lunes, 8 de marzo de 2010

Los marxistas y la emancipación de la mujer‏

x Federico Boga * *LOS ORIENTALES

Para quienes nos consideramos marxistas y revolucionarios, la lucha por la emancipación de los trabajadores es el eje de nuestra lucha. Esta emancipación por la que luchamos deberá ser desde el punto de vista económico-político-social (mediante la superación del capitalismo y la instauración del socialismo) y también cultural (sustituyendo los valores capitalistas burgueses por los socialistas). En ese combate contra esa doble opresión (estructural y superestructural) juega un rol fundamental la lucha por la emancipación de las mujeres trabajadoras.

Desde el punto de vista de los sucesos históricos, lo primero que se cosificó, o sea, que se le dio carácter de objeto con valor de intercambio, fue a la mujer y su papel de reproductora de la especie. En tiempos donde no había necesidad de apropiarse de nada (nos referimos al neolítico, unos 5000 años a.N.E.), ya que las herramientas que el hombre había inventado y las tierras cultivables alcanzaban para todos, las condiciones ecológicas y sociobiológicas hacían que el gran objetivo humano fuera reproducirse para conservar la especie. En este plano, era fundamental contar con mujeres que permitieran la reproducción. Esto llevó a conflictos y guerras entre tribus para hacerse de mujeres, quienes fueron las primeras esclavas de la historia: esclavas sexuales.

Después viene lo que ya sabemos: el crecimiento de las tribus llevó a la necesidad del aumento de la producción, a los avances tecnológicos aplicados a las herramientas para producir, esto trajo aparejado la necesidad de contar con más mano de obra, y cuando no alcanzaban las manos de los hombres, mujeres e hijos, había que procurar más, y así surgieron las guerras por las cosas y la mano de obra, y así surge la esclavitud y la acumulación de cosas que toman carácter de valor, y así hasta el surgimiento de las formaciones socio-económicas de explotación más complejas que conocemos como esclavismo, feudalismo y capitalismo.

No es intención de este aporte realizar una narración histórica de cómo, cuándo y por qué se dio la explotación del hombre por el hombre. Lo que se pretende marcar aquí es que, lo que sí sucedió es que inicialmente se dio la explotación de algunos hombres sobre muchos hombres y a su vez sobre todas las mujeres. Luego, con el surgimiento de la monogamia y la familia nuclear (también conocido como “núcleo familiar”), algunas mujeres pasaron a ser esposas de patrones y explotadores, y más adelante patronas y explotadoras, aunque esto en menor medida. Antes que existiera la lucha de clases la mujer ya había sido convertida en objeto y ya era oprimida por el hombre. Con el surgimiento de los modos de producción que más arriba se han descripto, la opresión de la mujer se da en forma doble: por parte del hombre y por parte del sistema económico-social que la condena a ser sometida por éste y además esposa o compañera de un explotado.

Indudablemente la emancipación de la mujer es indesligable de la emancipación de la clase obrera de la opresión capitalista. Y ésta no se dará sino mediante una revolución y la instauración del socialismo y el comunismo. Ahora bien, en la lucha por la construcción de los hombres y mujeres nuevos, con nuevos valores, éstos deben contener la lucha contra el patriarcalismo, el machismo y toda forma de opresión y subyugación de la mujer por el hombre. No se puede ser un auténtico revolucionario si no se combate firmemente contra estos valores arcaicos. No se puede ser revolucionario si se lucha por la emancipación de la clase pero se somete a la mujer al desempeño de funciones y tareas que le han sido asignadas por el sistema opresor, a través de la cultura, durante siglos.

Evidentemente que hay diferencias entre hombre y mujer. Históricamente se ha planteado que las diferencias biológicas provocan que el hombre se desarrolle en algunos aspectos más que la mujer. Y esto ha sido posible porque ya que la mujer queda embarazada, debe amamantar, quedarse en casa y hacerse cargo de las responsabilidades hogareñas y criar a los niños; entonces el hombre se hace cargo de traer el sustento, debe salir a buscarlo fuera de la casa y a partir de allí le corresponde elaborar las leyes y la organización económica y política de la sociedad. Entonces, como “biológicamente” se tienen “responsabilidades” asignadas, la mujer se atrofia en su desarrollo físico e intelectual, y el hombre lo construye todo (y lo destruye también).

En un futuro se deberá tender a que las diferencias entre hombre y mujer, además de las funciones específicas asignadas por la naturaleza, no sean más que las del desarrollo de las capacidades físicas e intelectuales. Aplicar la premisa del socialismo “de cada quien según su capacidad y a cada quien según su necesidad”, deberá hacerse atendiendo la equiparación de las posibilidades de contar con las mismas oportunidades de desarrollo, tanto hombres como mujeres.

El capitalismo se ha desarrollado llegando a su estadio más complejo y culminante que es el imperialismo. Millones de mujeres y hombres deben trabajar a la par para poder llevar el sustento al hogar. Por tanto la mujer ya no está tan limitada a las cuatro paredes de la casa, aunque hay tareas que aún culturalmente se le asignan como “naturales”: lavar, fregar, planchar, cocinar, atender los chicos, etc.

Muchas mujeres han podido acceder a la educación y a puestos laborales e incluso políticos relevantes. De todas formas, aun desempeñando igual tarea que el hombre es peor remunerada. A igual o mayor formación que el hombre tiene menos posibilidades de conseguir trabajo. Los propios números oficiales son ilustrativos en este sentido. Otras tantas se debaten en la más oprobiosa pobreza: pobreza económica, cultural y espiritual. El acceso a las fuentes de trabajo sigue siendo más difícil para la mujer (y los jóvenes) que para los hombres.

Es evidente que en los diferentes grados y en las diferentes formas en las que ha sido explotada y subyugada la mujer, ha jugado un papel importantísimo la cultura. La cultura de “lo masculino” y “lo femenino” (vinculado a sus derechos y deberes sociales y también familiares) lleva milenios de construcción. Estos roles no se han expresado de la misma manera a lo largo de los siglos, ni tampoco a través de las diferentes construcciones culturales. No son iguales los papeles masculinos y femeninos asignados en la Edad Media, con los establecidos en la primera época del capitalismo, ni en la época actual. Tampoco son iguales esas distribuciones de roles en regiones bajo influencia del catolicismo o de la religión musulmana o la budista, etc. Tampoco han sido iguales estos roles bajo las diferentes experiencias de socialismo. Se puede afirmar, sin dudar, que el mayor nivel de “libertad” e “igualdad” al que han llegado hombres y mujeres ha sido bajo el socialismo. Aun en las experiencias fallidas de construcción de socialismo que ya conocemos.

El hecho de convertirse en madre ha dejado de ser una necesidad sociobiológica de la humanidad para ser una opción individual o social. La humanidad como tal no “necesita” que cada hombre y mujer en este mundo deba “necesariamente” dejar descendencia. El planeta está poblado por más de 6.000 millones de habitantes, de los cuales más de dos tercios son pobres. Los chinos y japoneses han establecido límites de natalidad. Los primeros porque son más que suficientes las 1.200 millones de personas que habitan su territorio y que son bocas que hay que alimentar, trabajos que generar, viviendas que construir, educación que hay que brindar. Los japoneses porque no tienen más lugar en su territorio para alojar a las nuevas generaciones, le han ganado a la naturaleza todo lo posible y es imposible construir rascacielos más altos. En otros lugares, por el contrario, se promueve la natalidad ya que sus poblaciones están envejeciendo o desastres naturales o conflictos armados han llevado a que sea necesario aumentar el número de pobladores. En conclusión, aquellas “asignaciones biológicas” de tener que necesariamente dejar descendencia, ya no son tales. Por tanto la mujer se ha liberado de esa presión de “tener” que ser madre y puede optar por serlo o no. Tener o no tener es una cuestión de conciencia, necesidad y/o posibilidad, ya no una “obligación natural”. De aquí la importancia, en esa libertad entre optar por ser madre o no serlo, del acceso al aborto libre, gratuito y garantizado por el estado. Aun más si ese embarazo no es deseado y tiene como agravante haber sido concebido en una violación, abuso, o por la imposibilidad (física o económica) de dar sustento a la criatura.

La violencia contra la mujer no es asunto nuevo. La primera situación violenta vivida por la mujer fue enunciada al principio: su transformación en un objeto, en una máquina reproductora. De ahí en más ha pasado por innumerables tormentos. Fue sobre el primer ser humano que se ejerció la esclavitud. Víctima de la voluntad de su padre y su marido que la vendían y compraban como una mercancía más. Víctima de los abusos sexuales de propios y extraños. Víctima de las religiones que la acusaban de llevar al hombre a la perdición, fomentadora de los pecados más abominables. Víctima de la violencia de los sistemas económico-políticos basados en la explotación que le impedían el desarrollo como ser social, el desarrollo económico, intelectual, moral, político. Incluso en los regímenes capitalistas más “democráticos” la mujer fue y es despreciada y humillada.

Después de muchos años y décadas, tal vez siglos, de lucha por reivindicaciones elementales, las mujeres lograron que el 8 de marzo se estableciera como el Día Internacional de los Derechos de la Mujer. Este día fue impulsado por luchadoras comunistas y socialistas que reivindicaban derechos económicos y políticos para las mujeres. Y lo lograron no sin sufrir: fueron perseguidas, despedidas, golpeadas, mutiladas y asesinadas por esos reclamos.

La lucha por la emancipación de la mujer es clave a la hora de la liberación de la opresión del hombre por el hombre. Es necesario luchar por romper no solo con la explotación y opresión económica, sino también con la cultural; con los roles asignados por la cultura dominante.

En la liberación de la clase trabajadora la mujer tiene un rol fundamental que cumplir: luchar por su emancipación como mujer y con ella, la emancipación de su clase. Luchar por un futuro de igualdad, fraternidad y libertad. Que no se podrá conseguir más que mediante una revolución que nos lleve al socialismo.

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