Hace unas semanas, la derecha francesa todavía esperaba poder conquistar alguna región y agarrarse a ella como prueba de éxito en las próximas elecciones que tendrán lugar el 14 y 21 de marzo, test de medio mandato de Nicolas Sarkozy.
Pero en los últimos días, todos los sondeos han quitado las últimas esperanzas a la Unión para un Movimiento Popular (UMP). El partido del presidente se resigna a un cataclismo, que podría ver la totalidad de los ejecutivos regionales de Francia en manos de mayorías rosa, verde y roja.
Desde 2002, Francia está dividida verticalmente: el poder central se mantiene sin discontinuidad en manos de la derecha, pero los electores confían sistemáticamente a la izquierda la mayoría de municipios, diputaciones provinciales y regiones. Los anteriores comicios regionales, en 2004, arrojaron una abrumadora mayoría para la izquierda, que controla 20 de las 22 regiones de la Francia. Sólo se le escaparon dos: Alsacia y Córcega.
Ese dato hacía acariciar a Sarkozy el sueño de que, conquistando aunque sólo fuera “entre dos y cuatro regiones conquistables” en palabras del presidente, se pudiera vestir el resultado como un éxito electoral. Algo parecido a lo ocurrido en 2009 en las elecciones europeas, cuando uno de cada nueve votantes depositó una papeleta pro Sarkozy, dando a la derecha una victoria más simbólica que real, pero presentable. Ahora, esa posibilidad de un rescate de la figura de Sarkozy en las urnas ha saltado en mil pedazos, según todos los sondeos.
¿Qué le ha pasado al mítico toque mágico electoral de Sarkozy? Hay varios factores a tener en cuenta. Un sondeo de BVA de febrero pasado indicó que el electorado tradicionalmente de izquierdas sí se moviliza un 67% dice que irá a votar, mientras que la gente de derechas está menos dispuesta a hacerlo: sólo el 61%.
Y en ese 61% de derechistas movilizados se está materializando la peor de las pesadillas de la derecha parlamentaria. El ultraderechista Frente Nacional, aunque no parece abocado a repetir su éxito de 2004 (cuando obtuvo el 15% de los sufragios), sí alcanzará probablemente en al menos cuatro regiones la barrera fatídica del 10% en la primera vuelta.
Eso significa que podrá mantenerse en la segunda vuelta, confinando a la UMP de Sarkozy a entre el 28% y el 31%, una catástrofe si se tiene en cuenta que el sistema de escrutinio proporcional prima con escaños a la lista más votada.
El presidente francés pagaría así sus guiños fallidos al electorado ultra: la exhibición de mano dura policial con los jóvenes, el llamado Gran Debate sobre la Identidad Nacional y los devaneos de prohibición del velo islámico.
Aumento del paro
Además, los franceses llegan a las urnas con el llamado escándalo del Príncipe Jean en mente la tentativa de nombramiento de un hijo de Sarkozy para un puesto suculento y con la nueva cifra de subida del paro (10% a finales de 2009).
Sarkozy había apostado por una campaña en la que podría poner en escena lo que él considera sus éxitos. Y, de manera central, el empleo. Así, los sarkozystas intentaron demostrar que han creado cerca de un millón de empleos, mientras acusaban a los ejecutivos regionales de no hacer nada y gastar sus presupuestos en comunicación.
El contraataque lleva el sello de Martine Aubry, primera secretaria del Partido Socialista (PS) y mujer que, desde el Gobierno central entre 1997 y 2000, lanzó un plan de empleo joven. En los últimos días, la izquierda recordó que en el quinquenio 1997-2002 se crearon 1,7 millones de empleos por año con medidas de acompañamiento social y formación. Y subrayó que, actualmente, son las regiones las que han duplicado sus presupuestos de formación para parados y contratos de aprendizaje.
Ahora que los franceses empiezan a desentenderse de espejismos del tipo burka o delincuencia juvenil, el efecto Aubry empieza a hacer mella. Sarkozy, ya desestabilizado desde la derecha por su rival político Dominique de Villepin, absuelto en el caso Clearstream, ve crecer lo que más teme: una izquierda en auténtica formación de combate. Un PS que se mantiene, un Frente de Izquierda que crece, y los Verdes consolidados. Un trío dispuesto a formar alianza
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