(Un artículo del periodista Iñaki Errazkin).- En nuestro trabajo cotidiano, los periodistas, y más los que nos hemos especializado en esto que llamamos “ciberperiodismo”, somos asiduos usuarios de las hemerotecas digitales; esto es, de los archivos históricos que los periódicos de papel han publicado en Internet.
Así, buscando unos datos que nada tienen que ver con lo que les voy a contar, he tropezado hace un rato con la siguiente noticia publicada en la página 11 del diario ABC correspondiente al 13 de mayo de 1975:
Continúan los atentados contra propiedades de presuntos miembros de la E.T.A.
Un artefacto hizo explosión en el hostal de un hermano de Juan José Echave
Bilbao, 12 (Europa Press) Durante la noche del domingo y madrugada de hoy continuaron los actos violentos iniciados el pasado jueves contra personas y propiedades allegadas a presuntos miembros de E.T.A.
En estas ocasiones, dichos actos se han producido no en Bilbao, sino en el litoral vizcaíno. Se tienen noticias concretas de que en Batio (sic, en referencia a la localidad de Bakio) fue ametrallada la fachada de un edificio público y en Mundaca un petardo explotó en un bar. Sólo se han registrado daños materiales.
Estos actos han sido condenados por la mayoría del pueblo de Vizcaya, al igual que los cometidos por la organización terrorista E.T.A.
Por otra parte, hacia las dos de la madrugada, hizo explosión un artefacto en el hostal Echave Enea, situado en el alto de Campazas (sic, en referencia al alto de Kanpazar), cuyo propietario, Ignacio Echave Orbe, es hermano del conocido activista de la organización subversiva E.T.A. Juan José Echave, actualmente residente en Francia.
Como consecuencia de la explosión, sufrió algunos daños el citado inmueble, aunque no de excesiva cuantía. Al parecer, coincidiendo con la explosión, se registraron algunos disparos contra el hostal.
Hasta aquí la noticia de Europa Press publicada en ABC.
Aclaro para los lectores o lectoras más jóvenes que entre 1925 y 1982 los diarios salían a los quioscos todos los días de la semana excepto los lunes. El motivo era que ese día se vendía únicamente La Hoja del Lunes, periódico que dependía orgánicamente de las Asociaciones de Prensa provinciales, lo que, durante la dictadura franquista, equivalía a depender directamente de Falange Española y de sus comisarios políticos: los ínclitos “gobernadores civiles”. Por eso, la noticia aquí transcrita se publicó el martes 13 de mayo de 1975 aunque los sucesos que relata acontecieron dos días antes, durante la jornada del domingo 11.
De los tres actos de terrorismo que se mencionan en la nota de ABC, me voy a centrar en el sucedido en la población marinera de Mundaka, muy cercana a Bermeo, donde mis padres tenían un piso en el que yo solía pasar los fines de semana.
Lo que son las cosas, aquella noche y madrugada de los primaverales sábado 10 y domingo 11 de mayo de 1975, en pleno estado de excepción, yo me encontraba precisamente en Mundaka, como muchos jóvenes de la zona que frecuentábamos la sala de fiestas Itxas Bide, por entonces recién inaugurada.
A mis 18 años, aún no tenía permiso de conducir (lo obtuve unos meses después) y el autoestop era el modo habitual de desplazarnos de una localidad a otra, sobre todo a ciertas horas en que la alternativa era recorrer el trayecto caminando. En aquella época no existía la variante que circunvala Mundaka y la única carretera que había cruzaba el pueblo, por lo que hacíamos “dedo” en la zona más iluminada y céntrica de la misma, justo donde se hallaba el bar Atxurra, propiedad de una conocida familia nacionalista.
No recuerdo la hora exacta, pero sí que era de madrugada cuando yo me encontraba junto a ese bar, haciendo autoestop, como tantas otras veces, con la intención de regresar a mi casa. Sin embargo, aquella noche se produjo algo nuevo, algo extraño, algo cuyo significado no comprendí hasta el día siguiente y que hoy ya tenía casi olvidado.
Al ver la luz de unos faros que se aproximaban, me adelanté hasta la calzada para salir al paso del vehículo y hacer al conductor la seña característica que me delataba como autoestopista. Extendí mi dedo pulgar sólo unos segundos, devolviendo mi mano derecha al bolsillo del pantalón vaquero en el mismo momento en que las farolas cercanas me permitieron distinguir que el que se acercaba era un Land Rover de la Guardia Civil. Yo llevaba un año y pico militando en el clandestino Partido Comunista y lo que menos me apetecía era llamar la atención de aquella gente.
Pero ya me habían visto. El Land Rover redujo su velocidad hasta que, al llegar a mi posición, se detuvo. De los cuatro picoletos que viajaban en el todoterreno, reconocí al copiloto. Se trataba de Aginandi (dentudo, en euskera), el odiado sargento que comandaba el puesto de la Guardia Civil que había en Bermeo al comienzo de la calle Generalísimo Franco, hoy Askatasun bidea.
No sé si el tipo me conocería de vista o no, pero, para mi sorpresa, ni siquiera me pidió la documentación. Lo único que parecía preocuparle era que me fuera de aquel lugar lo antes posible. Asomando su cara por la ventanilla, me instó a que montara en el Land Rover, asegurándome que ellos me trasladarían hasta Bermeo. Ante mi nerviosa negativa, el sargento no insistió, pero cambió a un tono imperativo y me ordenó que comenzara a caminar y que no me detuviera hasta llegar a mi domicilio. Sin más explicaciones.
Como ustedes supondrán, le hice caso y eché a andar a buen paso hasta mi casa. Al día siguiente me enteré de que un rato después de mi encuentro con los guardias civiles, una bomba había explotado en el bar Atxurra reduciéndolo a añicos.
No sé quiénes colocarían los explosivos en Bakio y en Kanpazar a los que se refiere la noticia de ABC, pero, en vista de lo sucedido en Mundaka, me lo puedo imaginar.
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