabajadores y organismos del Estado. A diferencia de cuanto se ha hecho en esta materia hasta el momento, éste será un proceso verdaderamente participativo, que incluye al Estado, actores privados (agricultores) y actores sociales locales.

Para la próxima zafra, 44 familias serán beneficiadas por este proyecto, y recibirán 10 hectáreas cada una.

Por primera vez se puede unir la producción de azúcar con la destilación de alcohol. Este proyecto de biocarburantes, empieza a romper la dependencia de los hidrocarburos; esto es fundamental para ahorrar divisas, y permite empezar a sustituir la matriz energética, a través de recursos propios.

"Creo que es una esperanza muy grande para todos nosotros, por todo lo que hemos hecho. Mientras estuvo la caña de azúcar, se llevó a cabo la electrificación rural; la misma cooperativa madre, Calnu, fue formando cooperativas colaterales como CALAGUA (sistema de riego que comenzó a funcionar en 1989). Antes, cada productor tenía su riego particular; hoy con Calagua se nos entrega el agua en la parte más alta de cada predio del productor. La caña sin riego acá no anda, entonces se hizo la cooperativa de hortalizas, para no tener un monocultivo, sólo con caña de azúcar, pensando que en algún momento nos podía pasar esto. Estoy viendo todo esto con esperanza. Hasta el año pasado, no se veía así", relata Edgardo.

"Con el cambio del gobierno y el proyecto sucroalcoholero, quedó demostrado que somos un pueblo con gran flexibilidad: nos doblamos hasta lo más bajo, a punto de rompernos, y después dimos un salto esperanzador muy grande cuando vino este nuevo proyecto para la zona. Este proyecto contribuirá para la mejorar la calidad de vida de la gente: el obrero tendrá mejores condiciones salariales, estará más cerca de su familia, y tendrá más tiempo para la convivencia.

Esta nueva etapa no es solamente la solución económica, sino que se está discutiendo la necesidad de encarar nuestra sociedad de una forma diferente, acorde a los cambios que se vienen dando.

Los trabajadores del campo comienzan a tener su propia tierra para el cultivo, se habla de muchas plantaciones de caña… nuevos emprendimientos para la zona", concluye Ademar Alves.

"Hoy nos encontramos dando pasos importantes, dado que el gobierno ha tenido una expresa preocupación para esta industria azucarera. Se están recuperando salarios, fuentes de trabajo, pero sobre todo, ha dado una perspectiva muy grande por los proyectos que hay en torno a la producción, del alcohol y de energía eléctrica con la caña de azúcar", comparte el p. José.

Los sindicatos y sus desafíos actuales

Umbrales se hizo presente en la sede del sindicato Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas (UTAA). Se reúnen dos veces por semana los trabajadores del campo, responsables de la plantación y el cultivo de la caña de azúcar. Contentos y desafiados por el nuevo proyecto, se encuentran para compartir los sueños y las nuevas luchas.

Hoy esta presente la psicóloga Natalia.

En el proyecto sucroalcoholero, 18 trabajadores recibieron ya de ALUR 10 hectáreas cada uno para trabajar. Ésta es la primera vez que un asalariado tendrá un espacio de tierra. "Esto significa un fuerte desafío para nosotros. Por primera vez un asalariado rural será considerado un productor. Pero en verdad, no somos productores, sino que ahora tendremos una herramienta de trabajo propia para sostener nuestra familia", afirma el cañero Jorge.

Los cañeros creen desde la conquista de estas tierras, que a partir de ahora la producción tendrá que ser familiar y grupal a la vez. Esto significa mantener unidos a los trabajadores con su propia tierra, por medio del sindicato, y la necesidad de incluir a la familia en esta realidad: "Hay que involucrar a la familia en todo este proyecto: con la participación en el sindicato, en la chacra, en la administración…", dice Jorge. Esto porque "la administración de la casa es responsabilidad de la mujer, visto que los hombres salen a los campos. Ella tiene interés y nos incentiva a que no nos desanimemos. Son la manija de la casa, buscando la mejor manera de vivir. También hay niños que perdieron la cultura de la caña… hay que ponerlos en el asunto; queremos que los chicos estudien y tengan mejores condiciones que las que nosotros tenemos", concluye uno de los cañeros reunidos.

El papel de la mujer en la conciencia de los cañeros es muy fuerte. La directiva del sindicato está integrada por varones y algunas mujeres. La psicóloga manifiesta ante esta posición de los cañeros que se siente "asombrada por ver el interés de involucrar a la mujer en este proyecto", a lo que contesta uno de los cañeros: "Esto es por el hecho de ser la mujer más luchadora para el trabajo y porque queremos sacarla de su rutina y angustia diaria".

Es notorio el interés que manifiestan en todos los aspectos de la sociedad, tienen conciencia de que su proyecto abarca toda la problemática social de la zona; expresan particularmente su preocupación por la juventud. "Vemos los jóvenes sin esperanza, y ellos también son responsabilidad nuestra.

¿Qué podemos hacer por ellos?, ¿cómo encaminar proyectos para que se sientan útiles?, son reflexiones que se presentan en la reunión.

Los 18 cañeros se encuentran en un cambio de rol, marcando una clara y profunda diferencia en la realidad de estos trabajadores. "Siempre pensamos en trabajar, y ahora tenemos que perder el miedo y aprender la parte administrativa".

Esto supone autoestima y confianza en uno mismo. Todos estos nuevos desafíos hacen que sientan la necesidad del acompañamiento de profesionales que los ayuden a crecer. De hecho, ya tienen el aporte de una psicóloga y otras áreas profesionales podrán acercarse y aportar su experiencia y su trabajo.

Frente a esta realidad, cada vez más esperanzadora, uno de los cañeros concluye: "nosotros tenemos fuerza humana, conocimiento, experiencia y capacidad para vivir todo esto".

Al día siguiente la directiva de Sindicato de Obreros de CALNU (SOCA), recibe amablemente a Umbrales, en la persona de su presidente, Carlos Píriz. El sindicato tiene 500 afiliados, el 97% del total de los cañeros.

"Queremos manifestar nuestra alegría -expresa Carlos Píriz- porque el gobierno nos ha escuchado, y hoy estamos trabajando en conjunto. Hubo durísimas presiones en los últimos meses por los intereses personales y de grupo. Ahora vamos a demostrar que este proyecto es viable, y lo que necesitábamos. Acá nunca se paró una zafra por culpa de los trabajadores, a pesar de todas las situaciones que hemos pasado. Seguiremos siendo responsables porque hay un país entero que espera que este proyecto sea viable para que se pueda lanzar en otras partes".

Las actuales dificultades son la inseguridad laboral, el futuro de la zona azucarera y los problemas de los trabajadores de las fábricas. "...Hoy estamos reivindicando el anhelo de todos los trabajadores por seguridad laboral y más empleo, que es lo que vimos en el proyecto sucro-alcoholero" -afirmó Píriz-. Los trabajadores no tuvimos la culpa de los errores de nuestros patrones; con la crisis, sentíamos perder nuestra fuente laboral… No desapareció nuestro trabajo porque luchamos por él. Reconocemos la conciencia de lucha de nuestro pueblo... Pasados nueve meses del inicio del proyecto, ya percibimos un cambio de relaciones laborales en la empresa y el salario está 50% mejor".

El sindicato manifiesta su preocupación por encontrar un lugar adecuado a la mucha gente que llega buscando empleo.

También hay otros desafíos que están siendo considerados: "No tenemos variedad de caña. Si aparece alguna enfermedad, nos quedamos sin caña. Entonces hay que hacer convenios con Brasil, Cuba, Argentina, para volver a tener variedades de caña, porque no podemos estar con una sola variedad" percibe Edgardo Bolfarini.

Por su parte, Ademar Alves, presenta otro desafío: "Bella Unión no tiene mano de obra suficiente para el trabajo en la caña de azúcar en esta nueva perspectiva. Algunos piden la tecnificación, aunque la mayoría no está de acuerdo, porque temen que la tecnología desplace la mano de obra y los perjudique. Para mí, la tecnología es una gran ayuda para que el ser humano tenga menor desgaste y pueda dedicarse a otras actividades. La expansión de la caña implica la venida de nuevos obreros. Los peludos sueñan para sus hijos un nuevo futuro, esforzándose para que estudien y tengan mejores condiciones de vida".

Otro desafío más grande lo señala el párroco, p. José: "Tenemos una sociedad que vive una problemática muy compleja, donde hay heridas históricas, y por eso todavía debe trabajar mucho el tema de la reconciliación, darnos las manos, reencontrar el sentido del trabajo y el justo lugar para el dinero, para recuperar otros valores que también se han perdido".

El aporte de la Iglesia

Edgardo Bolfarini, animador parroquial, que se está preparando para ser diácono permanente, afirma: "Todos los primeros emprendimientos sindicales eran de grupos de la Iglesia. Hoy somos muy pocos los cristianos practicantes que estamos en estos lugares. En los tiempos difíciles íbamos mucho a la Iglesia.

El año pasado cuando estábamos en crisis y peligraba la zafra de caña, era en la parroquia que se hacían las reuniones de productores, de la intersectorial, de los trabajadores del campo y de la industria; normalmente el p. José García era el mediador.

Ahora que la cosa comenzó a caminar, parece que nos olvidamos de la fe y de quien nos acompaña.

Si uno no está agarrado en la fe, en la Biblia, no resiste. La oración de la mañana ayuda. A veces, si no está bien agarrado, se pierde el rumbo. Yo no creo que la fe me vaya a solucionar el problema, sino que me dará fuerza para seguir adelante".

"Permanentemente la sociedad de Bella Unión pide a la comunidad cristiana y particularmente al sacerdote, una presencia en todas estas instancias, y siempre hemos tratado de responder. Varias veces oficiamos de mediadores, cuando surgen los conflictos entre productores y dirigentes de la cooperativa. La Iglesia ha estado en decisiones por largas horas o días, y con el aporte de todos se ha logrado la mediación. Estuvimos presentes en el campamento delante del Palacio Legislativo y en otras reivindicaciones, instancias de visitas y charlas con políticos para que la industria azucarera no se cerrara, por el simple hecho de que conjuntamente con la industria de la horticultura, son las dos que redistribuyen todo el dinero de la zona. La caña con su corte y una serie de tareas que se hacen manualmente, redistribuye el dinero mucho más que cualquier otra producción. Esta es una clave para mantener la fuente de trabajo de la industria azucarera por la cual se ha luchado.

La comunidad ha estado presente en todo esto, participando y convocando; la intersectorial se ha reunido en la Junta Local y, sobre todo, en la parroquia.

De una manera especial podemos marcar lo que son las "misas de inicio de zafra", comenta el sacerdote. Él explica la experiencia y el significado de estas celebraciones: "Convocamos a todas las fuerzas vivas de la zona, de la ciudad, a rezar por la zafra, por la continuación de la industria azucarera. Han sido siempre misas muy fuertes, de experiencia de Dios, y de cercanía del pueblo, instancias de encuentros entre personas distantes, la oportunidad para dar una mensaje en nombre del Evangelio, y demostrar nuestra preocupación por el mundo del trabajo".

Los diversos grupos de la parroquia, y cristianos desde sus realidades, también unen sus esfuerzos. "Se han hecho una serie de celebraciones -en momentos especiales- por el trabajo en Bella Unión. Hay muchas personas y algunos grupos que han rezado permanentemente a lo largo de estos años, enfermos que ofrecen sus sufrimientos, como uniendo a toda la comunidad: unos trabajando activamente, otros haciendo gestiones, otros desde la oración, el sacrificio y la ofrenda de su vida por poder recuperar el trabajo.

Creo que Bella Unión es un pueblo que ha estado siempre vivo, a pesar de los momentos difíciles; la esperanza ha estado permanentemente presente, a nivel civil y en la comunidad cristiana.

Espero que este proceso doloroso termine siendo pascual; hay elementos esperanzadores, pero debemos tener cuidado de no caer en el triunfalismo.

Hay todo un proceso que nos queda por delante y por lo tanto tenemos que estar aportando desde el punto de vista cristiano, compartiendo para poder vivir el evangelio con mayor autenticidad", relata el p. García.

La Iglesia Metodista tiene actualmente un proyecto, a nivel alimenticio, para aprovechar las muchas lagunas o espejos de agua, consecuencia de la misma siembra de la caña. "Comenzamos a sembrar peces en algunos tajamares, posiblemente en enero tendrán casi un kilo. Estos pescados serán donados el próximo año a alguna institución. Se va hacer reeducación alimenticia, porque estamos acostumbrados a comer otras carnes. Queremos mostrar lo bueno y lo barato que es el pescado.

Hemos traído un técnico dominicano que ahora viene cada dos o tres meses y evalúa la tarea. Algunas cocineras van a enseñar recetas que se pueden hacer con el pescado", comenta el pastor. Sobre la experiencia de comunidad y la misión que él asumió, comparte: "Estamos tratando de ser una comunidad sanadora, donde las personas se encuentren con Jesucristo y comprendan su mensaje en esta época, cuando se escuchan tantos mensajes cristológicos... no siempre con compromiso social. El Señor nos convoca, pero también nos envía".

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